viernes, 1 de julio de 2022

Izquierda y derecha política en democracia

 Por Fortune Modeste Valerio

Sin entrar en consideraciones muy profundas, la derecha es la posición ideológica y política que se opone a los cambios y transformaciones de la sociedad. Aquella que deja intacta la estructura jurídica, económica y de clase. Sin embargo, realiza, cuando lo hace, construcciones visibles que impactan la forma de vida de la gente, privilegiando a sectores de poder. 

La izquierda es lo contrario, cuando se puede, lo transforma casi todo, de arriba abajo, sin afectar las innovaciones tecnológicas y los avances científicos. Los aspectos positivos en todos los órdenes, se mantienen y se profundizan. Hasta ahora, en nuestro país, esta posición ideológica y política, no han llegado al gobierno. Aunque personas de ese litoral han alcanzado niveles de poder en el Estado. 

La derecha, conocida también como el sector conservador, tiene su extremo, ultraderecha. Igual ocurre con la izquierda, con su ultraizquierda. Los extremos no son fáciles. Desenfocados, obstinados, e imponen sus posiciones de manera irracional y violenta. Gracias a Dios, están fuera de contexto, por el momento. 

La derecha ha sido implacable con la izquierda.

La democracia representativa, régimen de gobierno del sistema capitalista, es el escenario donde se bate la derecha y la izquierda. Nadando en sus aguas los conservadores, ya que la estructura de poder en lo económico, político y social, sin olvidar lo ideológico, están a sus servicios. Contra todas estas poderosas corrientes, de ese apreciado líquido, tiene que enfrentarse los revolucionarios. 

La lucha entre derecha y la izquierda, es terrible. Se utilizan todas las armas posibles para deshacerse del adversario, desde lo físico hasta lograr, conservando la vida, que acepte sus posiciones. De ahí que se pueden observar a connotados dirigentes, militantes y simpatizantes revolucionarios, cruzando la acera…, tan campante como el Whisky aquel.

Si usted se sorprende con estos saltos con garrocha, vive histórica y emocionalmente en otro mundo. No hay que entristecer la vida con remordimientos, prejuicios y resentimientos. Eso de descalificar a todo aquel que abandona las ideas de izquierda para abrazar las de derecha, es perder el tiempo, en vez de usarlo para estudiar con el análisis exhaustivo e identificar las causas de tal desprendimiento.

En la lucha ideológica, la derecha lleva la ventaja. La democracia capitalista permite chocar los carritos para demostrar claridad en el pensamiento y su relación directa, sin inventos, con la realidad. Pero que va, las mieles envenenadas del capital llevan a cualquiera a caer como una guayaba podrida en sus brazos. Muchos han caído y seguirán cayendo, es el resultado de una pugna intensa, invisible.

De esa despiadada lucha ideológica todavía nos quedan estandartes éticos y morales que no se han rendido al capital, ni mucho menos dar su brazo a torcer. Se mantienen firme al frente de sus entidades políticas y sociales, empujando una nueva forma de hacer política que conecte con los nuevos tiempos, sin extraviar el camino.

Tienen el reto de no sucumbir frente a la derecha. Seguir levantado los valiosos aportes de los revolucionarios por el establecimiento de la democracia que se comparte hoy; hasta esto lo quieren sepultar, ante la presente y futuras generaciones.

La izquierda trabaja y lucha para cambiar el estilo de gobernar, de manera tal que los recursos del estado no sea el soporte de grupos económicos algunos, pero tampoco de potencias extranjeras. Llevarla, de acuerdo al curso de la historia, a su máxima expresión de continuar el tránsito democrático con justicia social. 

En este tiempo, el que no aprende a luchar en democracia, no podrá hacerlo por el socialismo. Se quedará al margen de los procesos históricos que son inevitables. El cara cara de derecha e izquierda, no tiene términos medios. Eso sí, amuéblese muy bien, porque en esta guerra, hasta los generales caen como hojas secas...

Fortune Modeste V

 

Con el pueblo del Ecuador

 Rafael Chaljub Mejía

El Ecuador es un país tan acogedor y hospitalario que cuando se llega al aeropuerto de Quito, no hay que emprender el clásico viaje del aeropuerto a la ciudad, sino que basta con salir de las oficinas del punto de aterrizaje y ahí mismo están la ciudad y su gente, que le dan la bienvenida.

Un pueblo muy cercano a sus raíces. Apegado a sus tradiciones y su cultura y al mismo tiempo trabajador y dispuesto a luchar por sus derechos y las conquistas y reivindicaciones indispensables para su bienestar.

Pero la mala fortuna ha sido el signo que ha marcado su historia. Una oligarquía rapaz e intransigente sustituyó la vieja dominación colonial y se ha opuesto siempre a cualquier conquista que afecte sus privilegios.

Esa vieja oligarquía controla el poder y aunque el pueblo ecuatoriano se lanza a las calles, carreteras y caminos y por momentos hace sentir su fuerza y parece que tiende a liberarse, los magnates de la banca, los grandes latifundistas, los gamonales, como suelen llamarlos allá, los del gran comercio importador y exportador, asociados con el poder extranjero, imponen finalmente su poder y los pueblos del Ecuador siguen siendo oprimidos.

Después de una sucesión de gobiernos inestables, llegó al poder el actual presidente Guillermo Lazo, mezcla inmunda de gamonal y banquero, que ha sido tal vez el que de forma más cruel y arrogante ha despreciado las demandas de obreros, profesores, estudiantes, pobladores de la zona urbana, pequeños y medianos productores agrícolas, comunidades indígenas que defienden su tierra, su cultura, su floresta y todo su habitat gravemente lesionado por la explotación minera a manos de empresas imperialistas internacionales.

Un país productor de petróleo tiene que lanzarse a la calle en protesta por los altos precios de los combustibles. Dedúzcase de ahí cómo se carga al pueblo con los costos de la crisis.

Y una vez más los pueblos del Ecuador se han sublevado y pese a la represión que ha cobrado ya la sangre de seis personas, las masas siguen en pie de resistencia, sin dar su brazo a torcer y exigiendo soluciones reales. Ojalá sea este movimiento el que conduzca al cambio político nacional que aparte a ese noble país del camino del martirio que las clases dominantes le han impuesto al pueblo.

Mientras, vaya el aliento y la solidaridad y la gratitud por el ejemplo que están dando a los demás pueblos del Continente que sufrimos los mismos males y tenemos que enfrentar las mismas o muy parecidas consecuencias contra las cuales los ecuatorianos, una vez más, han tenido que romper el sello de la tolerancia y lanzarse a las calles.

Fuente: Con el pueblo del Ecuador (eldia.com.do)

Rafael Chaljub Mejía