Por: Guillermo Moreno
Con el ajusticiamiento de Trujillo, el 30 de mayo de 1961, se
inicia el proceso de transición hacia la democracia. El primer ensayo se
produce con la elección del profesor Juan Bosch y la adopción de una
Constitución profundamente democrática. El gobierno de Bosch, como conocemos,
apenas duró 7 meses. La oligarquía, una facción de las Fuerzas Armadas, con el
concurso norteamericano le pusieron fin, instaurando el gobierno de facto del
Triunvirato.
El
país cayó en una deriva que dio lugar al levantamiento armado del movimiento
1J4, liderado por Manolo Tavárez Justo, en 1963; al estallido de la guerra
civil de 1965; la segunda intervención norteamericana y la instalación del
gobierno autoritario de Joaquín Balaguer. El retorno de éste al poder en 1966,
permaneciendo por 12 años, a base de privación de los derechos y libertades
democráticas, asesinato de opositores, fraudes electorales, significó un
retroceso hacia las viejas prácticas de la dictadura trujillista de la que él
había sido un actor en primer plano.
En 1978, 15 años después del golpe de Estado,
las fuerzas democráticas del país se articularon alrededor del candidato del
perredé y, con el apoyo mayoritario del pueblo dominicano, le dieron fin al
gobierno autoritario de Joaquín Balaguer. Las primeras señales de este gobierno
fueron el inicio de una nueva transición democrática, pues se liberó a los
presos políticos, regresaron los exilados y hubo un clima de mayor respeto de
las libertades.
A
pesar de ello, en sus 8 años de gobierno, el perredé reprodujo prácticas
antidemocráticas, se cometieron graves actos de corrup- ción, además de ser
responsable de la muerte de cientos de personas en la poblada de abril de 1984.
En ese escenario, Joaquín Balaguer capitaliza la oposición política y retoma el
poder en 1986 y gobierna por otros 10 años.
En el año 1996 asciende al poder el peledé, y
aunque fue con el apoyo de Balaguer, esa alianza, para una parte de la
población, había sido táctica, por lo que se mantuvo la esperanza de que una
vez en el poder, el partido de Bosch realizara su proyecto de liberación
nacional, su propuesta anticorrupción y retomara el proceso de transición
democrático que había quedado trunco, décadas atrás.
La traición a sí mismo y al pueblo dominicano
hecha por el peledé, en los tres gobiernos de Leonel Fernández y los dos de
Danilo Medina, es tan reciente que parecería innecesario relatarla. El peledé
se convirtió en un partido Estado y su comité político se superpuso, como
suprapoder extraconstitucional, a los poderes del Estado. Era, en este órgano
partidario, donde se decidían muchos de los asuntos que luego se llevaban a
legalizar al Congreso Nacional y al Poder Judicial. A la Constitución se le
trató como un pedazo de papel y se le modificó cuantas veces la apetencia de
poder así lo requirió. En los gobiernos peledeístas se despojó al Estado de su
patrimonio, se entregaron los recursos naturales, se depredó el medio ambiente
y se endeudó el país a niveles nunca alcanzados. Los gobiernos peledeístas se
caracterizan por los más espectaculares actos de corrupción. El peledé se
reprodujo en el poder con base en el fraude electoral y una amplia estructura
clientelar desarrollada principalmente a través de asistencia social del Estado.
En
las elecciones del 5 de julio, Luis Abinader y el perreeme sacaron al peledé
del poder, poniéndole fin al régimen político que durante 20 años había
instaurado. Igual que lo hecho por el perredé con el régimen político de
Joaquín Balaguer de los 12 años.
Lo que está por verse es si se repite aquélla
historia o si Luis Abinader y el perreeme, el amplio poder que la ciudadanía ha
puesto en sus manos, lo utilizan para retomar y dar continuidad a la varias
veces truncada transición democrática, en estos últimos 59 años.
Lo primero es hacer un gobierno medularmente
honesto que maneje con pulcritud, transparencia y de forma austera los recursos
públicos.
El impulso de la transición democrática
exigirá, principalmente del liderazgo del perreeme, garantizar la separación e
independencia de los poderes del Estado, el respeto de la institucionalidad y
la plena vigencia del Estado de derechos y libertades.
El tránsito hacia la democracia requiere de un
legislador distinto a la horda peledeísta: uno que tenga conciencia de ejercer
su función de fiscalizar al Poder Ejecutivo, representar a la ciudadanía,
concentrarse en legislar, renunciado a las prácticas peledeístas de ver la
función legislativa como sinónimo de barrilito, cofrecito, exoneraciones y
tráfico de influencias.
La transición democrática requiere de una firme
voluntad para acabar con la impunidad, investigar y perseguir penalmente a los
corruptos, no solo de Danilo Medina, sino también la de los gobiernos de Leonel
Fernández, llevar los culpables a la cárcel y recuperar lo robado.
La transición democrática requiere darles
vigencia a los derechos económicos y sociales de la ciudadanía, la defensa del
medio ambiente, de nuestros recursos naturales y de nuestra independencia y
soberanía nacional.
Serán los hechos de los próximos meses y años
los que revelarán si continuaremos o no en esta ficción democrática.
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