Por: Fernando Peña
Resulta incuestionable que la política trazada
por el presidente de la República de asegurar un gobierno danilista sin ser el
candidato, fue el esquema surgido tras la imposibilidad de imponer su
reelección, como fórmula de continuidad en el poder por parte del grupo
que completó 20 años de hegemonía y control peledeista del Estado dominicano.
Danilo Medina controló el PLD estructuralmente
desde el segundo periodo de Leonel Fernández y aunque tuvo que reconocer “que
lo derrotó el Estado”, logró imponer una estrategia que debilitó el leonelismo,
le impidió continuar siendo el Presidente de la República, se vengó de él y
construyó la última fase de la estructura delictiva más poderosa al frente del
gobierno, logrando configurar al Partido de la Liberación Dominicana como un
aparato corporativo capaz de competir con todo el entramado del poder económico
tradicional de la burguesía y la oligarquía dominicanas.
Juntos, pero a fuerza de traiciones recíprocas,
reconformaron la estructura clasista del poder de facto, construyeron,
operativa y funcionalmente, un nuevo grupo económico formal y efectivo, que
nació dividido en dos fracciones enfrentadas (la de Danilo y la Leonel), pero que
han dependido y dependen, para funcionar y completar su maduración, del control
directo del aparato de gobierno.
No pudieron completar el proyecto estratégico,
sistémico y antinacional, de su diabólico creador, Joaquín Balaguer, que
concibió el macabro plan para derrotar históricamente la honradez personal y la
concepción política liberal democrática en que se sustentó el profesor Juan
Bosch y que había potenciado el influjo popular democrático y de liberación
nacional que encarnó, desde la década de los años 60, junto al Dr. José
Francisco Peña Gómez.
Aunque la estrategia malvada
del fenecido líder oligárquico-trujillista Joaquín Balaguer, concluyó
despedazando su propio engendro político (el partido reformista), inutilizando
para siempre la organización y el pensamiento liberal del PRD y envenenando
para siempre a las “clases medias” con las que Bosch pretendió jugar a la
liberación nacional y a la izquierda (el PLD), sí logró alcanzar su objetivo de
reencarnar plenamente la tradición oligárquica conservadora, en esas tres
formaciones políticas sistémicas. Claro está, tras reducir las posibilidades y
capacidades del campo popular y la heroica izquierda revolucionaria, a fuerza
de sangre y negación de libertades y derechos.
Ahora, soportada en una
estructura clientelar que refiere la más perversa acumulación capitalista en
nuestro país, el PLD comienza a desandar su historia, azotado por la furia de
un pueblo engañado, hastiado de burlas y ostentación, pero plenamente cargado
de odio social, contra una reeditada mafia de grupos intermedios, que generó
hoy 5 de julio de 2020, el más directo castigo electoral a Danilo Medina
Sánchez, jefe de la urdimbre y presidente-candidato en el cuerpo de Gonzalo
Castillo, de la odiosa fórmula con la cual comenzó a cavar, definitivamente, la
tumba del PLD, al que había convertido, junto a Leonel Fernández, en una
maquinaria tenebrosa, hacedora de multimillonarios inescrupulosos.
Por eso, la masiva reacción de
castigo político, no podía dejar pasar el momento para ajustar cuentas con
aquellos/as a quienes la arrogancia le quedaba pequeña para engañar y negar
derechos, a un pueblo empobrecido, entre vidrieras nuevas y escaparates vacíos,
con una hipócrita modernidad, que sólo justificaría que fueran barridos, como
en el presente, por “las multitudes delirantes que saldrán del fondo de la
historia a glorificarlo… al humano y modesto… inquebrantable acero del pueblo”,
como cantaba el poeta guerrillero Otto René Castillo.
Sin una plena conciencia
política e ideológica, el pueblo ha expresado, no el rencor a personas y ni
siquiera frente a los aparatos políticos pervertidos que han corroído los
estamentos institucionales de esta condicionada, mercantilizada, limitada,
restringida, hipócrita y en ocasiones obscena falsa democracia, sino el odio
social definitivo, por los padecimientos en el rango de lo insoportable, contra
la perversidad política hecha gobierno y contra un sistema de partidos
subordinados por el dinero, la búsqueda inmoral de oportunidades y el dolo
impune como reglas.
Tienen que despedirse ahora,
camino de la auto-tumba que han abierto, con los votos más caros de la
historia, fabricados a cuenta del patrimonio público y las riquezas nacionales
despilfarradas.
Por eso la situación de fondo
que sobreviene con la derrota del Plan continuista de Danilo Medina, estará
referida y centrada en la pérdida o no del control del PLD, con un Leonel
Fernández resurgido y probablemente favorecido en base a los acuerdos
pre-electorales con el liderazgo gubernamental entrante, pero al costo de una
resistencia feroz de Danilismo que no podrá evadir la presión popular sobre el
gobierno, para que en medio del desastre en que dejan el país y de los impactos
de una infernal crisis sanitaria, cuyo peor manejo politiquero por parte del
gobierno saliente, deja a la nación en la obligación de castigar la corrupción,
recuperar el dinero robado y poner freno definitivo a la impunidad, después de
tres años de movilización callejera de masas y de un castigo político tan
ejemplar como el que se acaba de producir desde una votación inteligente, desde
las bases de la sociedad y no de la clase media, que a la ocasión, solo integró
sus núcleos más pro-activos.
Conviene a la sociedad
dominicana, en la construcción de una transición a una democracia participativa,
en un país devastado por las pandemias de la corrupción, la impunidad y el
COVID-19, que un gobierno encabezado por el PRM no tome el camino de adocenar
las aspiraciones de la gente de poner fin a la impunidad, facilitándole a
Leonel Fernández el control de las fuerzas peledeístas diezmadas, en nombre de
la gobernanza y la gobernabilidad. Esto obstruiría la inevitable transición
política que urge en la vida política dominicana, antes que el trauma y la
lógica de ruptura, generadas desde el odio social, barran con las bases
estructurales de la desgracia padecida secularmente por las mayorías
explotadas.
Mientras, está claro que el
resultado electoral, rápidamente examinado y mirando cómo quedan relacionadas
las variables nacionales y globales, después de lo acontecido este domingo 5 de
julio de 2020, Danilo Medina queda, sin gobierno, sin partido y sin impunidad
garantizada.