Por Manuel Salazar
Según la mitología griega, Sísifo se pasó de listo y fue condenado a la ceguera, y a tener que subir permanentemente una pesada piedra a la cima de una empinada montaña; para verla derricarse luego hasta el pie de esta, y así volver otra vez, y otra vez, y otra vez, de manera infinita, a hacer y observar lo mismo.
Subía tantas veces la piedra a la cima, como tantas la veía derricarse hasta el pie de la montaña.
Me llega a la mente esa fábula y me pregunto si se confirmará respecto al régimen político vigente que debió morir con Trujillo. Refiero al régimen, a su cuerpo de instituciones que "se levanta" sobre una propiedad económica concentrada en pocas manos.
Que no es este gobierno, ni ningún gobierno en particular; aunque hagan la parte ejecutiva.
Porque los líderes del gobierno hicieron un pacto con la Coalición Democrática del que se espera se habilite las condiciones políticas para una transición democrática que acabe de una vez y por todas con ese régimen centralizado, presidencialista, de decisiones entre cúpulas; al servicio de una propiedad económica concentrada en pocas manos, y excluyente de la participación popular en los beneficios del crecimiento económico y de las decisiones públicas relevantes.
El propósito del cambio, de cambiar el régimen centralizado y excluyente, ha sido varias veces llevado a la cima, y varias veces se ha derricado.
A este gobierno no corresponde hacer esa transición democrática; su tarea es habilitar el ambiente, crear las condiciones mínimas para que aquella se produzca.
Pero observo que va en contravia a ese ideal la práctica de decidir la composición de instituciones esenciales en una especie de reparto entre cúpulas; lo que suena se está haciendo, para decidir los incumbentes de otras instituciones del Estado; además de lo hecho para la JCE.
Cabe tener presente que en 1961 cayó la dictadura de Trujillo, pero no desapareció el trujillismo, sino que pervivió en el régimen político arriba descrito, en personajes públicos y las fuerzas sociales que le dieron sostén. Este se volvió neotrujillismo en el balaguerismo. Balaguer salió de la vida política, pero no desapareció el balaguerismo.
El balaguerismo hizo trasvase en 1996 en el peledeismo, que ha sido un modelo de gobernar, cualquiera haya sido el gobernante de turno.
Porque uno de los desvaríos de los varios gobiernos del PLD era que sus políticas públicas comportaban la corrupción y la impunidad, y estas dos prácticas gemelas han afectado de manera sensible el proceso democrático, el desarrollo y la moral colectiva.
Han afectado el proceso democrático, porque han generado la desconfianza en las instituciones, en tanto estas no han impedido ni castigado la corrupción. Y sin instituciones creíbles no hay democracia.
Han afectado el desarrollo, porque han desviado hacia cuentas personales recursos que pudieron dedicarse a la educación, salud, seguridad social y otros.
Han afectado la moral colectiva, porque han instalado en el imaginario social que se puede hacer riqueza malhabida sin recibir castigo alguno.
Contra todo esto, que es consustancial al régimen que debió desaparecer con Trujillo, se constituyeron fuerzas democráticas que suscribieron el cambio en las elecciones del 5 de julio; y en procesos anteriores han ido a las urnas buscando superarlo una y otra vez, encontrándose al final en que, una y otra vez también, con que nada cambia en sustancia.
Se espera del actual gobierno que cree las condiciones mínimas para descarrilar el reciclaje del trujillismo- balaguerismo- peledeismo en todas sus partes. No es descarrilar a los partidos que lo expresan, sino al régimen que les da cobertura a sus modelos de gobernar.
Y esto no se logra dándole aliento a las maneras que han caracterizado ese régimen, ni a ninguna de las partes politicas que lo expresan.
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