POR TEÓFILO LAPPOT
ROBLES
El 12 de julio de 1924 se produjo la desocupación de la República
Dominicana, invadida militarmente desde el 1916 por los Estados Unidos de
Norteamérica. Ahora se cumplen 96 años de aquel hecho.
Es, en consecuencia, una fecha de gran significación en la historia
dominicana, pues ese día la bandera nacional fue izada hasta lo más alto de los
mástiles al mismo tiempo que se bajaba la de los intrusos ocupantes.
La ocupación americana del 1916-1924
Cuando en noviembre del 1916 los EE.UU., por órdenes del presidente Woodrow
Wilson, ocuparon la República Dominicana con desembarco de miles de tropas en
las ciudades portuarias de Santo Domingo, Montecristi, Puerto Plata y San Pedro
de Macorís, aquel era un país en plena expansión y con un aparato militar en
preparativos para incursionar de lleno en la Primera Guerra Mundial que había
comenzado en Europa el 28 de julio de 1914.
Cinco meses después de que en noviembre de 1916 Wilson fue reelegido la que
todavía es la primera potencia mundial le declaró la guerra a Alemania. Le
convenía a sus intereses imperiales, en consecuencia, tener un dominio directo
sobre los países de la cuenca del Caribe.
Está documentalmente comprobado que los EE.UU. ya tenían al país bajo su
control, mediante la tristemente célebre Convención Domínico-americana firmada
el 8 de febrero del 1907 y ratificada por el Congreso Nacional el 3 de mayo de
dicho año.
Para la intervención militar de 1916 el Tío Sam alegó que ese espurio
convenio había sido violado por los dominicanos. Puras alilayas gringas.
En realidad otros fueron los motivos reales, ubicados en el contexto
internacional de entonces: económicos, políticos y militares.
Al leer el referido documento que concierne a la historia de ambos países se
comprueba que no hay ningún párrafo que le diera potestad al poderoso imperio
del Norte para romper de una soberbia patada el universalmente válido principio
de no intervención.1
También entonces los EE.UU. despreciaron la doctrina Drago, creada el 29 de
diciembre de 1902 por el diplomático y jurista argentino Luis María Drago, cuyo
núcleo conceptual descansa en que ninguna deuda financiera de un país de núcleo
conceptual descansa en que ninguna deuda financiera de un país de América puede
ser cobrada utilizando la fuerza de las armas en su contra.
El más ilustre hijo de la bonaerense ciudad Guardia de Luján sostenía al
plantear la doctrina que lleva su nombre que: "Todos los Estados,
cualquiera que sea la fuerza de que dispongan, son entidades de derecho,
perfectamente iguales entre sí y recíprocamente acreedoras por ello a las
mismas consideraciones y respecto."2
Control americano
desde el 1907
Hay miles de pruebas relacionadas con el amplio control que tenían los
EE.UU. sobre el país a partir del 1907. Una simple mirada al tramo de la
historia nacional que va desde dicho año hasta el 1924 permite comprobar de
manera inequívoca esa verdad inocultable.
Prueba al canto: Un
memorándum del Departamento de Estado, fechado el 8 de enero de 1915, en el
cual el entonces jefe de la diplomacia estadounidense, William Jennings Bryan,
urgía al gobierno dominicano para que aceptara de inmediato a un tal señor
Charles Johnston como jefe de la hacienda dominicana, con facultad plena para
preparar, como así dicho individuo lo dispusiera, el presupuesto de la Nación, y
con exclusividad para determinar a quién, cómo y cuándo se realizaría cualquier
pago con fondos de las arcas oficiales.3
El referido documento (que era una especie de ucase en versión americana,
por su carácter conminatorio) exigía que se aceptara que funcionarios
estadounidenses que tenían años controlando las Aduanas también cobraran las
rentas internas. Es decir manejar a su antojo todos los ingresos y egresos del
Estado Dominicano.
Hubo muchas otras imposiciones parecidas, como la insolente, por su contenido
avasallante, carta del 19 de noviembre de 1915 dirigida por el representante
diplomático estadounidense en República Dominicana Williams Russell al señor
Bernardo Pichardo, Secretario de Estado de Relaciones Exteriores. Meses después
las tropas extranjeras penetraban al territorio nacional por varios puertos.
