Por Julio Disla
Es extremadamente difícil escribir
manteniendo la ecuanimidad cuando se asiste a un genocidio que el mundo se
limita a observar desde las fronteras; porque los organismos internacionales,
como la ONU en primer lugar, creada para salvaguardar la paz en el planeta, ha
dado muestra de una total inoperancia. Si había dudas acerca de ellos, hoy se
ha hecho patético y evidente.
Es un imperativo que el mundo cambie y que
surja un nuevo sistema internacional justo, equitativo, democrático y de
justicia. Los hechos son testigos de que aquellos que se ha dado en llamar
“Occidente colectivo” va a quedar fuera del mundo del futuro
En este aspecto, y dando continuidad al
conflicto Israel-Palestina, ahora intentaré abordar un espectro un poco mas
amplio que expone otra arista de este, a saber, la correlación de fuerzas, las
repercusiones subregionales y regionales de este suceso que ha movilizado el
planeta entero y las influencias que ellas generan.
Las manifestaciones de correlación de
fuerzas en la guerra incluyen enfrentamientos militares, disputas
territoriales, tensiones étnicas y religiosas, así como los esfuerzos
internacionales para mediar y buscar soluciones.
Tengo la percepción que los hechos
iniciados el 7 de octubre, son un “tanteo” para futuras operaciones de un nivel
superior. Dicho en otro termino, todo lo que ha ocurrido desde ese día de la
operación de Hamas es parte de un combate para diseñar escenarios y hacer
preparativos para la batalla final que será aquella en la que una coalición de
países árabes y musulmanes, se propongan actuar unidos para derrotar a Israel,
liberal a Palestina, recuperar a Jerusalén oriental y las alturas del Golán.
Este momento aún no ha llegado. Lo afirmó
el canciller iraní Hosein Amir Abdolahian cuando dijo que “la resistencia
decide sobre la hora cero para cualquier acción en caso de la continuación de
los crímenes de Israel contra Gaza”.
De acuerdo con algunos especialistas sobre
los problemas árabes entrevistado en Tele Sur, aun no existen todas las
condiciones para librar esa batalla, las mismas deben crearse en los cuatro
niveles. De hecho, la operación “Diluvio de Al Aqsa” fue planificada,
organizada y realizada en total secreto, al punto que no fue conocida ni
siquiera por los aliados internos ni externos de Hamas. Siendo que esta causa
es de todos los palestinos e incluso de todos los árabes y musulmanes, la misma
no ha sido, ni de lejos, una acción de todas las fuerzas palestinas; tampoco
del eje de la resistencia. Estas se han limitado a “felicitar” a Hamas, sin
involucrarse en ella, sino hasta despues de conocer el alcance de esta.
Percibo que, en el nivel interno, las
fuerzas palestinas no están unidas aun para enfrentar al enemigo común. Aunque
en enero de 2022, cinco de ellas: Hamas, Al Fatah, el Frente Democrático de
liberación de Palestina (FDLP), el Frente Popular de liberación de
Palestina(FPLP), y la Yihad islámica se reunieron en Argel buscando dirimir sus
diferencias y unir fuerzas, el proceso iniciado no ha concluido. Recientemente
en Jordania, realizaron un encuentro de delegados y pactaron realizar acciones
comunes en la nueva situación de palestina, lo cual no se ha concretado.
Israel por su lado, ha apostado a la
división de las fuerzas políticas palestinas. El trato hacia Cisjordania no ha
sido el mismo que hacia Gaza. Sin mediatintas, en declaraciones que hubieran
hecho sonrojar al propio Hitler, algunos lideres sionistas como el primer
ministro Netanyahu ha dicho que se debe implementar un “asedio total” contra
Gaza o, que al menos sea “más pequeña cuando termine la guerra” como afirmó el
ministro Gideon Saar. Así, puede observarse que, en el mundo de hoy, los
genocidios son informados de antemano a la opinión publica y trasmitidos en
vivo y directo por la morbosa mediática internacional.
