Por: Narciso Isa Conde
“Estos desatinos solo se explican por la existencia de una
dominación clasista y partidocrática, en la que la salud y la vida de tanta
gente nunca ha ocupado el primer lugar en su ejercicio de poder; ni siquiera la
COVID 19 conmovió sus corazones.”
La experiencia dominicana en materia de apertura económica y
elecciones presidenciales y congresuales en el curso de la pandemia COVID 19,
debe ser apreciada a nivel internacional en su grave negatividad.
El país está en su peor momento desde el inicio de la pandemia.
Pocos nos atrevimos a advertir y denunciar la peligrosidad de
ambas decisiones avaladas por todos los poderes del Estado, por la llamada
clase política tradicional (oficialista y opositora), las cúpulas eclesiales de
todas confesiones, las organizaciones corporativas del gran capital privado,
los grandes medios de comunicación… y hasta por las delegaciones de la OMS y la
OPS.
La opinión provino de cúpulas sociales, políticas e ideológicas
deshumanizadas e insensibles en grado extremo, que explotaron necesidades y
sentimientos con fuertes arraigos.
Resalta el absurdo, puesto que no había que ser genio en la
conducción del Estado, la economía y la política para pensar anticipadamente y
vaticinar lo que ha pasado –y está pasando- con la pandemia, sobre todo luego
de la mala experiencia en el tratamiento del
contagio inicial en vista de la resistencia a cerrar los
aeropuertos para defender intereses de los magnates del turismo, seguida de
unas elecciones municipales realizadas en medio del contagio.
El agravamiento del brote inicial pudo ser apreciado por todo el
mundo, con casos comprobados de contagio importado y comunitario, a causa de la
tardanza en el cierre del país y su inmediata expansión durante las votaciones
municipales.
· UN CORO AUTO-ALIENADO.
De nuevo se hicieron las advertencias, pero estas fueron
arrinconadas por un apabullante coro sistémico que brotó de un bloque social y
políticamente dominante obnubilado por sus ambiciones; con muchas facciones
adictas al enriquecimiento y al poder político a cualquier precio, incluso sin
medir consecuencias previsibles que podrían, como acontece ahora, convertirse
en “boomerangs”.
Ese fenómeno ideológico, acompañado de un enorme poder de
expansión mediática y dominio de mentes, resulta curioso y peligroso a la vez;
y al parecer generado por la decadencia del sistema establecido y su
proclividad al caos: la auto-enajenación de los que se la pasan enajenando a
los pueblos.
No queríamos tener razón, más bien deseábamos equivocarnos.
Pero para colmo, la aventura criticada en fase inicial, se
repitió en varias oportunidades con una emergencia y una cuarentena mal
manejadas, una apertura económica inoportuna y sin posibilidades de cuajar,
convocatoria a elecciones presidenciales y congresuales “aunque entrara el mar”,
campaña electoral clientelista e irrespetuosa de normas sanitarias vitales, y
votaciones y celebraciones altamente contaminantes.
El rebrote le da en el rostro a sus gestores y promotores
obnubilados… hasta generar la alarma y los peligros actuales, que incluso
resuenan a nivel internacional; pendiente todavía la suma de los contagios
generados por un final de campaña tumultuoso, por los descontroles durante las
votaciones del 5 de julio y las irresponsables celebraciones posteriores, que
podría generar algo ser peor.
· CAUSAS Y CULPAS.
Estos desatinos solo se explican por la existencia de una
dominación clasista y partidocrática, en la que la salud y la vida de tanta
gente nunca ha ocupado el primer lugar en su ejercicio de poder; ni siquiera la
COVID 19 conmovió los corazones de sus instrumentos políticos, grandes
empresarios y tutores supranacionales, movidos fundamentalmente por el dinero,
por la ambición, o por el dominio sobre el Estado y el territorio nacional.
El “Estado de Emergencia” y la “Cuarentena” nunca han sido
aplicada con rigor, siempre ha primado el afán de control autoritario del
Presidente Danilo Medina, el ventajismo electoral, el uso clientelista del
Estado y sus recursos, el empleo de dinero sucio acumulado en ocho años de corruptela y la oportunidad de robar con las ventajas que
permiten los atributos excepcionales de la emergencia.
Esto, a su vez, generó en la cúpula opositora -puntera en cuanto
a respaldo de electores- enormes tensiones que la condujeron a intensificar sus
prácticas clientelistas, a emplear recursos espurios y a inclinarse por
riesgosas complacencias con la cúpula empresarial.
¡Hay criminalidad sistémica compartida y hay también
responsables impunes en esas decisiones genocidas, las cuales la historia habrá
de juzgar y castigar!
Ellos, ellas, tienen nombres y apellidos, personales y
corporativos. Los hay presidentes y ex -presidentes, altos funcionarios,
candidatos derrotados y triunfantes, partidos del gobierno y de la oposición,
empresarios elitistas, autoridades del sector salud, asesores bien pagados,
comunicadores de todas las pintas, curas “ensotanados” y pastores
“encorbatados” de varias religiones, diplomáticos encumbrados y funcionarios de
la OMS.
Alarma que siguen actuando como si nada hubieran tenido que ver
en este desastre.
No cuestiono la justeza del inmenso anhelo popular alcanzado,
que culminó con el castigo al gobierno saliente y a todas las perversidades de
dictadura constitucional mafiosa del Partido de la Liberación Dominicana-PLD.
Incluso es explicable el gran interés puesto por la mayoría
dispuesta a votar en desplazar al PLD del gobierno, que en medio de la
abstención más alta de la historia electoral de las últimas décadas, logró su
propósito, confiando en el discurso engañoso de que concurriendo a las urnas no
se corría riesgos mayores.
Pero no se justifica el desprecio esencial y persistente del
triunfante Partido Revolucionario Moderno-PRM y aliados, y de todo el abanico
defensor de este sistema de dominación, respecto al previsible impacto trágico
de una apertura económica, una campaña electoral y unas votaciones
evidentemente a destiempo y reñidas con la salud y la vida de esta sociedad.
En verdad, determinados motivos justos, no eximen de culpas a
los responsables de los agravamientos expresamente provocadas y, además,
previsibles, de este tipo de tragedia social y humana.