Por Lito Santana
Lo que están viviendo los haitianos ilegales en nuestro país parte el alma. Cuentan estos hombres y mujeres, en su mayoría jóvenes, que la desesperación se apodera de ellos.
Admiten que su presencia en territorio dominicano es ilegal, pero están atrapados, porque se les hace muy difícil superar esta situación de anormalidad o volver a su Nación.
Precisamente eligieron a República Dominicana porque vivir en su tierra natal es cien mil veces peor. No sólo por la situación económica de Haití, sino por todo el componente político social, que los convierte en presas fáciles de la delincuencia, las bandas criminales y esa sensación de que su vida allá no vale nada.
Por eso prefieren cruzar la frontera al costo y al riesgo que sea, para ver si “Dios los ayuda” y pueden variar ese cuadro que los empuja a salir de su país.
Pero aquí cada vez se les hace la cosa más difícil, pues, aunque reciben un trato cordial de la inmensa mayoría del pueblo dominicano, que los acoge, les facilita realizar algunas labores económicas y existe una química que los convierte en vecinos, alumnos de escuelas y universidades, pacientes de hospitales, delíverys de los colmados, motoconchistas, taxistas y hasta comadres o compadres, de dominicanos en su entorno, aunque las dificultades son permanentes.
Dada su condición de ilegalidad, sienten el temor de ser deportados, tal cual establecen las leyes dominicanas, pero ahora con un agravante, la extorsión económica a que son sometidos por las patrullas de la Dirección Nacional de Migración.
Y es que la nueva modalidad de estos oficiales del Estado dominicano es que, cuando los apresan, se inicia una negociación, que ellos definen como un atraco.
Los relatos incluyen casos de zonas dónde los oficiales de Migración saben donde residen y cuándo deben salir a trabajar en horas de la mañana.
Una cacería que se inicia con las persecuciones por calles y callejones, y ya apresados, obligados a pagar altas sumas de dinero por su libertad, antes de ser registrados en los libros de detenidos.
Existe el testimonio de un motoconchista que la primera vez que lo apresaron tuvo que dar cuatro mil pesos para que lo soltaran. Luego lo apresaron y tuvo que buscar ocho mil y hace unos días debió su esposa buscar 16 mil pesos, para que no lo deporten.
Esto es un atraco en plena luz del día y frente a todo el mundo.
Sin dudas que esta forma de extorsionar a los ilegales cuenta con el apoyo de sus jefes inmediatos, pues deben repartirse “las colectas” al final de la jornada.
Ya estos hombres y mujeres ilegales en nuestro país están en la disyuntiva de trabajar para Migración o retornar a su país, aún con el riesgo que ello implica.
Mientras tanto, cada mañana se oye gritar: “por ahí viene la camiona, corran que son atracadores”. Y así no puede ser.
Fuente: periódico digital "Pronostica Media". Septiembre-10-2024.
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