viernes, 2 de diciembre de 2022

En la etapa democrática. Proceso y participación electoral

Por Fortune Modeste Valerio

La fiesta de la democracia es el proceso electoral en marcha, mediante el cual en la etapa democrática se eligen a los gobernantes nacionales de turno y locales: presidente y vicepresidente de la república, legisladores y autoridades municipales. Su permanencia en el poder, lo establecen las leyes sustantivas de la nación; fiel a su cumplimiento, le da vida y salud a la democracia mentada. 

La etapa democrática en el capitalismo tiene un sello de clase, donde las reglas del juego las impone la burguesía. Sus principios ideológicos, políticos, económicos y sociales, se aplican por la buena o por las malas. En este sistema todo lo que circula está al servicio de la clase social, grupo dominante. 

En los países subdesarrollados, pobres y dependientes, existen las posibilidades de que sectores y capas sociales puedan disputar el gobierno a los que tradicionalmente han administrado los recursos del Estado, debido a que la burguesía está en proceso de formación y en algunos casos, consolidándose. Dejando espacio para que grupos oligárquicos se lleven el santo y la limosna. 

La debilidad intrínseca de la burguesía la lleva con frecuencia a sostener alianza por sobrevivencia con sectores oligárquicos. En otros casos, cuando adquiere conciencia de clase, la enfrenta para evitar su contaminación, desnaturalización, y continuar el curso de la historia. 

Oligárquicos y burgueses, en el proceso electoral, depositan sus huevos en los partidos políticos conservadores y corruptos, con opción de poder. Han llegado tan lejos que en la actualidad controlan algunas de las instituciones mayoritarias: unas veces a la franca, otras, con ribetes de progresistas. Esto convierte la competencia electoral en una lucha de vida o muerte. 

En esa disputa por el poder, se crea un espacio que puede ser aprovechado, para avanzar hacia el poder, por sectores democráticos, progresistas y de izquierda. Tomando en consideración que participar en la etapa democrática y en el proceso electoral, no es para materializar la revolución de la utopía aquella, sino para enderezar el camino que se transita y llevarla a un puerto seguro. 

La región latinoamericana atraviesa por la etapa democrática del capitalismo, donde crecen sus fuerzas productivas y sociales, privilegiando a sectores burgueses y oligárquicos que incrementan sus riquezas y capitales, en demasía. Conducir correctamente este tránsito, solo lo puede hacer las fuerzas progresistas, democráticas y de izquierda; que están empeñadas en humanizar este recorrido para que cumpla con los objetivos de frenar y condenar los actos de corrupción, para que el crecimiento económico tenga una redistribución  inclusiva, sin privilegio, y transformar el modelo neoliberal aplicado. Es decir, cambiar de verdad la manera de gobernar

Ese espacio originado por la incapacidad y enfrentamiento entre los sectores dominantes, es aprovechado genialmente por sectores democráticos, progresistas y de izquierda, en América Latina. No hay razones valederas para que la nuestra no transite por ese camino, en materia electoral, exitoso. 

En la sociedad existe descontento real frente a los tres que echaron al pueblo en el pozo y un sentimiento revolucionario apagado por la desconexión con la población y la dispersión de las entidades de izquierda. Ha llegado el momento de provocar la chispa que enciende la locomotora, presentando una alternativa electoral, unitaria, democrática y progresista, que nos coloque en el camino hacia el poder.

Hay que concluir, llevar a feliz término, los esfuerzos y determinación democrática de los héroes y mártires de la expedición de 1959, los objetivos y metas de la Constitución del 63 y el gobierno presidido por el profesor Juan Bosch, el valor de los jóvenes del 14 de junio, Manolo y sus compañeros, que abonaron con su sangre, generosa y fecunda, las escarpadas montañas de Quisqueya, y, por último, honrar el sacrificio de Caamaño y los guerrilleros de Caracoles. No hay de otra.

                                   Fortune Modeste V











En el rumbo correcto

Por Rafael Chaljub Mejía

La precandidata presidencial María Teresa Cabrera ha reiterado el llamado a luchar por un cambio de época en nuestro país. Recientemente, a la pregunta de los periodistas del significado político de esa idea, la compañera ofreció una respuesta que por su lucidez bien merece destacarse.

Un cambio de época, dijo, significa cumplir los objetivos esenciales del Programa Mínimo que trajeron los expedicionarios de junio de 1959, entre los cuales hay uno de candente actualidad: la adopción de una nueva Constitución, elaborada por una Constituyente electa por votación popular.

Un cambio de época, agregó, es lograr las demandas democráticas por los cuales se lanzó el pueblo a las calles tras el ajusticiamiento de Trujillo en 1961. Pudo producirse en aquel momento histórico, señala la compañera, pero lo impidió el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963 contra el gobierno y el ensayo democrático del profesor Juan Bosch.

Significa el cambio del régimen político caracterizado por la concentración de la riqueza material, el monopolio del poder político y el poder de decisión en pocas manos, mientras margina y excluye a las mayorías.

Se trata entonces, de construir democracia que garantice el disfrute justo de las riquezas generadas socialmente y el ejercicio de derechos democráticos. Modificar los rasgos esenciales del orden prevaleciente bajo el trujillismo y que aún hoy, mantiene esencialmente su vigencia.

Sin desperdicios. Pocas veces alguien del campo democrático y progresista se aparta del inmediatismo y la estridencia, para hacer una declaración de tanta sustancia, tanta calidad y tanto alcance.

Reconocimiento de que aquí hay una transición pendiente históricamente, una democratización del régimen político y estatal indispensable para que la democracia tenga un sentido de pueblo, y el poder de decisión se torne colectivo como también colectivo debe ser el disfrute de los beneficios del crecimiento económico que nunca se refleja con justicia en sus principales creadores, los trabajadores y el pueblo.

El pronunciamiento resume una orientación, ofrece el marco y traza el rumbo para unir fuerzas progresistas en base a un programa político para la acción política y con él como bandera, intervenir en la próxima campaña electoral, con algo que vaya más allá de la mera crítica sin propuestas objetivas.

Para que, desde una actitud opositora, independiente, alternativa, se denuncien los rasgos esenciales de un sistema caduco y se redoble la lucha democrática por lo que, con mucho acierto, la compañera María Teresa llama un cambio de época.

Fuente: https://eldia.com.do/en-el-rumbo-correcto/

Rafael Chaljub Mejía