Por: Rafael Chaljub Mejía
Que no pase ahora lo que ocurrió
cuando el cambio de agosto de 1978. Entonces el movimiento progresista hizo
causa común con el perredeísmo para desplazar a Balaguer y conquistar la
libertad política.
Los dos propósitos se lograron, pero
cuando llegó la libertad política no supimos qué hacer con ella. Era el momento
de aprovechar el cambio para levantar un programa de reformas por la
democratización de la vida política, ir mucho más allá del cese de la represión
de los doce años del balaguerismo.
Procedía plantear demandas como la de
la reforma constitucional por medio a una constituyente electa por voto
popular, que sobre las ruinas de la vieja constitución balaguerista le diera a
la República el marco jurídico indispensable para una cabal reorganización del
Estado. Era el momento de luchar por completar la transición democrática
pendiente desde la caída de la tiranía.
El grueso del movimiento de izquierda
entendió otra cosa. Se fue a organizar huelgas de choferes, protestas
barriales, por demandas económicas, que son y serán siempre cosas muy
importantes, pero no tanto como para olvidarse de la política. Esas protestas
crecieron y algunos lanzaron la consigna de la “revolución inminente” y resultó
que quien cosechó el desgaste del perredeísmo y se volvió “inminente” fue
Balaguer, que en 1986 volvió al gobierno por diez años más.
Ahora hay otro cambio y Luis Abinader
ha sido la vía. Él se ha comprometido con los Lineamientos Básicos de la
Coalición Democrática. En el discurso con que saludó su triunfo, reiteró su
compromiso con la democratización, el rescate de las instituciones y la lucha
contra la corrupción y la impunidad, que están en la esencia de esos
Lineamientos.
Saludable.
Todavía no acaban de contar los votos
y ya circulaban emplazamientos y amenazas con sacar de nuevo la gente a la
calle. Como quien le hace culto a la consigna anarquista de: Abajo el que está
y abajo el que suba.
No hay que hipotecar los objetivos
propios, ni ignorar el carácter conservador de determinados sectores nativos y
extranjeros que han respaldado al nuevo presidente. Pero este ha reiterado sus
compromisos con las reformas democráticas y la moral administrativa, entonces,
sin precipitaciones ni prejuicios, juzguémoslo por el comportamiento que
observe frente a ellos. Queríamos avanzar un paso y lo logramos. Con la
seguridad del que sabe lo que busca, sigamos la marcha, y con el estímulo de
este triunfo, continuemos la batalla por objetivos históricos de mucho más
alcance.
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