Por Julio Disla
El
intento de magnicidio contra el expresidente Donald Trump no solo fue un ataque
contra un líder político, sino, además, un asalto a la estabilidad política y a
la institucionalidad de la nación norteamericana. Esta acción conmocionó a la
sociedad y generó interrogantes sobre la seguridad, la motivación detrás del
ataque y las posibles consecuencias a largo plazo.
Contexto
Histórico
Los
magnicidios y los intentos de asesinato de lideres políticos no son fenómenos
nuevos. A lo largo del proceso histórico, numerosos jefes de Estado han sido
blanco de atentados. Desde el asesinato de Julio César en la antigua Roma, así
como otros emperadores corrieron la misma suerte en otros estadios histórico de
la humanidad. En el caso de Estados Unidos, la historia comenzó con el
asesinato de Abraham Lincoln en 1865; quien se convirtió en el primer
presidente que murió asesinado, le siguió James A. Garfield, en 1881, mientras
en 1901 engrosó a la lista William McKinley.
Uno
de los acontecimientos más conocido de esta saga de crímenes ocurrió el 22 de
noviembre de 1963, cuando el trigesimoquinto presidente, John F. Kennedy, fue
herido mortalmente en Dallas, Texas. A él le siguió su hermano menor, Robert
Kennedy, fallecido el 6 de junio, tras ser herido de muerte mientras hacia
campaña para las elecciones presidenciales de 1968.
Ronald Reagan, quien es identificado como el cuadragésimo
presidente de Estados Unidos, estuvo a punto de ser asesinado a manos de un
pistolero, en marzo de 1981, en Washington. Cada presidente en la historia de
este país ha sufrido alguna vez un intento de asesinato; pero si sumáramos a
estos los que han sido organizados y planificados desde la Casa Blanca contra
lideres que les son “molestosos” en otras regiones del mundo, como los presidentes Muamar Gadafi, de
Libia y Salvador Allende, de Chile, no alcanzaría un centenar
de tomos de historias.
El
intento de magnicidio: Hechos y cronología.
El
ataque tuvo lugar el pasado sábado 13 julio en Butler, Pensilvania; cuando el
expresidente Donald Trump iniciaba el último mitin político previo a su
proclamación como candidato Republicano para las elecciones de noviembre
próximo. Casi inmediatamente después de iniciar el mitin, sonaron los primeros
disparos, el expresidente se estremeció en el escenario, se agarró la cara y se
tiró al suelo. En esos caóticos minutos que siguieron a la balacera, Trump fue
ayudado a levantarse y ponerse de pie por los agentes del Servicio Secreto y
mostro una señal de vida: levantando el puño derecho hacia el cielo y grito a
la multitud: “Luchen”. Esa imagen inundó las redes sociales, como si todo
hubiera sido planificado de antemano.
Una
bandera estadounidense que no estaba en el escenario aparece flotando casi
sobre la escena, hay veta de sangre sobre la oreja derecha de Trump y en la
cara. El intento de asesinato perpetrado por el joven Thomas Matthew Crooks;
lejos de reducir la posibilidad de triunfo del candidato conservador
Republicano, la ha agigantado; pues la imagen indeleble de nuestra era de
crisis y conflictos se extiende por doquier.
En
ese escenario, Trump parecía consciente de la imagen que estaba creando. Es una
imagen que lo captura como le gustaría que lo vieran, tan perfectamente, de
hecho, que puede sobrevivir a todas las circunstancias y tempestades.
Cría
cuervos y te sacaran los ojos, podría estar relacionado con la
situación que en los últimos años viene produciéndose en el territorio
norteamericano; donde fue creado el Frankenstein de la violencia armada,
rentable para las grandes empresas que fabrican esos instrumentos de muertes;
pero que el monstruo termina virándose contra sus creadores.
El
fusil ARA-15 utilizado por el joven Thomas Matthew Crooks en el atentado contra
el expresidente Donald Trump es uno de los más populares en la nación. Millones
de estadounidenses poseen un arma similar. Descrito como “asequible,
personalizable, ligero y letal”, por los vendedores de armas, mientras que
los medios de comunicación lo han bautizado al rifle como el “arma
preferida de los asesinos en masas”.
Por
solo citar algunos ejemplos, los rifles Ar-15 fueron utilizados en los tiroteos
masivos de Sandy Hook, en Connecticut, Parkland, Las Vegas, Sutherland Springs,
el Club Norturno Pulse, Uvalde, la Covenant School de Nashville y en el Old
National Bank de Louisville. “El negocio de las armas y la escalada de
violencia política en Estados Unidos propician incidentes como el que ha tenido
lugar en Pensilvania contra Trump”.
El
intento de magnicidio contra el expresidente Donald Trump es un recordatorio
sombrío de los riesgos y desafíos que enfrenta la nación estadounidense y la
fragilidad de la estabilidad política. Este hecho debe servil como un
llamamiento a la reflexión sobre la necesidad de controlar el uso y venta de
armas de fuegos, la necesidad de abordar las causas subyacentes de la violencia
política y la importancia de la democratización social en tiempo de crisis.
La sociedad debe unirse para condenar estos actos y trabajar hacia un entorno donde las diferencias políticas puedan dirimirse en un clima de diálogo y debate, en lugar de la violencia y la intimidación. La preservación de la democracia y el respeto por la vida humana deben ser prioridades inquebrantables de cualquier nación.