lunes, 19 de septiembre de 2022

Ignacio Ramonet: "El poder que no sepa adaptarse a las redes sociales será el gran perdedor"

 Esta entrevista realizada en La Habana, el periodista y semiólogo advierte de que vivimos un "darwinismo mediático".

Ignacio Ramonet es periodista y escritor español, exdirector de Le Monde Diplomatique y un referente de izquierda. La entrevista fue realizada en La Habana, Cuba, el 11 de enero de 2021, por el periodista Mauricio Vicente. 

Pregunta. ¿Las redes sociales son un espacio real de libertad que sirve para democratizar la sociedad, o son un espejismo que favorece la manipulación?

Respuesta. Ambas cosas. Las redes sociales son el medio dominante hoy, como lo fueron en otras épocas la televisión, la radio o la prensa. Las redes son la expresión de una auténtica democratización de la comunicación que la revolución Internet ha permitido. Hoy, cualquier individuo en cualquier país, por un coste mínimo, con un teléfono inteligente posee la misma potencia de fuego comunicacional que, por ejemplo, la CNN (primer canal planetario y permanente de noticias) hace 35 años. Es una revolución considerable, como no la ha habido jamás en el campo de la comunicación. Y recordemos que todo cambio importante en el ámbito de la comunicación acaba fatalmente por tener repercusiones decisivas en lo social y lo político. No hay excepciones. Desde la invención de la escritura hasta Internet, pasando por la imprenta. Así que podríamos, en efecto, decir que las redes sociales y las mensajerías de nuevo tipo (Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat, WhatsApp, Zoom, TikTok, etc.) han ampliado indiscutiblemente el espacio de la libertad de expresión. Y, a la vez, han multiplicado al infinito las capacidades de manipulación de las mentes y de vigilancia de los ciudadanos. Es clásico. Podríamos decir, parafraseando a Marx, que la historia es la historia de las innovaciones tecnológicas. Y que cada innovación tecnológica aporta una solución a un problema. Pero, a su vez, cada solución crea un nuevo problema.

P. ¿En qué medida representa esta revolución de la comunicación una amenaza real para el poder, cualquiera que sea?

R. Como siempre que se produce un salto hacia adelante en las tecnologías de la comunicación, nos hallamos efectivamente ante un progreso en materia de capacidades de expresión. Y, a la vez, ante un peligro de confusión, de confrontación y de nuevas intoxicaciones mentales. Es normal. En ese aspecto no hay nada nuevo. Todo poder que posee el monopolio de la expresión pública se desespera ante cualquier aparición de una tecnología comunicacional democratizante que amenaza su uso solitario de la palabra. Piénsese en la invención de la imprenta en 1440, y el pánico de la Iglesia y del Trono ante una máquina que les arrebataba de repente el monopolio de la Verdad.

P. ¿Qué hacer ante el dilema peligros contra ventajas?

R. Depende de quién se plantee la pregunta... Si son los ciudadanos, es previsible que deseen hacer uso inmediato de la excesiva potencia que les confieren las redes, sin tener la precaución de desconfiar del segundo aspecto: la manipulación de la que pueden ser objeto. Las decepciones, por ello, pueden ser fuertes. Si quien se hace la pregunta es el Poder, yo diría que debe guardar la serenidad. No puede soñar con que, por milagro, desaparezcan las redes que ya están aquí para siempre. Él también debe adaptarse a esta nueva realidad, a esta nueva normalidad comunicacional. La censura, la negación o la ceguera no sirven de nada. Solo agravarían el problema, visto desde el Poder, porque lo rígido rompe, mientras lo flexible resiste. Por lo tanto, el Poder debe entender que las redes son un nuevo espacio de debate y de confrontación. Constituyen quizás, en el campo político, el principal espacio contemporáneo de enfrentamiento dialéctico. Es el Ágora actual. Y es ahí, en gran parte –como lo fue en los periódicos durante mucho tiempo–, donde se dirimen ahora los grandes diferendos y las principales polémicas. Quien no desee ser el gran perdedor de nuestro tiempo debe estar presente en este espacio central de los debates.

