Por César Pérez
Con su resonante triunfo, la izquierda chilena demuestra
nuevamente su irreductible resiliencia, su histórica capacidad de llegar a
acuerdos entre sectores sociales y organizaciones políticas en coyunturas
cruciales. Es el resultado de un inédito grado de madurez política de un
vastísimo movimiento de protestas en ese país, contra un Estado con políticas
que acentúan la desigualdad social. El triunfo de esa izquierda es esperanzador
para Chile por cómo surge, los sectores sociales movilizados para alcanzarlo y
la convergencia política de las fuerzas que lo encabezan. Lo es también para
diversos sectores progresistas que en esta región y en Europa, buscan con
protestas en las calles encontrar el cause conducente a conquistas
sustancialmente tangibles o hacia el poder.
Esta
victoria es también estimulante, porque no solamente fue una campanada contra
un Estado cada vez menos responsable en términos de los servicios de salud,
educación y otros que son básicos para la población, sino contra un
candidato/símbolo de las fuerzas políticas y sociales chilenas que además de
ultraconservadoras, son parte del populismo, el ultranacionalismo xenofóbico y
racista similar a los que sostiene Bolsonaro en Brasil y presentes en todo
Occidente. El sector mayoritario de izquierda chilena supo enfrentar
exitosamente esas fuerzas sin claudicar, con un programa, un discurso de
campaña de clara opción de defensa a los sectores populares y con firme rechazo
y condena a la voracidad y prepotencia de los poderosos.
Algunos
dicen que esta es una nueva izquierda, porque sus principales protagonistas,
incluyendo a Boric, son jóvenes que emergieron como dirigentes políticos al
calor de las potentes protestas que en los últimos años pusieron a Chile a
patas arriba. Pero, pienso es nueva porque asume los valores sustantivos de la
izquierda: la inclusión social, el papel del Estado como ente determinante no
sólo para que la economía crezca, sino para que la riqueza se distribuya con
equidad y sin iniquidad, pero sin renunciar a los valores esenciales de la
democracia: la defensa de las libertades políticas, de opinión, derecho a la
participación, de representación, a la diversidad y contra la obsoleta idea de
una clase y un partido “dirigentes”.
Constituye
una manifestación de esto, el hecho de que Boric, con apoyo militante de
sectores de la nueva y altamente representativa generación de dirigentes y
parlamentarios del Partido Comunista, condenó la reciente falsa electoral de la
satrapía de la familia Ortega en Nicaragua. Esa izquierda que asume el poder no
es nueva por la edad de sus principales dirigentes sino, esencialmente, porque
impulsa un proyecto de sociedad queriendo romper viejos mitos y prácticas de la
vieja izquierda… y de algunos movimientos de protestas. Esto último obliga a
otra línea de reflexión sobre la victoria de Gabriel Boric que, de líder
básicamente estudiantil en poco tiempo, casi sin que le pensase por la cabeza,
sea hoy presidente electo de Chile.
Es
importante reflexionar que en la última década se ha escenificado diversas
protestas sociales básicamente en Occidente, pero extendidas en algunos países
árabes. Que, en general, tienen en común la horizontalidad de su forma de
dirección, heterogeneidad de sus demandas, el rechazo a las fuerzas políticas
tradicionales, su carácter fundamentalmente urbano, las calles como principal
escenario de lucha, significativa presencia en número y activismo de jóvenes
venidos de sectores de las capas medias, pero sin soslayar la presencia
igualmente significativa de sectores signados con la memoria de viejas luchas
políticas progresistas desde diversas matrices ideológicas y de lucha, e
Igualmente, con un borroso o casi siempre inexiste proyecto de sociedad.
El
movimiento que hoy asume el poder en Chile no está exento de algunas de estas características,
pero este se desarrolló en un país con larga experiencia en lograr
convergencias de organizaciones y sectores políticos con serias diferencias,
pero igualmente con seria voluntad para forjar la unidad en coyunturas
cruciales. También, con la existencia de un centenario y sólido partido
comunista que, al igual que diversas franjas de las vertientes socialistas,
tienen profundas raíces en los barrios de las ciudades, fundamentalmente del
Gran Santiago, en el mundo académico y la intelectualidad. Junto a otros
sectores fueron determinantes para que el movimiento adquiriera una perspectiva
política y de unidad en la diversidad.
La
conjugación de esos factores no se ha presentado en otros países, por eso no se
pueden sacar conclusiones simplistas de que “la izquierda avanza en el
continente y en el mundo”, sin ver que lo que allí sucedió no fue un milagro,
sino una demostración de que los sedimentos de las luchas políticas a veces son
determinantes para que se produzcan determinados fenómenos. En tal sentido, en
nuestro caso, hay que reflexionar sobre el contexto en que se desarrollaron los
movimientos de protestas de los últimos años, del pálido contenido clasista de
sus demandas y de la debilidad de las fuerzas realmente progresistas que de
este participaron y del estéril vanguardismo de algunas, a pesar de su extrema
debilidad.
No
afirmo que para que un movimiento de protesta termine en gobierno, o que logre
una incidencia determinante en un sistema político tenga que, necesariamente,
reunir las condiciones que tuvo el que recientemente se produjo en Chile, me
limito a reflexionar sobre el contexto en que esto se produjo. El proyecto de
poder de la izquierda chilena está en proceso, con ajustes que le irían
imponiendo la realidad, pero con clara opción de defensa a los sectores
populares, y la conciencia de que la ultraderecha perdió una batalla, no una
guerra y que sólo con un poder que tenga como norte los intereses de esos
sectores masas populares se pueden enfrentar las desigualdades que condujeron a
ese país a los sucesos de últimos años.
Ahí
radica el significado de este triunfo y de las posibilidades de construir un
proyecto de poder de izquierda que sirva de referencia útil para esta corriente
política.
Fuente: El significativo triunfo de la izquierda chilena | Acento
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