Por Lilliam Oviedo
El llamado a no viajar
al otro lado de la isla y el anuncio de que debido al “acentuado deterioro de
la gobernabilidad en Haití” suspendió el viaje al Reino Unido, donde
participaría en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático
(COP26), precedieron la solicitud de Luis Abinader de que Haití sea ocupado por
tropas yanquis.
El entreguismo se
desborda y la abyección se muestra.
Antes, el gobierno
había dispuesto militarizar la frontera, prohibir la entrada a haitianas
embarazadas y sujetar a revisión la renovación (que era automática) de la visa
a estudiantes haitianos.
Colocar a mayor número
de personas el sello de ilegales y abrir puertas a las tropas yanquis son
acciones no por repetidas menos repugnantes.
El poeta Manuel del
Cabral dedicó a Elías Wessin y Wessin y Antonio Imbert Barrera cuatro breves
estrofas en su libro La isla ofendida. La última, de solo dos versos, reza:
“Mas, quizá ni los buitres se los coman, / porque no comen carne tan podrida.”
Nada impide comparar
con estos personajes a quien, a finales del año 2021, solicita una intervención
militar para el otro Estado de esta isla. Y compararlo, por supuesto, con el no
menos condenable Pedro Bartolomé Benoit Vanderhorst, el oficial que solicitó
formalmente a Lyndon B. Johnson que ordenara la intervención militar a
República Dominicana en 1965.
“La comunidad
internacional, en particular EE. UU., Canadá, Francia y la Unión Europea, deben
actuar en Haití y con urgencia. RD continuará el plan anunciado con medidas
migratorias más estrictas”, escribió Abinader en su cuenta de Twitter, con
llamado especial a los presidentes Joe Biden, de Estados Unidos, y Emmanuel
Macron, de Francia, así como al primer ministro de Canadá; Justin Trudeau.
Solicitar la
intervención en Haití es ofrecer asiento a las tropas yanquis en ambos lados de
la isla.
Abinader tributa en
condición de lacayo. Porque está comprometido con la presencia yanqui en esta
isla y en toda América Latina.
Entrega la soberanía de
los dos estados de la Isla de Santo Domingo y colabora en la agresión
sistemática contra Cuba y contra Venezuela ampliando su base de operaciones.
Añade descaro al
cumplimiento de su compromiso con las grandes potencias en el proyecto de
impedir la continuidad del avance político en la región.
Encarna la continuidad
del entreguismo sembrado con la intervención de 1965, que en 1966 colocó a
Joaquín Balaguer en la silla presidencial, a los asesores militares yanquis en
la sede de la embajada de Estados Unidos y a los más siniestros agentes de la
CIA en todo el territorio nacional para que el presidente cumpliera su encargo
y los cuerpos represivos actuaran sin reparo.
Los gobiernos del
Partido Revolucionario Dominicano y los del Partido de la Liberación Dominicana
siguieron la línea de servilismo con acciones que van desde la desfachatez
dicharachera (como la definición de traspatio que hizo Leonel Fernández y la
autodefinición de lacayo por Hipólito Mejía) hasta la concreción de acuerdos
onerosos como la entrega del patrimonio público, el envío de agentes policiales
a Kosovo y de soldados a Irak, y la colaboración con el proyecto de dominación
en Haití.
A Danilo Medina el
poder imperialista lo indujo a votar contra Venezuela en foros internacionales.
Y es Danilo Medina el
antecesor inmediato de quien hoy solicita intervención.
Con esos antecedentes y
la amenaza de ser judicializado en instancias globales por constituir empresas
offshore para sacar mayor ventaja a sus capitales y engrosar su fortuna
personal y familiar, Abinader ha llegado a traspasar los límites del
servilismo.
La entrega del puerto
de Manzanillo al Ejército de Estados Unidos, los acuerdos con la USAID (Agencia
de Estados Unidos para el Desarrollo), la creciente presencia de agencias
yanquis en los cuerpos militares y policiales y la construcción de un muro en
la frontera con participación de empresas israelíes ligadas al MOSSAD, son
muestras claras.
EL CORO DE ENTREGUISTAS
La cantinela sobre la
inviabilidad de Haití y sobre la amenaza de la migración hacia República
Dominicana, fue repetida de inmediato por los voceros de los sectores que se
benefician con la sobreexplotación a la fuerza de trabajo haitiana.
Se pronunció Circe
Almánzar, presidenta de la Asociación de Industrias de la República Dominicana
(AIRD), y Miguel Vargas, empresario, excanciller y explotador impenitente de
mano de obra barata (y a veces ni pagada).
¡Enorme beneficio sigue
dejando a los explotadores la contratación de haitianos a quienes se les coloca
el sello de ilegales para pagarles bajísimos salarios (a veces en especie) o
simplemente utilizar las patrullas de Migración para hacerlos huir!
Desacreditados
politiqueros como Ramón Rogelio Genao, Abel Martínez y Pelegrín Castillo, se
suman al coro, y no hay que explicar las razones. Lo mismo sucede con
beneficiarios del desvío de fondos para la actividad politiquera como el
presidente de la Fundación Institucionalidad y Justicia, FINJUS, Servio Tulio
Castaños.
Los periodistas que no
han podido abandonar el compromiso con la figura presidencial, han tenido que
unirse (en algunos casos en forma vergonzante) al coro politiquero y
empresarial. Desde sus respectivos medios se unen a la misma cantinela sobre la
realidad de Haití, impedidos de hablar sobre la definición del Gobierno y del
Estado de Colombia, que colocó en la isla a los mercenarios que asesinaron en
julio pasado el presidente de Haití, Jovenel Moise, y menos sobre la matriz de
la embajada yanqui, que apadrinó el acuerdo.
Es asqueroso el
compromiso con la politiquería en un sistema podrido. La peste de sus componentes
es cada vez mayor… y no admite atenuantes.
Fuente: Facebook