Por Juan Santana
No existen palabras con las que podamos definir el dolor que sentimos los que caminamos por años junto al Padre Moncho, ante su desgarradora partida.
Pero asimilando su ejemplo de auténtico cristiano, vamos a perseverar, y junto a los humildes de la tierra, vamos a vencer y a construir un mundo como el soñado por él, donde todos seamos verdaderamente hermanos.
En su iglesia, en las calles, en los medios de comunicación, en las montañas, en barrios y en las aulas; el Padre Moncho nos enseñó a estar siempre del lado de los más humildes, a enfrentar todo tipo de injusticias, a ser solidarios permanentemente y a estar siempre dispuestos a enfrentar todo tipo de dificultades en aras de difundir la verdad y de anunciar la palabra emancipadora.
Por esa conducta vertical que lo caracterizó, condenó, denunció y desafió a todos los gobiernos y gobernantes corruptos, entreguistas, represivos de todos los colores y enemigos de los pobres.
Él fue además un firme y perseverante abanderado de la unidad de las fuerzas democráticas de la nación para poder alcanzar sus objetivos patrióticos y transformadores.
Y en su persistente empeño para que se materializara esa unidad del pueblo y de sus organizaciones revolucionarias, dijo mil veces: ¡NOS UNIMOS O NOS HUNDIMOS!
Ramón Alejo de la Cruz, (Padre Moncho) fue un hombre, un sacerdote y un luchador junto a su pueblo, comprometido con un cambio profundo de nuestra sociedad.
Por eso sus principales aliados y amigos fueron las organizaciones de la izquierda revolucionaria, así como los verdaderos cristianos.
Fue consecuente, firme, honesto, solidario y un cristiano revolucionario digno integralmente.
Sus enseñanzas deben alumbrar el camino de la liberación definitiva de la patria y ser tomadas como paradigma del nuevo ser humano a que aspiramos en una sociedad sin opresión extranjera, sin explotados, ni explotadores.
Demos gracias a la vida por el privilegio de haber tenido entre nosotros a un compañero, a un hermano de la calidad y de la grandeza del Padre Moncho.
Convirtamos el estremecedor dolor que nos produce su partida, en poderosas energías positivas para continuar empujando la causa emancipadora a la que él dedicó toda su existencia.
Adiós hermano y camarada, Padre Moncho.