Por Bienvenido Scharboy
Por razones que mis amigas y amigos cercanos/as conocen, en los últimos meses he tenido que estar un poco alejado del debate político, y en contra de mi voluntad tuve que abstraerme de mis acostumbradas opiniones sobre temas coyunturales y en el caso más reciente no pude plasmar mis posiciones sobre las pasadas elecciones presidenciales y congresuales.
No obstante al señalamiento anterior, a través de mis redes sociales, en algunos momentos sacaba espacios para compartir en mis redes sociales alguna propaganda de candidatos y candidatas de fuerzas progresistas (Frente Amplio (FA) y Partido Patria para Todos y Todas (PPT), que me llegaban por diferentes vías.
En ese sentido, aunque no tuve tiempo ni condiciones para escribir, ejercí el sufragio en la boleta presidencial y una parte de mi familia a favor de María Teresa Cabrera, candidata por el Frente Amplio porque mantuvieron su palabra de llevar una candidatura independiente, en ese nivel, del partido gobernante, aunque hicieron alianzas en algunos lugares en los comicios municipales de febrero pasado y con algunas candidaturas congresuales en el pasado torneo.
A nivel de diputación, votamos en la Circunscripción Tres por Jorge Iván Rodríguez, en la boleta de Patria para Todos y Todas y aunque no la conocía marqué a la candidata a senadora por el Distrito Nacional, de la misma organización, es decir, el PPT.
La desalentadora participación electoral
No me gusta utilizar el término fracaso cuando se analiza la participación en un torneo electoral de las organizaciones de izquierda, porque es el que comúnmente utilizan los enemigos de las fuerzas progresistas, tanto externos como a lo interno de su litoral. Además, en el sentido estricto de la palabra es más “frustrante”, “funesto”, “estrepitoso”, entre otras acepciones catastróficas.
Para esta coyuntura prefiero utilizar el concepto “derrota”, porque es más coyuntural o circunstancial, y es un golpe que puede superarse con una seria crítica y autocrítica profunda, que dé como resultado la elaboración y aplicación de una política que resuma o sintetice las aspiraciones del conglomerado por el que lucha la izquierda, que puede ser denominado “masa”, “población” o “ciudadanía”.
Además, una derrota coyuntural no es el entierro definitivo de una organización o de una corriente que encarne ideas progresistas que, en el marco del sistema capitalista luchan o deben luchar por el poder en condiciones desiguales y con un sistema electoral excluyente y antidemocrático.
A partir de 1978, las derrotas electorales han sido desalentadoras para la izquierda dominicana porque luego de estos procesos caen en el mar de las frustraciones y se tardan un largo tiempo para levantarse y activarse, por los devastadores efectos de las bajas votaciones obtenidas.
La dirigencia y parte de la militancia nunca han entendido que un proyecto electoral alternativo no se improvisa, se construye a corto, mediano y largo plazo, y que prenderá en cualquiera de uno de estos estadios, en la medida en que se ganen la simpatía y el “corazón” de la población, con la proyección de nuevos liderazgos locales y nacionales con capacidad política, autoridad moral, y un discurso que cautive por lo menos a un sector de la población y la motive a organizarse en sus estructuras, que deben ser más abiertas para estos fines.
Las tareas del momento
Sin caer en muchas elucubraciones, pienso que tanto la izquierda abstencionista como la que participó y ha participado en los últimos procesos electorales, deben abrir espacios de reflexión y debates no solo a lo interno de sus estructuras, sino también con la población en comunidades, barrios, localidades del interior y con el público de las redes sociales (priorizando siempre el contacto personal con la gente) para escuchar sus opiniones sobre la izquierda, recoger sus inquietudes y calibrar las aspiraciones reales del pueblo en su lucha por mejores condiciones de vida y su verdadero progreso.
