Por: Rafael Chaljub Mejía
Donald Trump le ha enseñado al mundo lo que los comunistas hemos venido sosteniendo durante más de un siglo, que la democracia norteamericana es una farsa como la de cualquier país bananero y que el sistema imperialista sufre una grave crisis y ha entrado en la fase de su descomposición.
Justamente como lo previó el maestro Lenin en sus estudios. Ya vimos lo traumático que resultó el recién pasado proceso electoral, que incluyó todos los pataleos y la violencia propios de esos procesos en países atrasados, y que incluyó el deprimente espectáculo de un presidente en ejercicio que llama a la turba para que invada la sala del Congreso, donde las dos cámaras estaban reunidas contando los votos electores.
Siguió un asalto violento que dejó el saldo trágico de cinco personas muertas. Al fin pudo solucionarse el impasse del cambio de mando y se va Trump, pero la crisis queda. Porque ya no es una de las crisis clásicas del sistema capitalista, no es una crisis de superproducción ni crisis financiera, aunque haya elementos de ambas en la situación, sino una profunda crisis del sistema imperialista como tal, con sus correspondientes señales de la descomposición que va afectando todo ese viejo orden.
Trump no es simplemente Trump, sino un producto de la decadencia de la sociedad que lo produjo. Por eso y a pesar de todas sus extravagancias mantiene un liderazgo tan fuerte.
Por él votaron setenta y cinco millones de norteamericanos, que no es cualquier cifra y eso significa que una gran parte de la sociedad estadounidense se siente representada por el mensaje de odio, racismo, violencia, xenofobia y otros prejuicios y anti valores que encarna Donald Trump.
Por eso ha dejado una sociedad profundamente dividida y se puede asegurar desde ahora que todos esos sentimientos exacerbados van a seguir latentes sin que se pueda predecir de qué forma y a través de cuál figura saldrán a flote nuevamente.
Cuál curso pretenderá darle el nuevo gobierno a esa profunda crisis en el país cabeza del imperialismo, de seguro que no habrá que esperar mucho para saberlo, cuando más allá de las promesas electorales, el nuevo presidente empiece a gobernar.
Toca a los pueblos y naciones oprimidos del mundo, aprovechar estas lecciones en beneficio de su lucha por poner fin al dominio de esa superpotencia en descomposición y lograr al fin la anhelada liberación nacional y social.
Fuente: Facebook (Periódico Lucha).
Rafael Chaljub Mejía
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