Por Narciso Isa Conde
Los procesos electorales del 2024 han devenido en un negocio multimillonario, diverso y empapado de corrupción. Un negocio más degradado, descarado y pervertido que los anteriores; en tanto la mercantilización de la política conlleva un incremento progresivo de su espuria rentabilidad.
Los beneficiarios del negocio lo manipulan desde fuera y desde dentro. Los partidos son consorcios privados erosionados por empresas individuales. Sus dirigentes administran negocios propios, aceptan inversiones del gran capital o hacen las veces de testaferros de empresarios y narco-empresarios. Los fondos públicos asignados son desigualmente distribuidos para favorecer el bipartidismo.
Las membresías se ven forzadas a ser subalternas y desafortunadas, que ruegan ser incorporadas al tren de gobiernos y alcaldías. Los votantes pasan a ser clientes. Los precandidatos y candidatos fungen de inversionistas privados o intermediarios de los jorocones del dinero. Las campañas son mercados no regulados. Los cargos electivos, por su alta rentabilidad, permiten recuperar inversiones y multiplicar fortunas en plazos cortos.
El predominio absoluto del interés común de los aparatos partidistas y las partidocracias, se ha fraccionado. El egoísmo, atizado por el neoliberalismo, lo ha dispersado en individualidades enfermizas; presto cada quien a aplastar al otro. Los egos han pasado a ser mega-egos.
Los hay, con tanto dinero, que operan como monopolios y carteles. Los botines a usurpar para recuperar velozmente inversiones y multiplicar capitales, están relacionados con el poder de los cargos electivos y no electivos para apropiarse del erario estatal y del patrimonio público y natural de la Nación. Es decir, suelo, subsuelo, sobre-suelos y áreas marítimas; en fin, naturaleza humana y no humana.
La naturaleza humana es gente empobrecida, explotada, discriminada y excluida por un capitalismo patriarcal, racista, adulto-céntrico, ecocida y narcótico. La no humana es tierra, agua, playas, árboles, mares, minas, viento, sol…
En el transcurrir de la mercantilización de la política, los negociantes del ramo se han convertido en empresarios al vapor; y los empresarios en políticos empeñados en privatizar para sí las riquezas del país y la sociedad. De ahí el fracatán de APPS, Fideicomisos y asaltos a la naturaleza, con predilección por minas y agua. Salarios precarios, economía informal, chiripeo y microtráfico.
Tal dinámica, en un país colonizado y recolonizado por los “dueños del mundo”, en el marco de un capitalismo mundial y local gansterizado, equivale a un coloniaje que aplasta la autodeterminación popular y la identidad nacional; donde la inversión política se hace a base de dinero sucio.
Entonces: ¿para qué votar en comicios tan podridos como el Estado y el gran capital privado que los auspicia? Otra ruta es posible.
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