P.  ¿Se exagera el poder que tuvieron las redes sociales en las primaveras árabes? ¿Hubieran sido posibles esas revoluciones sin que esos regímenes estuvieran corroídos por dentro y sus ciudadanos demandaran libertades?

R. Sin duda, lo que se llamó, en 2011, la “Primavera Árabe”, igual que el “Movimiento de los indignados” en España, u “Occupy Wall Street” en Estados Unidos, no hubieran sido posibles -en la manera en que se desarrollaron-, sin las innovaciones comunicacionales aportadas por la revolución Internet. No solo por el uso de las principales redes sociales (aunque entonces estaban apenas extendiéndose: Facebook se crea en 2006, Twitter arranca en 2009), si no por el recurso del correo electrónico, de la mensajería y simplemente del teléfono inteligente. El impacto de las manifestaciones populares provocadas por esas innovaciones comunicacionales fue muy fuerte aquellos años, yo diría que independientemente de la naturaleza de los sistemas políticos (autoritario o democrático). Claro, en el mundo árabe, “congelado” por diversas razones desde hacía medio siglo, la sacudida tuvo consecuencias espectaculares: dos dictaduras (Túnez, Egipto) se derrumbaron, y en otros dos países (Libia, Siria) empezaron dolorosas guerras civiles que aún, diez años después, no han terminado. Pero también en el seno de sistemas democráticos -España, Grecia, Portugal, Estados Unidos, etc.- se produjeron ese año impactos considerables que modificaron definitivamente la manera de hacer política. Piénsese, por ejemplo, en España en donde, al calor de ese movimiento, surge un partido nuevo, de izquierda, Podemos, que los electores acabaron por propulsar, en 2019, hasta el poder, en coalición con el PSOE. No es poca cosa.

P. ¿Qué opina del argumento de que las redes y las nuevas tecnologías son armas utilizadas por los servicios de inteligencia para desestabilizar sociedades o países en los que se quieren promover cambios?

R. Dos ideas. Primero, que esas innovaciones comunicacionales dieron muy pronto lugar a un uso político de las redes sociales. No podemos ser ingenuos. Hay manuales para usar las redes con intenciones subversivas. Se han usado, en particular, contra Venezuela y el Gobierno del presidente Nicolás Maduro. Recordemos también que, entre 2003 y 2006, de manera organizada y planificada, financiadas por poderosos intereses, se habían producido ya lo que se llamó las “revoluciones de colores” en Georgia, 2003, Ucrania, 2004, Kirguizistán, 2005, etc. Con la intención no disimulada de romper las alianzas de estos países con Moscú y disminuir la potencia de Rusia. Segundo. En el otoño de 2019, antes de que la pandemia de Covid-19 se extendiera a todo el planeta, el mundo -de Hong Kong a Chile, pasando por Irak, el Líbano, Argelia, Francia, Cataluña, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, etc.- estaba conociendo un reguero de grandes protestas populares impulsadas y acentuadas por el recurso de las redes sociales. Todos los gobiernos de esos países, teóricamente democráticos, no supieron, en la mayoría de los casos, cómo enfrentar este nuevo tipo de contestación social sino recurriendo a la represión brutal.

P. En países como Cuba, donde el lenguaje de los medios oficiales es antiguo y poco transparente, ¿impone la frescura de las redes sociales la necesidad de que la prensa tradicional se haga más democrática y participativa?

R. En cualquier país, las redes –que son, repito, el medio dominante hoy– obligan a todos los demás medios de masas (prensa escrita, radio, televisión) a tener que repensarse. Hay un darwinismo mediático en marcha. El medio que no se adapte al nuevo ecosistema desaparecerá. Adaptarse no quiere decir que los otros medios deben hacer lo que hacen las redes. No. Porque las redes son también el territorio, ya lo dijimos, de la manipulación, de la intoxicación, de las “fake news”, de las “verdades emocionales”, de las “verdades alternativas”, etc. La prensa escrita debe concentrarse en sus cualidades: la calidad de la escritura, la brillantez del relato, la originalidad de la temática, la realidad del testimonio, la autenticidad de la información, la inteligencia del análisis, la garantía de la verdad verificada.

