sábado, 14 de noviembre de 2020

DÉJEMELO A MÍ

Por Rafael Chaljub Mejía

 Aunque tenga que coger el pasaje fiao, estoy pensando viajar directamente a Washington, buscar una orden de desalojo contra el nombrado Donald Trump, inquilino mañoso que debe entregar en enero próximo el inmueble que ocupa y que se niega a salir del mismo en desafío a la Constitución y las leyes de su país.

El caballero Trump perdió las elecciones aún en el sistema electoral norteamericano, sistema indigno de un país que dice ser el campeón de la democracia y el mundo libre, en el cual no son los votantes directos los que eligen.

En ese sistema antidemocrático se impuso el señor Trump hace cuatro años, aunque quedó por debajo con tres millones de votos de Hilary Clinton. Y ahora se niega a reconocer su derrota.

Desde temprano comenzó a gritar que le harían fraude y desde que empezó el conteo rechaza inclinarse ante la realidad y dice que el ganador es él; que nadie lo saca de la Casa Blanca y que todo lo que se ha dicho, incluyendo los votos contados por los tribunales correspondientes, no es otra cosa que una trampa monumental que no está en disposición de obedecer.

Hace denuncias sin presentar pruebas de ningún tipo, sus recursos han sido desestimados donde quiera y, en la decisiva pelea legal que se libra en Pensilvania, lo menos que le han sacado en cara, además de la carencia de pruebas, ha sido que los expedientes presentados por sus abogados están viciados de errores de procedimiento y hasta de faltas ortográficas.

Pero él dice que no, que el ganador es él y que de la oficina presidencial no lo saca nadie. Pues ya veremos.

Leí en estos días que en Estados Unidos hubo una vez un caso similar en el cual un presidente derrotado dijo que no entregaba y la solución fue declinar todos los poderes en el que resultó electo, quitarle todo al perdedor rebelde, desde el avión número uno hasta la limosina presidencial, dejarlo a pie por aire, mar y tierra y anularlo totalmente como autoridad.

Si Trump sigue obstinado ese podría ser parte del tratamiento. Si aun así, sigue diciendo que no se va, entonces, déjenmelo a mí, porque emprenderé mi viaje a Washington, buscaré la orden de desalojo y los respectivos guachimanes, para sacar a este funesto personaje del capitolio y al grito de ¡eh pa fuera que va!, lanzarlo al zafacón de los desperdicios de la historia.




LA COMPETITIVIDAD DEL PAÍS

Por Manuel Salazar

En una economía abierta y fundamentada en el turismo y exportaciones de zonas francas, como es la dominicana; el tema de la competitividad es esencial.
Ambos servicios son "competitivos" por lo baratos que resultan en el mercado internacional. Y son baratos, porque los salarios son bajos en el país, y además, porque el peso es también barato frente al dólar.
Salarios bajos reducen los costos.
Y baja cotización del peso frente al dólar, hace que el dólar rinda, y la gente en el extranjero se incline a comprar más bienes y servicios en nuestro país. Porque con dólares se puede comprar o disfrutar mucho.
Esa "competitividad" es una trampa económica. Porque el país exporta esos bienes de zonas francas, y atrae turistas, pero tiene que importar casi todo. E importa con dólares, que respecto al peso, son caros.
Salarios bajos para comprar mercancías que se adquieren con dólares caros respecto al peso . Es una trampa.
Así las cosas, hablar de mejorar la competitividad de la economía nacional, implica modificar en sustancia ese modelo económico.
1.- Salir de la política de "ventajas comparativas" impuesta por los poderes monopolistas extranjeros, que forzaron a países como el nuestro a especializarse en la producción de azúcar de caña; después en piñas y melones; y desde hace años en turismo y zonas francas; para que tengamos que importar la producción de los países industrializados.
2-. Diversificar la producción nacional. Recuperar las riquezas nacionales. Darle valor agregado en el pais a nuestros recursos. Hacer joyas con nuestro oro; hacer chocolates con nuestro cacao. Por ejemplo.
Y venderlos en el país y el extranjero.
3.- Desarrollar las fuerzas productivas nacionales para tener capacidad de que, en vez de entregar el oro y otros minerales al capital extranjero, podamos procesarlos, darle valor agregado, en el pais.
El profesor Bosch lo recomendó en los años de 1970s. Incluso, aunque en esencia tengamos diferencia con el contenido fundamental de su libro "El Pentagonismo, sustituto del imperialismo", este tiene de bueno el comentario que hace a las ideas de Víctor Raúl Haya de la Torre, que recomendaba hacer provecho de las inversiones extranjeras para que dejaran en el país tecnología avanzada.
4.- invertir más en educación, investigación e innovación para el desarrollo, de manera que se puedan mejorar las fuerzas productivas nacionales, y la productividad.
Porque hasta 2019, el país ha invertido tres(3) centavos en investigación e innovación de cada peso de riqueza producida en cada año.
Y así no puede haber competitividad.
Para eso no hay que ser revolucionario, ni marxista, aunque fuera bueno. Basta con ser dominican@ patriota.
Empresas de capital mixto, que potencien lo público, y no lo enajenen, podrían apuntalar ese cambio en la matriz productiva y la competitividad del país.
Mi amigo/hermano Fernando Peña, ha organizado un debate en la UASD con el tema de las alianzas público/privadas, y me parece que es ocasión para plantar la discusión y formular propuestas sobre la competitividad del país.