Por: Rafael Chaljub Mejía
Ahora que el presidente Luis
Abinader ha tomado la muy loable decisión de prohibir que se exhiban las fotos
suyas en las oficinas públicas, me viene al recuerdo algo parecido que fue
dispuesto por el general Gaspar Polanco cuando le tocó ser presidente de la
República en armas durante la guerra de la Restauración contra los ocupantes
españoles.
Polanco era un hombre ordinario,
militar desde los tiempos de la primera República y las guerras de
independencia contra los invasores haitianos.
Era analfabeto, igual que lo fueron
otros presidentes como Pedro Guillermo y Wenceslao Figuereo –Manolao-. Hombre
enérgico, valiente, a veces cruel, llegó al poder después de encabezar el golpe
del 10 de octubre de 1864, que depuso al presidente José Antonio Salcedo –Pepillo.
Para sorpresa de muchos, una de sus
primeras medidas fue suprimir la costumbre monárquica de usar los títulos de
Excelencia, Su Señoría, Excelentísimo y otras calificaciones similares que
desde la fundación de la República se usaban para dirigirse al presidente.
Entonces no había fotos a colores
para que el lambonismo las colgara en las oficinas públicas, pero sobraban esos
calificativos dirigidos a halagar la vanidad y endiosar al presidente. El
general Gaspar Polanco los prohibió y para un hombre de campamento y de
cuartel, iletrado por demás, aquello sigue siendo digno de reconocimiento.
Entró con buen pie al ejercicio del
gobierno y aparte de devolverle el vigor necesario a la guerra contra los
ocupantes, tomó medidas tan importantes como la creación de escuelas en
numerosos lugares del territorio liberado, la revalorización del papel moneda
que se había depreciado hasta niveles catastróficos, restituyó el poder al
municipio, puso a funcionar las alcaldías, anuladas siempre por la voluntad de
los comandantes de armas. Para su tiempo y sus circunstancias, hizo un buen
gobierno.
Se manchó horriblemente con la fría e
innecesaria ejecución del ex presidente Salcedo, el 5 de noviembre de 1864,
pero ya ven ustedes las cosas buenas que aportó desde su gobierno de apenas
tres meses y once días, ya que por el mismo procedimiento que ascendió fue
derrocado, por el golpe encabezado por el también restaurador Pedro Antonio
Pimentel, ante el cual capituló en Jaibón, el 21 de enero de 1865.
Y en eso de alejarse de las pompas
del poder, Gaspar Polanco dio el mismo ejemplo de modestia que, en otras
condiciones, ha dado ahora el presidente Abinader.
Fuente: https://eldia.com.do/gaspar-polanco-y-las-pompas-del-poder/
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