Fuente: Ignacio Ramonet: “El poder que no sepa adaptarse a las redes sociales será el gran perdedor” | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)

Ignacio Ramonet



Refflexiones sobre Participación Social en Salud y la Ley de Seguridad Social (87-01) en República Dominicana (2 - 3)

Por Ángel Pichardo Almonte

Implicaciones de la Participación Social

La participación implica ser un proceso dinámico, por lo tanto, variante, que va a depender de múltiples circunstancias, del tipo de actores involucrados, de las agendas propuestas, de la importancia que la población le asigne al tema, etc. 

En fin, la participación social representará, además, la dinámica de la sociedad misma, en tanto, suela presentar interés por los asuntos públicos, la confianza en que las instituciones del Estado tomen en cuenta sus aspiraciones, así como las fortalezas y capacidades de las organizaciones para replantear sus visiones y opciones alrededor de cualquier iniciativa.

Se hace imprescindible, para lograr mayores niveles participación social, que los actores puedan acceder a la mayor información posible, tengan la capacidad y posibilidad de realizar consultas de base, posean capacidad técnica para la elaboración y recomendación de propuestas. Además, que puedan desarrollarse mecanismos de fiscalización, monitoreo y co-gestión en la toma de decisiones. La participación social debe también asumir capacidad en los procesos de evaluación, control de los recursos y posibilidades de revocar representación estatal y decisiones no consensuadas.

Se podría agregar que los diferentes niveles de participación social representan el sentido que las personas involucradas le confieren a la construcción colectiva. En tanto, la participación activa y consciente convierte los espacios de construcción colectiva en el escenario idóneo para la inteligencia colectiva y la transformación social.

La participación social implica empoderamiento de las comunidades a través de diversos procesos en que grupos de población que carecen de acceso equitativo a recursos valorados, van ganando control sobre esos recursos. La participación como empoderamiento implica interacción, respeto mutuo, reflexión crítica, acción grupal, compromiso, influencia e información, y por tanto, para poder participar efectivamente se requiere acceso real a la educación, a la información, a las actividades sociales y políticas y a la tecnología.

Para la CEPAL la participación también se entiende como actitud de solidaridad, de diálogo y preocupación por la gestión de la vida colectiva. Actitud democrática de quien gobierna, que permita escuchar a los diversos sectores de la población, darles protagonismo en la vida de las instituciones democráticas. 

Además, la participación se define como actividad organizada por parte de un grupo, con el objeto de expresar necesidades, demandas, de defender intereses comunes, de influir de manera directa en los poderes públicos ganando así poder político.

Una de las aspiraciones fundamentales de la participación social se refiere al fortalecimiento de la democracia participativa, y con esta a la capacidad de las comunidades organizadas a proponer las leyes que aporten a fortalecer los espacios colectivos como escenarios de la libertad y la buena convivencia, así como la ineludible capacidad de revocar leyes injustas como la referida a la de la seguridad social en RD.

Solo con una verdadera participación, dinámica activa y consciente de todos los sectores de la sociedad, que ponga por encima de cualquier interés particular los intereses colectivos, podrá desplazarse de los organismos de tomas de decisiones y construcción de políticas públicas, a los representantes de las élites que solo piensan en sus intereses financieros particulares.

Una sociedad de derechos, de convivencia armónica con la naturaleza, donde se trabaje cada día por la dignidad plena de las personas se construye en la hermosa dinámica de la participación social, donde la creatividad, la inteligencia colectiva y las buenas acciones son materializaciones del amor y la felicidad de nuestro pueblo.

Fuente: Implicaciones de la Participación Social (2 de 3) – El Desahogo Dominicano (wordpress.com)

Ángel Pichardo Almonte