viernes, 22 de septiembre de 2023

¿Qué hacer en las elecciones de febrero 2024?

 Por Fortune Modeste Valerio 

Como todos sabemos el 2024 será la batalla electoral, de trenes, en la presidencial, congresual y municipal. Donde los principales partidos políticos se disputarán el poder, utilizando las variedades de recursos habidas por haber, para obtener la victoria y colocar a sus hombres y mujeres en la estructura constitucional de Estado. 

El primer choque se efectuará el 18 de febrero, y el segundo, pautado para el 19 de mayo. Previo a estas elecciones hay que cumplir con los requisitos legales y las normativas elaboradas por la Junta Central Electoral (JCE). Algunos tienen las expectativas que, de acuerdo con los resultados de las municipales, se podrá predecir a los ganadores en las presidenciales y congresuales. 

Y, necesariamente, no es así, pues la complejidad e independencia de las municipales complica la contienda electoral. Unos, esperarán el último instante para apoyar al candidato presidencial en la disputa de la derecha por el poder; otros, sin ninguna oportunidad, por ahora, advierten que no caminarán juntos con los que se alternan la conducción de la administración pública. 

Es un acto muy lamentable la ausencia, en la presidencial y congresual, de una opción unitaria de izquierda y progresista, dejándole la alternancia electoral posible a la derecha corrupta y servil.

Con la derecha no hay problemas. Ellos saben colocar sus fichas, atraer a los que hacen faltas y "amarrar" a los difíciles. Son códigos electorales de una práctica mañosa muy común en una democracia capitalista, donde se vale todo. La izquierda y el progresismo, aunque son asediadas por todas partes, quedarán atrapadas por una derecha sin escrúpulos. 

Sin embargo, la izquierda y el progresismo pueden construir y llevar una boleta unitaria, electoral y competitiva, a las elecciones municipales de febrero 2024. Separados no llegarán ni a la esquina. Se requiere la unidad programática municipal y que sus escogidos sean mujeres y hombres honestos, populares y comprometidos con sus comunidades. Múltiples son los procedimientos para escoger a los candidatos. 

Las contradicciones que se presentan en el campo de izquierda y progresista, en torno a la coyuntura electoral en desarrollo, localizadas en el seno del pueblo, no son antagónicas. Solo una apreciación subjetiva y equivocada puede confundir a los amigos como enemigos. El momento es para aprovecharlo, y si es entre familia, mucho mejor. 

Hasta ahora los candidatos municipales del progresismo y la izquierda se encuentran dispersos, muy buenas alternativas, pero todavía no hay proclama unitaria para ir trabajándola electoralmente en sus circunscripciones e ir colocándole en la intención del voto de la población. Al menos que quieran ir empujándole la carreta de otros a cambio de asegurarse gotas de las mieles del poder.

Los ayuntamientos y los distritos municipales son pequeñas instancias de gobernanza con contactos permanentes con la población y sus necesidades. De ahí sus importancias para echar raíces profundas en una vía larga y tortuosa, hacia el poder. Con boletas unitarias, en las elecciones de febrero 2024, se puede ejecutar un gran trabajo político y electoral, recordando al poeta español, Antonio Machado, en caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Fortune Modeste V.

¿Por qué?

 Por Rafael Chaljub Mejía

Excepción hecha del golpe sedicioso del 23 de febrero de 1930, nunca en nuestro país hubo una conspiración más pública ni un golpe de Estado más anunciando que el del 25 de septiembre de 1963, contra el presidente Juan Bosch.

La conspiración estaba en marcha desde antes de las elecciones del 20 de diciembre de 1962. Con la anuencia cómplice de la jerarquía católica, se lanzó sobre Bosch acusación de “comunista”.

Desde la toma de posesión del presidente constitucional el 27 de febrero de 1963, se arreció la propaganda por todos los medios de prensa, desde los púlpitos religiosos, los campamentos militares contra el “gobierno corrupto y comunista”.

A partir de abril empezaron las Manifestaciones de Reafirmación Cristiana, en las cuales se llamaba abierta y descaradamente a la sublevación militar contra el Gobierno. En medio de una tensión creciente, el 16 de julio un grupo de militares, convocaron al presidente a San Isidro y, con un mal sacerdote al lado, le entregaron un ultimátum, cuya primera exigencia era perseguir a los líderes y las organizaciones de izquierda.

El presidente, que había prometido respetar la libertad, se negó con mucha dignidad a esas exigencias. El 20 de septiembre, el alto comercio capitaleño se lanzó a la huelga y se repitieron los llamados al golpe. Abiertamente. Aquello había que oírlo. Cinco días después el golpe ya era un hecho.

Lo del “comunismo” era el pretexto de una vieja y ambiciosa oligarquía, derrotada en las urnas y que, con asesoría norteamericana, vino por la revancha.

La conspiración era contra un presidente que administraba con decencia y sin privilegios los fondos públicos, respetuoso de las libertades.

Negado a doblegarse ante las exigencias del Gobierno yanqui, que les puso límite a las superganancias del principal monopolio azucarero norteamericano en el país. dispuesto a tomar medidas de reivindicación a los de abajo y que se regía por la Constitución más avanzada de toda nuestra historia.

La conspiración era pública, pero el presidente desmovilizó su principal base política, el PRD, y le dejó las calles y todo el escenario a la sedición. No removió ni uno solo de los mandos militares, asistió, hasta sin escolta, a una reunión convocada por sus subalternos para ser emplazado en franco desafío.

Los conspiradores, civiles, militares, religiosos, actuaron libremente y, como si hubiese estado resignado a perder el poder que le dio el pueblo, el presidente dejó crecer la mala yerba. Sesenta años después, sigue en el aire la pregunta: ¿por qué?

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Rafael Chaljub Mejía