Por: César Pérez
En
sentido general, estamos en un proceso de transición de un régimen a otro y en
este como en todos esos procesos, las transiciones no son lineales. Sus
características tienen tantos matices que algunos no pueden encasillarse en una
tipología de fácil caracterización.
Esto es
importante tenerlo en cuenta a la hora de juzgar algunas medidas que al inicio
toma un régimen de reciente instalación, porque siempre habrá de situarla en el
contexto jurídico/político que le sirve de marco.
En
esencia, el presente gobierno en el discurrir de sus pocos días ha sido
consecuente con las expectativas/esperanza que ha concitado en la población
para que en el país se produzca un cambio sustancial en la conducción del
Estado. Sin soslayar eventuales yerros veniales o inexcusablemente capitales.
El antiguo
régimen del PLD no se basaba en la fuerza bruta, en la represión abiertamente
violenta que caracteriza a los gobiernos totalitarios para lograr el consenso y
hegemonía que por mucho tiempo mantuvo.
Esta la
obtuvo a través del control cuasi absoluto de las instituciones y de la
asignación discrecional del erario, con la que estableció una estructura de
cooptación de recursos humanos para reproducirse en el poder. De ese modo
estableció un sistema político sustentado fundamentalmente en reglas no
escritas, con las cuales normaba la participación y la forma de competencia
política claramente a su favor.
Con ella
estableció una perversa forma de acceso a las diversas instancias del poder a
muchos de sus conmilitones, excluyendo a importantes actores y personas de la
vida política y social.
El régimen que ahora desmontamos no es la clásica transición de una dictadura a
una democracia, sino esencialmente de una cultura política a otra.
Desmontar
una cultura política de un régimen de vocación patrimonial, como fue el del
PLD, es una tarea compleja.
Es difícil
demoler la amplia red que ese partido estableció para mantener en su estructura
de gobierno a diversos beneficiarios es complicado, porque al hacerlo podrían
cometerse errores. Pero, destruir esa red es básico para establecer una nueva
cultura de la eficiencia, la eficacia y la honestidad en el nuevo gobierno.
Además de
difícil, esa tarea está condicionada por factores de tipo legal que son
insoslayables por un régimen que no ha surgido por una ruptura violenta del
orden anterior.
Esa circunstancia impone gradualidad/tiempo a muchas medidas que deben tomarse
para producir un cambio sostenible.
No
obstante, ya se ha iniciado el proceso de preparación, para instrumentarlos, de
varios expedientes judiciales contra la corrupción cometida en diversas
instituciones del Estado y contra singulares individuos, entre los que se
cuentan quien fuera candidato presidencial del PLD en las pasadas elecciones.
Al mismo
tiempo, el presidente, junto a la responsable de políticas de transparencia,
ética y prevención de la corrupción del gobierno, anuncia una serie de medidas
para adecentar la administración pública.
Una
sistemática acción ciudadana para que sea efectivo un estricto cumplimiento de
estas, podría producir un significativo cambio en las instituciones del Estado.
Estas son
cuestiones de fondo altamente positivas. No obstante, en todo proceso de cambio
se cometen yerros.
Entre
otros, se han producido cancelaciones no pertinentes y acciones legalmente
equivocadas por su forma y contenido. Las medidas, buenas o malas, que tome un
nuevo régimen determinarán el curso que habrá de tomar.
Por tanto,
en este caso, para la consistencia de su aprobación o la pertinencia de su
crítica, el tiempo es determinante.
Fuente: https://hoy.com.do/de-la-transicion-y-sus-tiempos/
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