miércoles, 2 de agosto de 2023

La división de las izquierdas ha sido la constante; la unidad es el desafío

 Por Francis Santana

Cuando hablamos políticamente de la izquierda dominicana, nos referimos a los partidos, organizaciones, movimientos y personas no organizadas en alguno de los proyectos de esta naturaleza, que se proponen materializar una revolución democrática de liberación nacional o que son partidarios de la instauración del sistema socialista en nuestro país.

La historia de esos proyectos en República Dominicana ha sido, además de su sacrificio, entrega y martirologio, la historia de su permanente fraccionamiento, sectarismo, desgarramiento entre sí y la de escindirse por las más difíciles diferencias de apreciación táctica.

Por ejemplo, luego de la guerra de abril de 1965, el otrora poderoso Movimiento Revolucionario 14 de Junio se desmembró, pariendo varias organizaciones de izquierda, con el pretexto de que la referida guerra no había triunfado porque no fue dirigida por un partido comunista y que por tal razón la tarea inmediata era dedicarse a construir ese destacamento de vanguardia del proletariado.

Es así como del 14 de Junio se desprenden varios grupos tras esos fines, mientras que una parte de los dirigente de aquella organización democrática y patriótica pasan directamente a integrarse a las filas del Movimiento Popular Dominicano (MPD) valorando que este era el partido comunista.

Otros formaron organizaciones marxistas-leninistas de cara a la fundación del partido del proletariado.

El 14 de Junio fue desarticulado y sus principales dirigentes y cuadros medios se lanzaron tras el propósito de crear el partido del proletariado para dirigir la revolución.

Pero ni en ese paso esos grupos de izquierda pudieron ponerse de acuerdo.

Una parte se estructura bajo la concepción de la revolución en dos etapas ininterrumpidas de revolución democrática de nuevo tipo y posterior socialista, otra lo hace postulando la lucha inmediata por el socialismo y como ya señalamos, un sector toma el camino de integrarse al MPD.

Posteriormente, esos grupos se dividen y subdividen permanentemente, como si compitieran respecto a cuál de ellos tuviese mayor capacidad para fraccionarse.

Pero más adelante y sin autocrítica alguna, una parte de los  que despedazaron el 14 de Junio, ante su incapacitad de conectarse con el pueblo y de construir organizaciones con influencia en las masas  y sin reales perspectivas de poder, se dispusieron entonces a crear diferentes organizaciones democráticas no comunistas como la Unión Patriótica, el Movimiento de Unidad y Cambio,  Nueva Esperanza, Nueva Alternativa, ALPAÍS y otras; pero que ninguna de ellas llegaron a ser ni una sombra de lo que fue el 14 de Junio de Manolo Tavárez.

Todos se dividieron y cuando hicieron algún esfuerzo por coordinarse o formar algún frente político como fueron los casos del Bloque de Izquierda Revolucionaria, el Frente de Izquierda Dominicana, La Unidad Revolucionaria Caamañista y La Unidad del Pueblo, entre otros esfuerzos unitarios, terminaron dividiéndose y distanciándose, muchas de las veces por diferencias tácticas.

Similarmente sucedió con los proyectos de fusión entre varias organizaciones de la izquierda.

Así encontramos que el Bloque Socialista, el Partido de los Trabajadores, Fuerza de la Revolución y ALPAÍS, que vivieron importantes experiencias de fusión, terminaron también dividiéndose. 

Esa carrera ilimitada e irracional de divisiones de las izquierdas ha tenido y tiene sus causas, de acuerdo a todos los que han analizado este tema, y es la permanente labor de infiltración de los organismos de seguridad del Estado neocolonial, a la predominante composición pequeñoburguesa de las direcciones políticas de los grupos de izquierda y a la baja formación política, ideológica, cultural y al seguidismo dogmático a determinadas corrientes políticas internacionales por parte de esas organizaciones.

Ha habido de todo eso y más, pero la gran verdad sobre este tema es que la propia izquierda no ha sido capaz de hacer un balance histórico y a fondo de su práctica política, balance del que pueda extraer las enseñanzas y orientar las rectificaciones imprescindibles que la encaminen en una dirección superadora de sus principales errores, limitaciones y desviaciones sin abandonar el camino revolucionario y sin convertirse en simples luchadores por reformas intrascendentes, sin ir a las raíces de los graves problemas del pueblo y nación dominicanos.

Fruto del sectarismo y las divisiones en la izquierda tuvimos una participación electoral en el 1982 asistiendo a dicho certamen con dos propuestas separadas: Unidad Socialista e Izquierda Unida, obteniendo ambas, exiguas votaciones.

Y qué decir de la candidatura del prestigioso dirigente popular Ramón Almánzar, que encontró una oposición extrema de una parte de la izquierda en las elecciones del año 2000. 

Hoy, que estamos frente a un nuevo proceso electoral, también encuentra a la izquierda totalmente fragmentada.

Una parte entiende incorrecto participar en dicho proceso con las leyes excluyentes y antidemocráticas que prevalecen en el país y que debemos privilegiar la lucha de calle por una Constituyente.

Pero el segmento democrático y de izquierda que se plantea participar en las elecciones está dividido entre quienes entienden que se debe concurrir a este proceso de manera independiente a todos los partidos de la derecha, posición sustentada por el Partido Patria para Todos y aliados y su candidato presidencial Fulgencio Severino, y quienes por otra parte consideran oportuno hacer acuerdos puntuales con algunos de los partidos de la derecha, preferiblemente con el partido de gobierno, posición defendida por el Frente Amplio y Alianza País.

Con estos niveles de división en la presente coyuntura, las oportunidades que tiene la izquierda para avanzar se limitan; pero es más que evidente que es mil veces recomendable participar en una alianza con las fuerzas y personas democráticas y de izquierda, a unirse en cualquier nivel con el partido de gobierno o con otros partidos de la derecha neoliberales, pues esto último en vez de contribuir a la acumulación de fuerzas, crearía más confusión e incertidumbre en las filas revolucionarias y en el pueblo en sentido general.

Importantes sectores del campo democrático de la nación cuestionan el viejo partidarismo de la derecha y a sus gobiernos, pero no encuentran una propuesta unitaria desde la izquierda.

Cuestionan con sobradas razones las conductas colaboracionistas de algunos grupos de izquierda y de “izquierda” con el presente gobierno, cuestión que se ha constituido en el mayor obstáculo para forjar un frente electoral de un impacto trascendente.

Es lamentable que existiendo grandes coincidencias de tipo programático y de participar en el proceso electoral acompañando simultáneamente a sectores sociales y comunidades en sus luchas, no hayamos sido capaces de vertebrar una unidad con la mayoría de las fuerzas políticas democráticas y de izquierda del país.

No obstante, debemos persistir en la promoción y en la imperiosa necesidad de unirnos, porque solo unidos nos situamos en condiciones y capacidad para atraer a lo mejor de la nación a transitar en la dirección de alcanzar el poder político, rescatar la soberanía plena de la nación y construir una sociedad en la que nuestro pueblo alcance los mayores niveles de bienestar.

Avancemos hacia un momento de inflexión del predominio del sectarismo y las divisiones de nuestra izquierda.

Apostemos a la unidad en la más amplia diversidad del campo popular y revolucionario.

Sin unidad, no es posible la victoria de la causa liberadora de la patria, ni la construcción de la nueva sociedad a la que aspiramos. 

Continuemos apostando a la unidad de la izquierda y de esta con el pueblo, siempre hasta la victoria y mucho más allá.

¡La división de las izquierdas ha sido la constante; su unidad es el gran desafío!

Francis Santana