¡Rompan filas!
Después de mucho alardear sobre la unidad de izquierda y progresistas, sus principales protagonistas se han replegado a buscar alianzas, acuerdos y pactos con el PRM y a lo que llaman ahora Rescate RD (PLD, FP, PRD). Sus acercamientos los vemos en las elecciones municipales en camino, sin la menor duda, a las congresuales y presidenciales.
Pareciera que los intentos de unidad tenían la intención de acumular "fuerzas" y opinión pública para negociar con los inquilinos del Palacio Nacional y con la oposición política al gobierno. He dicho y repito: “el tiempo se encarga de aclararlo todo y colocar a cada quien en su lugar”. Una sentencia milenaria.
Ese desplazamiento acelerado, para que la guagua no los dejen, de progresistas y de algunos izquierdistas hacia el gobierno y el PRM, lo que provoca es risa, pena y vergüenza a la vez. Desconociendo el papel transformador de los que están llamados a dirigir un tramo de la etapa democrática. Los que se han ido con "Rescate RD" son harina del mismo costal en esta coyuntura electoral.
Es preciso destacar que, dentro del movimiento revolucionario, solo varios grupos se embarcaron en aquellos aprestos de unidad fallida. Otros, muy diversos, habían pronosticado el triste final, revelador y aleccionador. Sin embargo, al no presentar posiciones políticas saludables para aprovechar la coyuntura electoral, se mantienen replegados también. La desconfianza y la ambigüedad han oscurecido el ambiente, debilitando la credibilidad en las relaciones partidarias en un litoral que augura un futuro esperanzador e inevitable.
Reconocer, a pesar de todo, la participación contra viento y marea en el proceso electoral del Partido Patria Para Todos
(PPT) encabezando una coalición de agrupaciones políticas y comunitarias con
sus candidatos, programa de gobierno y sus consignas propias. Alejada de
cualquier vinculación con los partidos de derecha.
Hay que tener presente que en política la verticalidad ética y moral está íntimamente relacionada con convicciones y formación personal, el dominio creativo que se tenga de la teoría revolucionaria y el despojo de los vicios de clase que se arrastran, sin darse cuenta, como un saco de impureza acuesta. La pequeña burguesía en sus distintas capas se encuentra predominante en la izquierda y no pierde la oportunidad para dar rienda suelta a sus instintos de clase.
Si
se quiere construir una alternativa política y electoral, social y popular, hay
que acudir a la población con un proyecto muy bien diseñado y planificado para
organizarlo, educarlo y crear conciencia ciudadana. Y, entonces, dar nacimiento a hombres y mujeres nuevos
de cara a los desafíos de la época. Seguir apegados a los partidos tradicionales y mayoritarios para
poder conseguir posiciones electivas, nombramientos del mandatario de turno y conservar la personalidad jurídica, es una aberración, trampa mortal, de mal gusto, que lleva confusión y desengaño. Alimentando al gusanito de clase que tiene adentro.
En materia electoral a los revolucionarios les falta mucho por aprender. Aceptar las elecciones como parte de la etapa democrática con sus imperfecciones para librar jornadas de debates en el mismo seno de las deliberaciones institucionales y lograr su transparencia y adecuación a nuestra realidad. Votar aunque sea nulo en las elecciones municipales, congresuales y presidenciales, es un mandato de la historia para ir creando la cultura del voto de izquierda. Con el aislarse del proceso electoral, la izquierda ha pagado un costo muy alto.
¿Quién
ha dicho que los revolucionarios tienen que hacer causa común con gobiernos, como el de Abinader y el PRM, corruptos, privatizador de lo público, incentivando un crecimiento empobrecedor que
satisface al capital, descomponer el aparato productivo para privilegiar las
importaciones, con la peor educación pública, con un sistema de salud que mata a los
pobres, entre otros?
¡Mucho cuidado! En la lucha ideológica, el PRD de Peña Gómez ha sido la tumba de muchos dirigentes y militantes revolucionarios. Ahora, al PRM de Hipólito y de Abinader le toca su misión de clase: envenenar a los muchachos.
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