lunes, 21 de septiembre de 2020

ASESINATO Y SEPELIO DE AMÍN ABEL

 Por: Fidel Soto


Sabíamos que la tenaz persecución contra el comando de emepedeistas que ejecutó el secuestro del coronel  Crowley tenía como objetivo, no el apresamiento, sino la ejecución inmediata. 

Aproximadamente dos semanas antes del fatídico 24 de septiembre del 1970, fue asesinado un joven en nuestro barrio de Villa Juana por el S.S. de la P.N. El crímen ocurrió en la calle Moca casi esquina Mauricio Báez, a tan solo seis cuadras de la casa donde vivían Amín y Mirna. No recuerdo el nombre del estudiante, pero era  parecido a Amín y la creencia generalizada fue que se trató de una confusión  creyendo que era él. Esa noche una vida joven fue sacrificada por esa Gestapo que se mantenía al acecho en permanente estado de crueldad y crímen.

Los nubarrones oscuros rodeaban a un ser muy especial. Decision y valentía, se sumaban a la sencillez y la humildad. Preclara inteligencia no se exhibia, solo se sentía en las acciones de una fragua que fundía el pensamiento y la acción contra la injusticia. En Amín, se unían no sólo las ideas y las praxis. Él constituia el ejemplo de lo que debe ser un comunista.

Ese 24 de septiembre, corrió como agua de un río desbordado la infausta noticia. No nos llenamos de odio, solo una altísima indignación y un dolor inmenso nos copó toda el alma.

En la calle Moca número 9, estaba la casa paterna de Fidel Guzmán (a 15 metros aproximado de donde se cometió el crímen); la mía a dos cuadras; pero ya nosotros desde hace tiempo nos movíamos en la clandestinidad. La cercanía con la vivienda de Amín se unía a la física con su persona, que aunque nos separaba una militancia distinta, nos unían los naturales vinculos de la lucha revolucionaria, más aún cuando él, fue un alto y querido dirigente del Catorce de Junio, del cuál formábamos parte antes de crear la Línea Roja. Pero no sabíamos que se escondían ahí.

El país estaba estremecido. Un crímen monstruoso. Un allanamiento con la representación legal de un fiscal. Delante de la esposa y los hijos. El cadáver dejado en las escaleras por donde corría la sangre, esparcida la masa encefálica de un ilustre ciudadano noble y puro, defensor de su patria.

Gran tragedia demostrativa del  odio y la maldad de un régimen oligárquico burgués, al servicio del imperialismo yankis.

Nos concentramos en la universidad y allí nos sorprendió el audaz Gordo Oviedo, quién rescató el cadáver de la Morgue del hospital y lo depositó en la facultad de ingeniería, donde pasamos el resto del día y la noche en velada y vigilancia. El cadáver estaba tan blanco que impresionaba. Era como si toda su sangre se hubiera quedado fertilizando la tierra.

Me conmovía ver su cabeza rodeada por un pañuelo blanco sosteniendo el cráneo por la mandíbula. El disparo fue a quemarropa,  detrás de la cabeza que hizo saltar la tapa craneal.

El homicida, raso, P.N. Hermógenes López, cumplió la orden superior. Una bala calibre 45, segó la vida de un hombre que convirtió a  Hermógenes en un "héroe", en un "valiente", en un "patriota"; igualado con Balá, Pechito, Estrada Malleta y tantos otros, de tantos tiempos, como los que hoy, todavía pululan, como polillas sangrientas por las calles de Santo Domingo.

Partió el cortejo fúnebre de la UASD, y en el cementerio de la Máximo Gómez, habló Teobaldo Rodríguez, Radhamés Abreu y el autor de estas líneas por la L.R. del 1J4. Leí un fragmento de un artículo de Amín, donde explicaba que sólo se debía tener "miedo al miedo". Y que : " los revolucionarios siguen haciendo la revolución aún después de muertos. Cuando ya no nos queda voz para expresar muestras ideas; cuando ya no queda vida para empuñar el fusil; nos quedan todavía los huesos para que sirvan como astas de banderas".

Desde lo alto de un panteón, mientras me dirigía a esa masa dolida y afligida veía el rostro de Mirna Santos. Desde sus tristes y acongojados ojos salían lágrimas como fuente de un manantial, para unirse en la tierra con la sangre derramada de Amín Abel.


Fidel Soto




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