El liderazgo tradicional de la izquierda debe dar un ejemplo de desprendimiento y darles paso a nuevas figuras y acompañarlas en su proceso de formación y proyección. Ya el Partido Comunista del Trabajo (PCT) y el Frente Amplio (FA) dieron un ejemplo con la composición de su boleta presidencial encabezada por María Teresa Cabrera y Jesús Díaz, con la intención de inaugurar una nueva época en el liderazgo político. Sus roles y proyecciones deben continuar en el debate político y no rezagarse por los resultados electorales.
No es tiempo de lamentos por las bajas simpatías electorales ni de atribuirse falsas victorias por el nivel de abstención, en el caso de los abstencionistas, que tampoco han crecido, porque siguen aislados de la población, sin propuestas para resolver los grandes males que afectan a nuestro sufrido pueblo, con la finalidad de superar y transformar este injusto e inhumano sistema, construyendo poder alternativo desde abajo, en los escenarios naturales: calles, campos, comunidades y organizaciones sociales y populares.
En la presente etapa postelectoral la izquierda debe salir erguida, evaluar su participación en los pasados comicios municipales de febrero y presidenciales y congresuales del domingo 19 de mayo, así como su pobre desempeño en términos de simpatías de votos. Y cuando hablo de la izquierda me refiero únicamente al PCT, Frente Amplio, Patria para Todos y Todas y sus aliados, el Partido de la Unificación Comunista (PUC), entre otras organizaciones.
Lo propio deben hacer el Referente de la Izquierda Dominicana (RID), el Movimiento Caamañista (MC) y el Movimiento Popular Dominicano (MPD). Los dos primeros se abstuvieron en todo el proceso electoral, y el segundo apoyó algunas candidaturas locales en la boleta del FA en las elecciones municipales e hizo un «repliegue táctico» en las presidenciales y congresuales.
Los abstencionistas totales o parciales deben evaluar si cada cuatro años levantarán el mismo discurso del sistema excluyente para justificar su aislamiento o si se decidirán a recobrar la vocacion de poder de la izquierda y librar la lucha politica en todos los escenarios, con el objetivo de conquistar o arrebatarle el poder a los partidos tradicionales, en los planos local y nacional.
La izquierda debe extraer las experiencias de esta participación electoral, asumirla como un revés, la pérdida de una batalla y no de la guerra final contra el sistema capitalista, los corrompidos partidos tradicionales y los capituladores cooptados por el régimen vigente.
El fenecido pensador y militante revolucionario Ángel Pichardo Almonte, escribió en uno sus innumerables aportes teóricos que nuestro rol como revolucionarios y revolucionarias es “criticar y superar la sociedad capitalista y todo lo que intenta justificarla” y que uno de los principales desafíos de la izquierda dominicana es “la necesidad histórica de desarrollar nuestros planteamientos fuera de la lógica dominante”, porque “uno de los principales problemas es que hemos ido a la cola del pensamiento dominante”.
En síntesis, hay que construir discursos críticos al sistema y propuestas de superación desde las mayorías, apelando a la inteligencia colectiva. La única manera de lograr esta tarea es trascendiendo el análisis y el debate de las estructuras y locales de las organizaciones de izquierda, abriendo espacios de intercambio de ideas con los oprimidos y oprimidas del sistema, es sus territorios, y con los aportes salidos de la sabiduría popular elaborar un discurso alternativo y una estrategia de comunicación dirigida a visibilizar nuestras ideas e incidir en diversos sectores populares, a la vez que nos permita incursionar en el debate político.
Finalmente, a la izquierda abstencionista, a la que participó en las elecciones y a los fatalistas partidarios de la teoría del fracaso, exhorto a que en su propio contexto tengan en cuenta una frase utilizada por el timonel de la revolución china Mao Tse-tun, al dictar una charla sobre la práctica, quien dijo «el fracaso es madre del éxito» y «cada fracaso nos hace más listos».
Transformemos la derrota electoral en éxito, acerquemos nuestra práctica política al pueblo, nada sin él.
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