Por
Julio Disla
En
un giro inesperado del destino político, un candidato poco convencional ha
irrumpido en la escena electoral: ¡un Candado! Si, has leído bien, un Candado
que aspira a ocupar un escaño en el Congreso Nacional como Diputado de
Ultramar. Esta inusual aspiración, podría despertar curiosidad, sino que, además,
también arrojas luz sobre los complejos entresijos de la política
contemporánea.
En
un mundo donde los políticos a menudo son vistos con escepticismo y
desconfianza, simbolizarme con la candidatura de un Candado podría parecer una
broma, pero mi propuesta va más allá de la simple sátira. Este singular
candidato a diputado de ultramar se presenta como un símbolo de transparencia,
seguridad y honestidad en un ámbito donde la corrupción y los intereses
partidistas son monedas corrientes.
El
Candado, con su firmeza y resistencia, promete proteger los intereses del
dominicano en el exterior; sobre todo en los Estados Unidos, frente a las
fuerzas que intentan manipular y coartar la voluntad popular. Mi campaña se
basa en principios de integridad y responsabilidad, desafiando a los políticos
tradicionales al adoptar un enfoque mas honesto y centrado en el bien común.
El
Candado es un dispositivo mecánico utilizado para asegurar puertas, cajas, y
otros objetos, generalmente mediante un mecanismo que requiere una llave o
combinación para abrirlo. simbólicamente, el Candado representa seguridad,
protección y control de acceso. En el contexto político, la candidatura a
diputado de ultramar simbolizando un Candado representa la búsqueda de
transparencia, integridad y resistencia frente a la corrupción y los intereses
partidistas. Además, también representa la idea de que la política debería
estar al servicio del pueblo y proteger sus intereses, actuando como un
“guardián” de la democracia y la justicia social en favor de la mayoría.
Los
que amamos la política porque creemos en la fuerza constructiva de lo publico
lamentamos el lodazal en que la política ha caído, derribada por quienes
deberían practicarla con honorabilidad. Tramas de corrupción, financiación
ilícita de partidos y campañas, enriquecimientos subrepticios se añaden a otras
infamias, como son los miopes enfrentamientos patrioteros, la incompetente gestión
económica, la decapitación de cualquier futuro en materia de ciencia,
educación, sanidad y cultura.
Aunque
es peligroso abjurar de la política en general o de simplificarla como unas
praxis incompetentes de estafadores. Lejos de eso, hay que volver a creer en la
política como una cualidad edificante. Posiblemente hoy en día ya no sea
posible dar muestra de confianza a los políticos tal como se organizan en los
partidos, ni a la elocuencia del cliché que utilizan en sus discursos. Por
desgracia, la mayoría de ellos se han empeñado en dar una imagen nefasta de sí
mismos a través de las redes sociales. La ciudadanía, no sin indignación ni
descreimiento, los ve encastillados en sus pequeñas parcelas políticas y en su
legitimidad cuestionada por la realidad, de la que parecen haberse distanciado,
error carísimo para todo político.
Retomando
el Diputado Candado de Ultramar, este no esta exenta de criticas y desafíos.
Los escépticos que argumentan la falta de experiencia política y la supuesta
naturaleza inanimada que me hacen incapaz de desempeñar efectivamente el papel
de legislador. Además, algunos cuestionan si mi participación en la política
simbolizando el Candado es más que una estratagema para llamar la atención y
ridiculizar el sistema electoral.
A
pesar de estas objeciones, la simbolización del Diputado Candado busca general
un debate sobre la naturaleza misma de la representación política. ¿Es
realmente solo necesario utilizar los elementos humanos para representar de
forma decorosa y honrada los intereses del pueblo? ¿O es posible que un símbolo
como un Candado encarne los valores democráticos de manera más autentica y
desinteresada?
Independientemente del resultado de las
elecciones, la candidatura del Diputado Candado ha de servir como un
recordatorio satírico pero perspicaz de la necesidad de renovación y
transparencia en la política contemporánea. Mientras los ciudadanos reflexionen
sobre sus opciones en las urnas, el Candado permanece como un símbolo inesperado
de esperanza y cambio en un mundo político cada vez más complejo y desafiante.
La
actividad política no es el feo trajín autodefensivo y hostil que esgrimen
derechas e izquierdas. La política y su praxis es una actividad altruista,
generosa y servicial orientada a gestionar, por encima de todo, la verdad, tal
cual es, sin manipulaciones, desviaciones u ocultamientos. La política como
árbitro de lo mejor, o al menos de lo posible, para evitar lo malo y sobre todo
lo peor.
Reivindico
de nuevo la política como un servicio a la colectividad, consecución de
objetivos de alcance general y ejercicio de una gobernanza para el bien común.
En esto reside la simbolización del Diputado Candado, como el principio de
equidad que ha de guiar la acción política. Pero no retóricamente, sino con
evidencias concretas, con hechos.
Julio Disla