miércoles, 30 de agosto de 2023

La verdadera izquierda y las nuevas alianzas de la derecha

Por Francis Santana

El país conoció recientemente el acuerdo político electoral a que arribaron el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Fuerza del Pueblo (FP) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Esa era una alianza que se veía venir, entre otras razones, porque las encuestas no le estaban dando los números necesarios a ninguno de esos partidos, para poder enfrentar con posibilidades de éxito del partido de gobierno en las próximas contiendas electorales del 2024.

Estábamos, antes de esta alianza tripartita y conservadora, frente a un escenario en el que el proyecto reeleccionista, aún con todas sus dificultades y con sus pies de barro, aparecía con reales posibilidades de imponerse electoralmente. 

Por lo menos, eso era lo que podíamos deducir a partir de los resultados que venían presentando todas las encuestas.

Pero ahora, el panorama político electoral no es exactamente el mismo, e incluso los resultados de las nuevas encuestas, no serán los mismos.

Esos números que le daban al PRM y a su seguro candidato presidencial las posibilidades de ganar, incluso en la primera vuelta, empiezan a ponerse en duda.

Y no puede ser de otra manera, porque si al desgaste del presente gobierno, por su desastroso manejo del Estado, en casi todas las vertientes (salud, educación, inflación, desempleo, endeudamiento externo, entreguismo, inseguridad ciudadana, torpe manejo desde el ministerio de medio ambiente, corrupción, vínculos con el narcotráfico, etc.) le sumamos el acuerdo político a que han llegado importantes sectores de la oposición política de la derecha; podemos decir que tanto el presente gobierno, como el partido que lo dirige, se encuentran en el momento de mayor incertidumbre frente a su futuro político inmediato.

¿Quiere eso decir o asegurar que la oposición conservadora y neoliberal, idéntica al PRM en las cuestiones fundamentales, retomará el poder político de la nación, el próximo año?

No necesariamente, ya que son múltiples factores y variables los que pueden determinar los resultados electorales en 2024, y aun nos encontramos en la fase inicial de un proceso electoral en el que sería una aventura o una elucubración pronosticar sus resultados finales.

Pero es más que evidente que a partir de este momento al PRM y a su gobierno se les presentan dificultades superiores para poder ganar adeptos, para atraer tránsfugas y para retener el poder. De esto no debe tener duda ninguna persona mínimamente conocedora de la política.

Frente a este nuevo escenario, algunas organizaciones que dicen ser de la izquierda revolucionaria dirán que se hace necesario entonces hacer todos los esfuerzos para evitar el retroceso y a partir de esta situación acelerar la marcha para unirse, o mejor dicho, para plegarse al proyecto reeleccionista de Luis Abinader.

Actuar así, lo que es una reiteración de algunos de esos grupos, no sería otra cosa que ponerse del lado de lo que la gente común y con bajos niveles de formación política ha dicho históricamente apoyar al menos malo. 

¿Sería esa una posición revolucionaria, democrática o por lo menos decente? 

De ninguna manera. 

Por el contrario, esa no pasaría de ser una posición política colaboracionista con las clases dominantes y con su Estado neocolonial.

Sí, colaboracionismo con las clases dominantes nativas y extranjeras, porque esos dos bloques de la derecha (PRM y aliados, por un lado, y PLD, FP, PRD y aliados por el otro) representan igualmente a las clases explotadoras, reaccionarias y entreguistas, traicionando las aspiraciones de sus bases compuestas principalmente por gente honesta, sencilla y laboriosa en todo el territorio nacional.

Y que no vengan a levantar, para tratar de justificar su apego a la causa revolucionaria, el argumento de que sus organizaciones han estado siempre junto al pueblo en sus distintas luchas sociales, porque no es de revolucionarios honestos y consecuentes apoyar las luchas reivindicativas del pueblo, mientras que en las luchas políticas electorales se ponen por lo general al servicio de las clases reaccionarias y de sus partidos, detrás de miserables cuotas de “poder”.

