Por Jesús Díaz
A la memoria de José Andrés Quezada, en mi incipiente carrera como periodista nunca pensé escribir un artículo ni nada parecido por la muerte de un amigo o camarada, y menos para publicar en un medio de comunicación, tratando de ser lo más objetivo y apegado a la racionalidad y menos al elemento emocional.
Pero, con la muerte de Andrés Quezada, en las reglas siempre hay exenciones como dicen los teóricos de las palabras, su ida a destiempo duele hasta en el tuétano, por algo que el camarada Manuel Salazar, le llama la ‘’pasta humana’’ refiriéndose a ese componente del que estamos hechos lo seres humanos, valores, principios, conocimientos, y la actitud que tomamos hacia los demás en cualquier circunstancia del día y de nuestras vidas.
Y es que el dolor, duele. Por los tipos de relación que se desarrollan con los círculos en los que nos relacionamos sin importar su denominación.
Lo de Andrés, es una pérdida tan sensible que uno entra en la etapa de la negación, como escribiera Elisabeth Kubler-Ross, en su libro sobre el duelo y el dolor, donde en ese proceso la negación es más simbólica que literal, pero la negación nos ayuda a dosificar el dolor de la pérdida. Hay alivio en ella. Es la forma que tiene la naturaleza de dejar entrar únicamente lo que somos capaces de soportar.
Andrés fue común y corriente con ‘’pasta humana’’ con respeto por el otro, con dar el primer paso, la creatividad, pedir excusas, saludar al que recoge la basura, al que le servía la comida, con un sentido profundo de su existencia y eso es patrimonio inmaterial de la inteligencia, por eso fue significativo socialmente a partir de lo que tenía en su cabeza.
Por eso no dudó un segundo antes de morir y escribir ‘’Cualquiera que sea el desenlace de mi situación sepan que siempre los amaré’’.
Jesús Díaz
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