Luego de la dicha oprobiosa invasión armada la prepotencia y soberbia de los
ocupantes eran tan elevadas que el 28 de julio de 1919, en una visita al
poblado de Haina, el Gobernador Militar de Santo Domingo, contraalmirante
Thomas Snowden, se permitió la libertad de decir lo siguiente:
"Cuando los jóvenes que están ahora en las escuelas lleguen a ser
preparados, espero devolver la administración del Gobierno en sus manos."4
Se trata de una larga
y lóbrega página de la historia de una gran parte de las dos primeras décadas
del siglo pasado. Fue una época en que los Estados Unidos de Norteamérica
invadieron varios países de esta área del mundo.
En su obra Los Yanquis en Santo Domingo el escritor y diplomático Max
Henríquez Ureña reproduce muchos de los documentos de esa etapa de terror
impuesta por militares y civiles estadounidenses contra el pueblo dominicano.
Las reflexiones de Henríquez Ureña, producto de un análisis profundo de los
textos y sus entrelíneas generados en dicha era en Santo Domingo y en
Washington, son reveladores del cinismo y contubernio de unos y de la gallardía
y patriotismo de otros."5
Procónsules en el
país
Entre los más notorios jefes militares de la ocupación que se extendió de
1916 a 1924 debo mencionar a los capitanes de navío Harry Shepard Knapp y
William Banks Caperton. El operador civil de mayor nivel en los primeros años
de ese nefando período de la historia dominicana fue William Russell, quien ya
tenía varios años estacionado en el país interviniendo en todo lo referente a
la economía, la seguridad y la política nacionales.
Ellos y los que les sucedieron actuaron como esos procónsules enviados a las
provincias del Imperio romano que tenían facultades que entonces se denominaban
imperium, que no era otra cosa que la delegación que se les daba para que
ejercieran control del poder público allí donde se les enviaba.
En La Viña de Naboth, interesante obra de historia del señor Benjamín Sumner
Welles, experimentado diplomático estadounidense designado en el 1922 como
Comisionado Especial en República Dominicana para adelantar trabajos tendentes
a la desocupación militar del país, el indicado autor expresa que al producirse
la ocupación militar del país el referido Russell recibió instrucciones para
que ejerciera "la representación civil del gobierno militar americano en
Santo Domingo a fin de aconsejar al gobierno militar."6
El 19 de septiembre de 1912, varios años antes de la invasión, el referido
Russell había enviado desde Santo Domingo una comunicación al Departamento de
Estado, en la cual sugirió a sus superiores lo siguiente:
"Sólo el completo control por nuestro Gobierno podría asegurar el
orden...pero cualquier grado de control sería beneficioso...Una vez que fueran
desembarcadas tropas para la protección de las Aduanas...podríamos dictar una
política beneficiosa para el país."7
La última parte del referido cable firmado por Russell era el summum del
cinismo. De la boca hacia afuera se vendía la idea de que cualquier dolor del
pueblo dominicano sería compensando por el placer derivado de una supuesta
política de beneficio colectivo. La realidad, que es el crisol de la verdad,
era muy distinta de ese pregón.
Se puede decir sin ningún temor a equivocación que de la famosa teoría del
"palo y zanahoria", originada en el siglo antepasado, a partir de las
reflexiones del pensador, economista y filósofo inglés Jeremy Bentham, aquí
sólo hubo muchos palos. En una gran cantidad de casos fueron más que palos,
como se comprueba en el martirologio de muchos dominicanos que perdieron la
vida por oponerse a las botas invasoras.
Resistencia dominicana
Desde el mismo momento en que las tropas de los Estados Unidos de Norte
América desembarcaron en el país el pueblo dominicano expresó de múltiples
maneras su enojo por esa intromisión en los asuntos internos. La resistencia no
se hizo esperar.
En San Pedro de Macorís el puertoplateño Gregorio Urbano Gilbert Suero mató
de un certero tiro a CH Burton, el primero de los oficiales de las tropas
invasoras que pisó allí tierra dominicana. Fue un potente aviso demostrativo
del coraje del pueblo dominicano.
La batalla de la Barranquita, en un altozano cercano al cruce de Guayacanes,
en la Línea Noroeste, tan bien fue una emblemática expresión del repudio al
crimen de lesa humanidad cometido por el poderoso país del Norte contra la
República Dominicana.
Hay que resaltar, además, que especialmente en el Este del país fue
legendaria la lucha de auténticos patriotas que combatieron en forma de
guerrillas a los ocupantes "del norte revuelto y brutal", como llamó
José Martí a los EE.UU. Así también en otros lugares del territorio nacional
hubo firmes ejemplos de protesta permanente contra la presencia de los
intrusos.
