Por Rafael Chaljub Mejía
A las fuerzas progresistas les espera un escenario electoral dominado por tres principales partidos del sistema. Los que han gobernado, moldeado el Estado, las leyes y toda la sociedad en los últimos veinticinco años; y como la izquierda no tiene hoy la fuerza suficiente para modificarlo, tiene dos opciones: refugiarse en consignas generales, abstenerse y ausentarse, o tomar parte en el proceso con objetivos, banderas y propuestas propias, en busca de avanzar aun dentro de la adversidad.
Justamente, como corresponde hacerlo cuando se lucha en un momento no revolucionario y cuando las fuerzas nuestras son débiles y están en franca minoría.
Otro factor negativo, el movimiento vuelve a entrar a otro proceso electoral dividido. Me consta el generoso esfuerzo, la inversión de tiempo, recursos, los sacrificios, hechos por el partido en que milito, la sinceridad con que trató de superar esa división hasta ahora insuperable y, aunque todos lanzaban loas a la unidad, finalmente no pudo alcanzarse la anhelada coalición para la participación conjunta, siquiera de una parte de las fuerzas progresistas.
Alguna vez habrá de analizarse el porqué de esas cosas.
Ahora de lo que se trata es de enfrentar la realidad y actuar. Sería poco realista que alguna fuerza progresista se trace en lo inmediato alcanzar el poder en las elecciones venideras. Pero si se definen bien los objetivos y se trabaja con inteligencia, se puede avanzar significativamente.
Hay que ubicarse históricamente y hacer conciencia de que hay una revolución democrática inconclusa y en las condiciones presentes, hacia su culminación se llega, por el camino de la lucha por reformas y transformaciones democráticas, para superar la herencia reaccionaria que no se erradicó con la muerte de Trujillo y que sigue gravitando en el Estado, en el quehacer político y toda la sociedad.
Luchar por un cambio de época, como ha dicho con acierto la compañera María Teresa, candidata presidencial del Frente Amplio.
Entonces, junto al programa de gobierno, levantar las demandas políticas transformadoras, la lucha nacional por el rescate de la soberanía, educar políticamente al pueblo en torno a ellas, prestigiarlas en la franja más consciente.
Así, el Frente Amplio o cualquier otra fuerza progresista, dejaría sentadas las bases para la entrada al escenario de una tendencia política con perfiles progresistas, patrióticos y democráticos bien definidos y en el camino de crecer y desarrollarse. Eso sería participar en el proceso electoral y salir ganando aun dentro de la adversidad.
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