sábado, 13 de febrero de 2021

LA TAREA, EN EL MOMENTO, DE LOS REVOLUCIONARIOS

Por Fortune Modeste Valerio 

“Es verdad que podemos tropezar en la oscuridad sin caminos, podemos estar al borde de grandes abismos, pero no tenemos miedo, porque sabemos que para llegar al amanecer hay que pasar por la noche oscura”. (Najiya Hanum). 

La situación actual del país permite, a los revolucionarios, despojarse de cualquier prejuicio que pueda imposibilitar acercamiento y conversación sincera con las demás organizaciones que componen lo que se conoce como Izquierda Revolucionaria. 

El pensamiento materialista rechaza el prejuicio en los seres humanos, mucho menos en los revolucionarios. El comportamiento debe estar sujeto las leyes de la dialéctica y al buen juicio, a la pasta humana de las personas. 

El revolucionario es un ser humano bueno, sincero y solidario. Propugna por la construcción de una nueva sociedad donde no exista la explotación del hombre por el hombre; reine la felicidad, la productividad y el progreso. No pretende enriquecerse con el trabajo ajeno, por el contrario, combate en forma radical cualquier manifestación de corrupción.

Si se coincide en los principales objetivos de la revolución, es increíble que no se pongan de acuerdo para unir fuerza y voluntad y vencer la dispersión; la falta de unidad. Las diferencias existen en torno al enfoque del momento, pero desaprovecharlo es imperdonable. 

Hay quienes sostienen que el momento es de cambio radical de la sociedad para dar paso al socialismo, comunismo; otros consideran que la revolución conlleva varias etapas, dependiendo del grado de conciencia y organización de la población, y del nivel desarrollo de la sociedad; por otro lado, están los que se conforman con las reformas, abandonando la lucha, y seguir disfrutando del capitalismo. 

Con los que se han “acomodado” en el capitalismo, causan un terrible daño a la presente y futuras generaciones. Se debe conversar con los otros dos sectores: los del cambio radical y los que creen en las etapas de la revolución. Hay que sostener conversaciones para debatir ideas, porque ambos son revolucionarios, y las contradicciones se resuelven en el seno del pueblo; con el diálogo y críticas sinceras, en forma permanente. 

Es muy común que cuando existen contradicciones o diferencias, entre los revolucionarios, se produzca, muy perjudicial, distanciamiento, muchas veces alimentando el prejuicio, olvidando la condición revolucionaria. La diversidad en las ideas son inevitables, las discusiones, por supuesto. La clave del asunto, es la forma de tratarla para evitar que lleguen a ser irreconciliables, antagónicas. 

No albergan pensamientos infundados que nos distancie de un compañero, camarada. La solidaridad y el buen trato, decente, son las características de los revolucionarios. Los insultos, las descalificaciones y la prepotencia, no componen su ADN. Las contradicciones se resuelven con las discusiones, las críticas y autocríticas. 

La revolución se concretiza en la medida en que se crea niveles de conciencia política y organización de la población, y los trabajadores. Los revolucionarios dispersos, tan males señales, no crean entusiasmos. La unidad, sin ella no hay victoria, es necesaria, urgente. No espera más. 

El tránsito de la democracia burguesa es correcta, pero dirigida por una coalición de progresistas, demócratas y  revolucionarios; y por un movimiento social que no este comprometido con fuerzas extranjeras.

La responsabilidad histórica que cae sobre los hombros de la izquierda revolucionaria es determinante para dar un giro al curso de la historia. Y, colocar en mejores condiciones las posibilidades de avanzar hacia la meta deseada: unidad que articule una alternativa política que dispute el poder.