La pura y simple
La desocupación pura y simple fue la consigna enarbolada por la Unión
Nacional Dominicana, fundada por el jurista e historiador Américo Lugo.
El objetivo esencial de esa entidad patriótica era luchar para que las
tropas de ocupación estadounidenses que en el 1916 habían eclipsado la
soberanía nacional salieran del país y que los dominicanos recuperaran su
libertad sin ningún tipo de mediatización.
Plan Wilson
La pura y simple surgió para oponerse al Plan Wilson, así llamado por
Woodrow Wilson. Era un engendro de las autoridades ocupantes, presentado en
diciembre de 1920, cuando el mandato de ese presidente, de ingrato recuerdo
para los dominicanos, estaba llegando a su fin.
Esa propuesta buscaba en los hechos mantener el control del país con la
apariencia de una sedicente desocupación. Procuraban también sostener el
dominio militar con oficiales dirigiendo la Guardia Nacional Dominicana; querían
conservar en su poder el registro económico y presupuestario del país y
agregaban a sus abusivas peticiones la exigencia de que fueran declarados
legales todos los actos hechos por las autoridades civiles y militares durante
la ocupación que se extendió por 8 largos y sufridos años.
Esos planes no prosperaron por la oposición de importantes sectores
dominicanos, bajo la orientación de Américo Lugo y otras personalidades del
país.
Con motivo de esa nueva posición del país ocupante el ex presidente dominicano
Francisco Henríquez y Carvajal, representante de sectores destacados de la vida
nacional, hizo una contrapropuesta en julio de 1920. No fue aceptada por las
poderosas autoridades con asiento en la ciudad que atraviesa el río Potomac, a
pesar de que estaba bastante edulcorada. Se produjo entonces una especie de
"España Boba" de nuevo cuño.
Plan Harding
El presidente de los EE.UU. Warren Gamaliel Harding, que inició su gestión
en marzo de 1921, y que en su campaña electoral se había referido negativamente
a la ocupación de la República Dominicana, presentó en junio de dicho año, a
través de quien a la sazón era el gobernador Militar del país, Samuel Robinson,
una fórmula para desocupar la República Dominicana.
Se trataba de más de lo mismo, con alguna indeseada añadidura. Se le bautizó
como el Plan Harding. Esa propuesta era tan mala como la de Wilson y fue
rechazada tajantemente por los dominicanos.
Plan Hugues-Peynado
El jurista Francisco José Peynado, que había sido por varios años parte de
las mentes pensantes criollas que rechazaban cualquier imposición, varió su
punto de vista y en un memorándum que le envió al jefe de la diplomacia
estadounidense Evan Hughes hizo una serie de planteamientos que, luego de
largas conversaciones iniciadas en mayo de 1922 entre él y Sumner Welles
finalmente culminaron con un acuerdo que fue denominado el Plan
Hughes-Peynado.8
Alejandro Adolfo Nouel, Horacio Vásquez y otros personajes que se movían en
el candelabro público aceptaron dicho acuerdo, el cual se impuso incluso con la
opinión favorable de una parte considerable de la población.
Américo Lugo y otros prestantes ciudadanos dominicanos siguieron firmes en
su posición de que la desocupación del país tenía que ser sin ninguna condición
que menguara la soberanía nacional.
El 21 de octubre de 1922 fue escogido el ciudadano Juan Bautista Vicini
Burgos como presidente provisional, manteniendo en el cargo hasta el 12 de
julio de 1924.
Partido Nacionalista
Ante el fracaso de la consigna patriótica conocida como la pura y simple
Américo Lugo formó en el 1924 una entidad política denominada Partido
Nacionalista. Duró sólo un año en esa organización. Renunció por desavenencia
sobre la manera de llegar a acuerdos electorales con otros partidos.
En su obra Personajes Dominicanos el historiador Roberto Cassá plantea que:
"...el Partido Nacionalista era la expresión de una generación de
intelectuales que se habían formado en el combate a la ocupación militar. La
dimensión del combate nacional los llevó a adoptar posturas progresistas en
aspectos sociales y políticos..."9
El poeta Villaespesa
Desde Armería, en el extremo sur de España, llegó de visita al país el poeta
Francisco Villaespesa. Su presencia fue de mucho aliento para el pueblo
dominicano. El 17 de octubre de 1919 dio a conocer su Canto a Santo Domingo, en
el cual dice: "Santo Domingo, ciudad ferviente, ni en los sudores de la
agonía jamás vencida dobles la frente.... Clava en los cielos tus pensamientos
pero no olvides en tu porfía que eres cachorra de una leona..."10
El poeta Fabio Fiallo
Es importante reiterar que tanto el pueblo de a pie como ciudadanos de
abolengo intelectual siempre se mantuvieron protestando por la ocupación del
país.
