Por Narciso Isa Conde
EE. UU y fuerzas aliadas del imperialismo occidental, ahora con la selección de Kenia para encabezar lo que llaman una fuerza multinacional de intervención militar en Haití, están acelerando esa determinación.
Tal propósito ha sido compartido por el gobierno dominicano, que anticipadamente se ha colocado al frente de los países latino-caribeños abanderados de esa intervención militar; presentando ante el mundo a la emigración haitiana como una amenaza contra nuestra soberanía y una carga contra nuestra economía.
Se trata de dos grandes mentiras empapadas de un tono racista anti-haitiano muy propio de la ideología colonialista y de sus consecuencias xenófobas, que a su vez conlleva grotescas violaciones a los derechos humanos.
Para intentar justificar su apoyo a la nueva invasión militar a Haití, el Gobierno dominicano esgrime como pretexto la existencia en el territorio haitiano de bandas criminales armadas que alteran gravemente la seguridad ciudadana en ese hermano país, encubriendo de paso el origen y la realidad de las mismas.
Sobre estos argumentos, la primera verdad es que la soberanía dominicana no existe desde hace mucho tiempo por decisión del imperialismo estadounidense y porque desde entonces no la hemos podido rescatar.
Tampoco existe la de Haití, país por demás mucho más débil que el nuestro tanto en el campo económico como en el militar.
La segunda verdad es que es una falacia decir que la migración haitiana a República Dominicana representa una carga, cuando es todo lo contrario: ella aporta en trabajo productivo cuatro veces más de lo que recibe en salarios y servicios sociales.
La tercera verdad es que las bandas armadas de Haití fueron creadas y armadas por la CÍA, el MOSSAD y los paramilitares colombianos; y protegidas, además, por los gobiernos de Martelli, Jovenel Moises y Ariel Henry; con la colaboración de los servicios de inteligencia dominicanos, en todo lo que ha sido el tránsito de sus organizadores y de una parte de su logística por el territorio de este país.
Es otra verdad irrebatible que quienes formaron de esa manera esas bandas no necesitan invadir esa nación para desmantelarlas.
La intervención militar en Haití tiene otros propósitos: impedir que el pueblo se autodetermine y logre una transición soberana hacia la democracia y los cambios sociales
Está claro, que por razones históricas relacionadas con la separación de Haití en 1844 y las situaciones posteriores, la República Dominicana está imposibilitada de enviar tropas al país vecino, a no ser que se quiera meter en camisa de once varas.
Pero bajo presión de Comando Sur, se están habilitando otras modalidades de participación
Hay dos malas señales que podrían ser indicios que el gobierno dominicano está realmente en esa tesitura:
1) El avión de la fuerza aérea de EEUU que aterrizó en Santo Domingo, no lo hizo simplemente en escala técnica como informaron la Embajada estadounidense y el Ministerio de Defensa, sino que ciertamente trasladó hacia acá equipos militares. La mentira fue evidenciada por el matutino Listín Diario el pasado 10 de agosto.
2) En las proximidades de Playa de Najayo, Provincia de San Cristóbal, parece estar operando un campamento de entrenamiento bajo asesoría estadounidense, vinculado al plan intervencionista. En una de las lometas cercanas se han observado y fotografiado instalaciones, techos de tiendas de campaña, ejercicios de paracaidismo y sobrevuelos de helicópteros y aviones súper-tucanos.
Un país como
el nuestro, intervenido tantas veces por esa súper potencia, no debe ayudar a
la intervención de otra nación caribeña. Es indigno hacerlo, por lo que hay que
oponerse a ese paso ominoso y exigir el respeto al principio de no intervención
en los asuntos internos de países hermanos.
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