En
la otra trinchera, el Estado de Israel intenta transmitir unidad frente al
“enemigo común”. De hecho, las fuerzas
que llevan meses en las calles protestando contra el autoritarismo de Netanyahu
han anunciado el cese de sus actividades, aunque algunos se han movilizado por
la liberación de los detenidos y el cese del fuego contra los hospitales en
Gazas. En medio de esta situación, el
primer ministro sionista ha propuesto la creación de un gobierno de unidad
nacional; sin embargo, Yair Lapid, uno de los principales lideres de la
oposición se ha negado a formar parte, aduciendo que no puede estar en el mismo
bando con la ultraderecha. Aunque parezca difícil de entender, en
Israel, Netanyahu es considerado un político de la derecha moderada, que se ha
visto obligado a hacer acuerdos con partidos de la extrema derecha y del
partido sionista religioso ultraconservador a fin de construir una alianza de
gobierno.
En un articulo publicado bajo la firma de
Sergio Rodríguez Gelfenstein, titulado “Algo huele mal en Israel”, se hace
referencia a las declaraciones del mayor general Uri Gordin, jefe del comando
norte del ejército israelí, quien había alertado “en el sentido de que
Hezbollah podría disparar hasta cuatro mil misiles contra Israel en los
primeros días de un potencial conflicto bélico que podría desatarse. De acuerdo
con el alto jefe militar citado en el escrito de Sergio Rodríguez Gelfenstein,
esto significa unas 10 veces mas que los utilizados en la guerra de 2006 y
aseguro que la organización libanesa podría ir incrementando la cifra a razón
de 1.500 a 2.000 diarios”.
La conclusión es clara: Israel no tiene
capacidad para enfrentar simultáneamente a las organizaciones palestinas, al
Hezbollah libanes, al ejército sirio, a los más de 30 mil combatientes iraquíes
de la resistencia que se pusieron en alerta de combate desde el 7 de octubre, a
la gran capacidad coheteril de Yemen, al gigantesco potencial militar de
Iran,por no hablar de los 2 millones de palestinos que viven en Jordania y el
fervor patriótico de millones de árabes y palestinos en Asia Occidental y en
todo el mundo.
Ni siquiera con el apoyo de Europa y de los
Estados Unidos, Israel podrá resistir una avalancha de esa magnitud. Es lo que
quiere evitar Joe Biden. Por eso viajó recientemente a Israel, después de
haberlo hecho en dos ocasiones el secretario de Estado Anthony Blinken. Vale
decir que Israel, al igual que Ucrania, basa su capacidad de combatir en el
apoyo de Occidente, en particular de los Estados Unidos. Lo dijo abiertamente
el contraalmirante Daniel Hagari, portavoz del ejército de Israel:” Si
Hezbollah se atreve a ponernos a prueba, la respuesta será mortal. Estados
Unidos nos presta todo su apoyo”. Lo reitero el propio presidente Joe Biden
cuando desde Tel Aviv anunció que Washington apoyará a la entidad sionista
“hoy, mañana y siempre”. Todo eso, un día después del ataque al hospital en
Gaza que dejó miles de niños, mujeres y ancianos asesinados por los misiles
israelíes en Gazas.
Ese
apoyo también ha significado tres vetos estadounidenses a resoluciones del
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Una de ellas, propuesta por
Brasil, aunque bastante tibia, convocaba a hacer “pausas humanitarias” en medio
del genocidio de Gaza. Las otras dos, en forma de enmiendas, fueron propuestas
por Rusia. En la primera de ellas se “condenaban los bombardeos
indiscriminados” mientras que la segunda instaba “a un alto al fuego inmediato,
estable y plenamente respetado”. Una vez más Estados Unidos favoreció el
terrorismo mientras que la ONU mostró su incapacidad para evitarlo.
Visto el panorama desde diferente eje, es
evidente que los palestinos por si solos no tienen capacidad para establecer
una correlación de fuerza militar que rompa el equilibrio en su favor. Si algo
ha potenciado la lucha del pueblo palestino ha sido la fortaleza y la evolución
de la capacidad combativa del eje de la resistencia liderado por Irán.
Julio Disla