Fue el caso, por ejemplo, del poeta y patriota Fabio Fiallo, quien en una
comunicación dirigida a los jóvenes dominicanos, fechada el 25 de abril de
1922, incluso fijaba un plazo para que los invasores salieran del país.
Así se expresó Fiallo: "El pueblo dominicano fija un plazo de tantos
días como han de transcurrir hasta el 29 de noviembre de 1922 para la
desocupación completa y absoluta de su territorio por las fuerzas americanas,
que lo retienen contra toda moralidad, justicia y derecho." De inmediato
indicaba lo que debía hacerse como "plan de acción y liberación; sencillo,
fácil y eficaz..."11
Entre las garras del
águila
El escritor y hombre de gran reciedumbre moral Tulio Arístides Cestero
Burgos, en su obra titulada Entre las garras del águila, publicada en el 1922,
lanzó una verdadera catilinaria contra aquellos entorchados personajes que por
intereses personales y grupales fueron obsequiosos con los ocupantes de 1916,
señalando de entrada que divulgaba sus reflexiones por lo siguiente:
"En la creencia de que el pueblo dominicano le queda aún un jirón de
honor y de vergüenza, y por consiguiente, dejará sólo a los canallas de levita
y bombo en su proceder indecoroso...La República se salvará cuando rueden por
tierra las cabezas de los ídolos carcomidos."12
Desocupación en el
año 1924
Antes de abandonar la República Dominicana, el 12 de julio de 1924, las
tropas estadounidenses dejaron un largo rosario de crímenes. Américo Lugo llegó
a decir muchas veces que cuando los ocupantes se largaron dejaron el país
"sin un solo hueso sano".
Un ejemplo de las vejaciones contra la población dominicana fueron las horribles
torturas al campesino salcedense Cayo Báez, a quien sus verdugos dejaron por
muerto en la orilla de un camino rural luego de pasarle por su cuerpo
"machetes puestos al rojo en fogón improvisado, para que entregara un
parque o dijera por donde andaban los gavilleros..." Así describió ese
acto de salvajismo el escritor Horacio Blanco Fombona en su libro Crímenes del
Imperialismo Norteamericano, en el cual cita como participantes de ese hecho a
tres canallas y granujas criollos y a los criminales capitanes estadounidenses
Bucklow, Knotchel y Wright.13
Bibliografía:
1-Convención Domínico-americana. 8 de febrero del 1907. Ratificada por el
Congreso Nacional el 3 de mayo de 1907.
2-Doctrina Drago, 29 de diciembre de 1902. Luis María Drago.
3-Memorándum al gobierno dominicano, 8 enero 1915, firmado por el Secretario
de Estado de EE.UU. William Jennings Bryan.
4-Papeles oficiales del Gobernador Militar en Santo Domingo, Thomas Snowden.
5-Los yanquis en Santo Domingo. Editora de Santo Domingo, 1977. Max Henríquez
Ureña.
6-La Viña de Naboth. Tomo II.P259. Editora Taller, 1973. Benjamín Sumner
Welles.
7-Cable del 19 de septiembre de 1912 al Departamento de Estado. William
Russell.
8- Memorándum de Peynado a Hughes.
9-Personajes dominicanos. Tomo II. Editora Alfa y Omega, 2013.Pp285 y 286.
Roberto Cassá.
10-Canto a Santo Domingo. Francisco Villaespesa. Reproducido en el libro
Vetilio Alfau Durán en Anales. Editora Corripio, 1997.Pp578-581.
11-Plan de acción y liberación del pueblo dominicano.1922.Fabio Fiallo. Reproducido
en el libro compilado por Alejandro Paulino titulado Los intelectuales y la
intervención militar norteamericana, 1916-1924.Editora centenario,
2017.Pp247-260.
12-Entre las garras del águila. S/p de imprenta, 1922. Tulio Arístides
Cestero Burgos.
13-Crímenes del imperialismo norteamericano. Ediciones Churubusco, México,
1927.Pp117, 118. Horacio Blanco Fombona.
FUENTE:
https://www.diariodominicano.com/cultura/2020/07/10/311171/96-aos-de-la-desocupacin-del-pas