Por: César Pérez
El
nuevo gobierno surge en el contexto la pandemia más devastadora, desde el punto
de vista económico y sanitario que jamás haya existido, conjugado con el
llamado fin del ciclo de los gobiernos progresistas en esta región, lo cual
plantea una casi total refundación del país.
En tal circunstancia, son de suma importancia
la selección de un tren administrativo plenamente solvente y eficiente, además
de una justicia independiente. Pero eso es insuficiente para producir un
cambio, porque el deterioro de esta sociedad no sólo es político, sino social.
Por lo cual, la articulación de sujetos político/sociales es imprescindible,
básicamente de aquellos que hicieron posible este nuevo régimen.
El
éxito o fracaso de cualquier proyecto de cambio reside en la capacidad de sus
gestores de incorporar a la población a dicho proceso.
Sin embargo, esa incorporación no debe
confundirse con cooptación de individuos, ni mucho menos de las organizaciones
de la sociedad civil, porque tan pronto comete el error de integrarlas a la
lógica/estructura del proyecto, limita el pluralismo que es el pivote
fundamental de la política en todo proceso con pretensiones de regeneración y
democratización de una sociedad casi totalmente fracturada por un régimen, como
el que afortunadamente está finalizando.
Nadie,
con un mínimo de sentido de la política, puede pensar que el final de los
gobiernos del PLD y su partido, constituye el fin de la política, el fin de las
grandes contradicciones y de las exclusiones sociales y de clases presentes en
la sociedad dominicana. Además, esas contradicciones y exclusiones vienen de
lejos, no sólo atribuibles a ese partido/gobierno. Tener conciencia de esta
circunstancia, al tiempo de actuar en consecuencia, es fundamental para que
aquellas fuerzas político/social que hicieron posible la caída del antiguo
régimen, jueguen un rol determinante en el nuevo proceso. De ese modo
apuntalarían lo ya logrado y se fortalecerían como fuerzas.
Su
acción deberá dirigirse contra las causas determinantes del estado de pobreza,
marginalidad y falta de oportunidad para una vida mejor de la mayoría del
pueblo dominicano. El nuevo gobierno deberá ser eficiente, pero esencialmente
eficaz si enfrenta resueltamente las causas de la pobreza y nuestro bajo índice
de desarrollo humano. Su futuro, y el de las fuerzas que lo apoyan, dependerá
del éxito o fracaso de la lucha en el territorio en general y en los espacios
urbanos en particular, para mejorar los servicios básicos, por gobiernos
locales eficientes y transparentes, la laicidad del Estado, control migratorio,
pero terminando la apatridia, apoyo a los pequeños y medianos sectores
productivos, limite los impenitentes poderes fácticos y la voracidad del gran
capital nacional e internacional, etc.
En
la lucha por estas cuestiones, y en su éxito, está la posibilidad de la
rentabilización de la apuesta por la coalición ahora el poder, hecha por los
partidos, tanto del grande como de los pequeños. Si estos últimos lo aprovechan
sólo para acomodarse en puestos en el Congreso y en el Parlacen, estarán
cavando sus tumbas, porque difícilmente se les presentará otra ocasión como la
presente. Por experiencia, los gobiernos progresistas o que se presentan como
tales, son embestidos furiosamente por los sectores conservadores cuando se
toman medidas que afectan sus intereses y los medios de comunicación son su
principal instrumento. Cómo enfrentar ese potencial factor y los efectos de la
pandemia y cómo hacerlo, constituye el gran reto del nuevo régimen y de las
fuerzas que lo apoyan.
En
la presente coyuntura, lo determinante es cómo se procesan las contradicciones
entre las fuerzas políticas emergentes y las del antiguo régimen, sino también
entre el nuevo régimen y los intereses económicos y de los poderes fácticos que
en gran medida configuraban del anterior. Esa es la cuestión, por lo tanto, es
imperativo dejar a un lado el tremendismo verbal que muchas veces impide ver
los matices o peor, hacer de un matiz la esencia de una cuestión.
Uno o
dos nombramientos que puedan calificarse de infeliz, de malo o bueno, no determina automáticamente la tendencia futura de un nuevo régimen ni la
posición a tomarse frente a este régimen.
Lo determinante es la
inteligencia para actuar y pensar políticamente para, en todos los escenarios, impulsar
un cambio que última instancia, a breve y largo plazo, marcará el destino de
este país y de las fuerzas políticas dentro o fuera del gobierno entrante,
además de aquellas, las desplazadas, que le estarán en contra.