Alianza progresista y de izquierda para una nueva época.
Por: Manuel Salazar
La alianza que los de izquierda y el progresismo tenemos planteada en este momento es de carácter táctica y estratégica, porque debe dar respuesta a las elecciones del 2024 y a la necesidad de dar rumbo a un cambio de época en el país, que debió darse con la caída de la dictadura de Trujillo y circunstancias políticas lo han obstaculizado. Lo que ocurra ese año pudiera abrir compuertas a este reclamo que vino escrito en el programa que trajeron en sus mochilas los gloriosos patriotas del 14- 20 de junio de 1959.
Es una tarea que desafía a la comprensión del momento y a las inteligencias y voluntades. Se trata de que decidamos en unidad unas candidaturas y un programa político; y las escojamos de buenas maneras, dicho sea, y en este proceso también sentemos las bases para una fuerza política que vaya más allá del propósito marcado con el 2024, e impulse cambios para una nueva época en el país.
En muchos países se vive una época de cambios; pero los retrasos en el nuestro nos conminan a la lucha para abrir el cambio de una época, de poner fin a la del conservadurismo y ganar la del progreso general, en la economía, la política, las ideas y los valores.
Porque, es que desde que inició la llamada transición democrática con la caída de la dictadura de Trujillo en 1961, el Estado, si bien en 1978 se conquistó el espacio de tolerancia política que pervive hasta hoy, ha seguido siendo en esencia centralizado, determinado por el presidencialismo, al servicio de una propiedad económica concentrada en unos cuantos grupos oligárquicos, cual es una de sus cualidades principales desde los tiempos de aquella dictadura.
Desde 1966, el pueblo dominicano ha votado en busca de un cambio democrático en las condiciones políticas, económicas y sociales; y en esa búsqueda, ha votado por una que otra opción política; encontrándose con que, a pesar de haber logrado conquistas importantes, como la citada apertura a las libertades públicas y los derechos democráticos desde 1978; la cuestión es que la esencia del régimen se ha mantenido intacta, y en este período (2020-2024) no será distinto; por lo limitadas, aunque alguna muy buena, en contenido y de alcance de las propuestas de reformas políticas del presidente Luis Abinader; a pesar de su connotado esfuerzo por la transparencia en el manejo pulcro de los recursos públicos y de poner en práctica formas menos verticales de ejercicio del poder que sus antecesores; y más, por su política de alianzas público/privada barnizadas con “fideicomisos”, que van en contravía a la democratización de la propiedad económica.
Esta política de alianza público- privada, que es una espina dorsal de la política económica del gobierno, en procura de darle una mayor dimensión a la acumulación de capital del sector privado, sobre la base de la plataforma y recursos públicos, determinan el rumbo esencial del gobierno, ante el cual corresponden las definiciones alternativas.
En coyunturas electorales, ante la ausencia de una opción en condiciones inmediatas de ser poder político y que expresase sus intereses de una manera explícita, el pueblo político ha tenido que votar, y nosotros los del PCT lo hemos impulsado a hacerlo, para castigar al gobierno de turno por sus políticas extremadamente antipopulares y sus manejos mañosos de los bienes públicos; y con ese voto de cambio, evitar derivaciones peores en el rumbo del país y la nación. Así fue particularmente en 1978, para salir del gobierno de los doce años de Balaguer; debió ser en 1994-96 para evitar el reciclaje del neotrujillismo en el PLD, y fue recientemente en el 2020, en que la mayoría del pueblo votó, y nosotros lo alentamos; para poner fin a dieciséis años del gobierno del PLD que pervirtieron las instituciones y los bienes públicos para garantizar su continuismo en el poder.
Estos gobiernos del PLD crearon su propio grupo económico, con capacidad de competir con los tradicionales, que forjaron su riqueza en décadas, y hasta en más de un siglo. Y con esa práctica de poder político, crearon la necesidad a la oligarquía de hacerse presente de manera directa en el Estado. Hasta entonces esta se había limitado a financiar las campañas electorales de los partidos, y a sentirse representada por los mismos; pero ahora ocupa cargos importantes en el gabinete, y prepara a los suyos para que en algún momento hagan de candidatos a la presidencia y otros cargos públicos.
Es en alguna medida un retroceso. Porque tras la ruptura de la hegemonía burguesa con la caída de Trujillo en 1961, y la posterior guerra de abril de 1965, Balaguer impuso un régimen bonapartista, gobernando para los intereses de la burguesía, pero sin integrarla al gobierno; y ahora después de los resultados desastrosos para la institucionalidad del país de los dieciséis años de gobierno del PLD, el presidente Luis Abinader integra a sus representantes en cargos importantes del gabinete presidencial.
En resumen, el régimen político vigente, que se levanta sobre unas condiciones económicas que caracterizan, uno y las otras, la época del conservadurismo, debió morir con la dictadura de Trujillo. A la caída de esta se habló de la apertura de una transición democrática hacia una nueva época; pero 61 años después, el régimen sigue siendo en esencia el mismo, aún con el ejercicio de gobierno de varios partidos entre estos el PRD, el PLD y el PRM que es una deriva del primero.
El proceso hacia el 2024 reclama de una alianza progresista y de izquierda, trascendente, que pueda poner fin a la era del conservadurismo y abrir perspectivas a una época del progreso. Debe serlo, además, por las fuerzas que une las ideas y los propósitos en que se cimenta y su proyección en distintos sectores sociales y en el tiempo.
Más trascendente, casi mágica, porque se afirme en que lo que se propone unir es diverso; y la competencia que esa diversidad por necesidad genera, sea un factor de unidad y no de dispersión.
Manuel Salazar