En el momento político actual, la posición electoral que verdaderamente representa los mejores intereses de nuestro pueblo y de la nación, es la que representa el Partido Patria para Todos, (PPT) que ha establecido que no se unirá con ninguno de los partidos de la derecha, ni con los que se unan con estos; que sus aliados serán las fuerzas políticas y sociales patrióticas y revolucionarias en base a un programa político que defienda la soberanía nacional y los mejores interés de la mayoría de nuestro pueblo y que debemos combinar la lucha social con la lucha política y electoral para avanzar hacia la construcción del poder de las mayorías.


 Francis Santana

Alerta subre Haití

Avión de la Fuerza Aréa de EE.UU. en República Dominicana // (Listín Diario 10-8-23)

Por Narciso Isa Conde 

EE. UU y fuerzas aliadas del imperialismo occidental, ahora con la selección de Kenia para encabezar lo que llaman una fuerza multinacional de intervención militar en Haití, están acelerando esa determinación. 

Tal propósito ha sido compartido por el gobierno dominicano, que anticipadamente se ha colocado al frente de los países latino-caribeños abanderados de esa intervención militar; presentando ante el mundo a la emigración haitiana como una amenaza contra nuestra soberanía y una carga contra nuestra economía. 

Se trata de dos grandes mentiras empapadas de un tono racista anti-haitiano muy propio de la ideología colonialista y de sus consecuencias xenófobas, que a su vez conlleva grotescas violaciones a los derechos humanos.

Para intentar justificar su apoyo a la nueva invasión militar a Haití, el Gobierno dominicano esgrime como pretexto la existencia en el territorio haitiano de bandas criminales armadas que alteran gravemente la seguridad ciudadana en ese hermano país, encubriendo de paso el origen y la realidad de las mismas. 

Sobre estos argumentos, la primera verdad es que la soberanía dominicana no existe desde hace mucho tiempo por decisión del imperialismo estadounidense y porque desde entonces no la hemos podido rescatar. 

Tampoco existe la de Haití, país por demás mucho más débil que el nuestro tanto en el campo económico como en el militar. 

La segunda verdad es que es una falacia decir que la migración haitiana a República Dominicana representa una carga, cuando es todo lo contrario: ella aporta en trabajo productivo cuatro veces más de lo que recibe en salarios y servicios sociales.

La tercera verdad es que las bandas armadas de Haití fueron creadas y armadas por la CÍA, el MOSSAD y los paramilitares colombianos; y protegidas, además, por los gobiernos de Martelli, Jovenel Moises y Ariel Henry; con la colaboración de los servicios de inteligencia dominicanos, en todo lo que ha sido el tránsito de sus organizadores y de una parte de su logística por el territorio de este país. 

Es otra verdad irrebatible que quienes formaron de esa manera esas bandas no necesitan invadir esa nación para desmantelarlas. 

La intervención militar en Haití tiene otros propósitos:  impedir que el pueblo se autodetermine y logre una transición soberana hacia la democracia y los cambios sociales

Está claro, que por razones históricas relacionadas con la separación de Haití en 1844 y las situaciones posteriores, la República Dominicana está imposibilitada de enviar tropas al país vecino, a no ser que se quiera meter en camisa de once varas. 

Pero bajo presión de Comando Sur, se están habilitando otras modalidades de participación

Hay dos malas señales que podrían ser indicios que el gobierno dominicano está realmente en esa tesitura: 

1)      El avión de la fuerza aérea de EEUU que aterrizó en Santo Domingo, no lo hizo simplemente en escala técnica como informaron la Embajada estadounidense y el Ministerio de Defensa, sino que ciertamente trasladó hacia acá equipos militares. La mentira fue evidenciada por el matutino Listín Diario el pasado 10 de agosto. 

2)      En las proximidades de Playa de Najayo, Provincia de San Cristóbal, parece estar operando un campamento de entrenamiento bajo asesoría estadounidense, vinculado al plan intervencionista. En una de las lometas cercanas se han observado y fotografiado instalaciones, techos de tiendas de campaña, ejercicios de paracaidismo y sobrevuelos de helicópteros y aviones súper-tucanos.

Un país como el nuestro, intervenido tantas veces por esa súper potencia, no debe ayudar a la intervención de otra nación caribeña. Es indigno hacerlo, por lo que hay que oponerse a ese paso ominoso y exigir el respeto al principio de no intervención en los asuntos internos de países hermanos.

Narciso Isa Conde

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