miércoles, 30 de diciembre de 2020

REFLEXIONANDO A NUESTROS IDO A DESTIEMPO: ¡APROVECHEMOS EL TIEMPO!

Por Manuel Salazar 

Todavía no asumo que Andrés Quezada ya no está físicamente con nosotros. Como no asumo todavía que ya no están Marino Báez, Henry Hernández, Juan Marte, Jesús Adon, Keyni,  Agapito Castro, Víctor Batista... Pedro Medina, Emilio Añazco, Bienvenido Navarro.... 

Como a cada rato tienen que recordarme que Ramón Almánzar, Francisco Antonio Santos y Félix Tejeda,  no están. 

Porque estábamos juntos en el día a día,  haciendo  planes  para  hoy y el  mañana, y no había atisbos siquiera de que  estarían ausentes en lo que planificábamos.

La vida  lo  determinaba   todo. 

Con Andrés había estado hablando,  casi todos los días en la mañana en los últimos tres años. De trabajos en curso. De planes futuros. 

Hace apenas 15  días le leí unos párrafos introductorios de un trabajo que escribo,  titulado "La revolución sigue siendo un problema planteado que espera solución. La tesis no es mía. Es del 7mo Congreso del Partido del Trabajo de Albania", le dije. Pero quiero recuperarla, porque me parece que debemos insistir en la idea de que la revolución se construye cada día; y debemos dejar de verla como algo abstracto que ocurrirá algún día.  Que  sería como decir nunca, según Mario Benedetti.

Él me habló de su proyecto de película sobre la guerra de la Restauración. 

Convenimos en  que su trabajo en el cine debía contribuir a desarrollar la idea de que la revolución sigue planteada como tarea diaria, y a ese fin le encargué un compromiso hecho con el compañero Roberto Castillo, del Comité Dominicano de Homenaje, de hacer un documental sobre los acontecimientos de la calle Espaillat, que en octubre del año próximo, será el 60 Aniversario.

"Esa es una epopeya de la juventud dominicana que debe ser mostrada a las nuevas generaciones, y va en la línea de contribuir a la subjetividad revolucionaria". Le dije. 

"Pero eso es ya, para que quede bien hay que  comenzar con tiempo". Me respondió. 

Y miren. El camarada ya no está. Se nos ha ido de una manera inesperada. En medio de estos planes. 

Y así se nos fueron otros y otras. En medio de tareas y planes. 

Debemos sacar la lección de estas duras experiencias. "La muerte anda en penumbras y no se sabe en qué mañana", dice Silvio Rodríguez en una canción emblemática. Y hay que hacer temprano el testamento.

La distancia entre la vida y la muerte es imperceptible. Tan delgada que no se ve. 

En términos de tiempo es tan breve que se necesita tecnología calificada para medirla.

Pero la lección más revolucionaria es hacer ya las cosas que nos proponemos. Llenar nuestras vidas de ideas y hechos trascendentes. Propias para un testamento que hay que comenzar a escribir, o dictar. Ya. Porque la muerte es la continuidad inmediata de la vida, y casi no media distancia ni tiempo entre la una y la otra.

Miren para sus entornos, y noten que aunque no queramos aceptarlo, muchas y muchos,  de nuestros seres más queridos ya no están. Es real.

"No dejemos para mañana, lo que podamos hacer hoy".