miércoles, 17 de noviembre de 2021

SE INICIA EL DEBATE: NICARAGUA, PEOR IMPOSIBLE

 Por César Pérez

La reciente falsa electoral en Nicaragua, diseñada y dirigida por el matrimonio Ortega, merece la más enérgica repulsa de todo que aquel que se sienta, y realmente sea, defensor y propulsor de los valores que definen una persona, partido o movimiento de izquierda. Esa falsa, llevada a efecto mediante la represión más descarnada contra quienes disienten de la dictadura de los Ortega, particularmente contra figuras emblemáticas de lo que fue la revolución sandinista, constituye uno de los peores golpes a una izquierda que, en medio de sus avatares, da señales aleccionadoras en algunos países. Lastimosamente, ese sainete, es defendido por algunos izquierdistas argumentando que la oposición es financiada por los Estados Unidos, guardando otros un embarazo silencio.

La degeneración de la revolución sandinista en una satrapía familiar, y el apoyo que esta tiene de parte de gente que se dice revolucionaria, plantea el tema izquierda y democracia. La democracia, a la que Marx no le puso adjetivo alguno, es hoy día el escenario fundamental de la lucha política, y potenciarla hasta las últimas consecuencias no sólo es una vía para obtener conquistas materiales, sino para establecer una hegemonía política ideológica de la izquierda. Eso obliga a plantearse el tema de las reformas políticas y las cuestiones de la dictadura del proletariado, del partido único, de la clase obrera como clase dirigente y del carácter ineluctable de la revolución, entre otros supuestos del marxismo, que en pasado fueron las banderas de lucha de la izquierda rupturista.

Actualmente, se ha impuesto el principio de la alternancia en el poder por la vía electoral,  lo cual implica el reconocimiento del pluralismo político/ideológico que, esencialmente, significa la inexistencia de partido único, la existencia de una descentralización del Estado, el ejercicio pleno de soberanía (no tutelado por el gobierno central) en el territorio, municipio y demás formas de división político-administrativa del Estado; libertad de empresa, no sólo para los empresarios o el Estado, sino también y principalmente para la libre sindicalización de los trabajadores. El no reconocimiento de estas cuestiones básicas para hacer política en el presente conduce a la entronización, y apoyo de algunos, de satrapías como la de los Ortega.

De igual modo, apoyar con ideas maniqueas a regímenes reaccionarios que se dicen socialistas y hasta el de Rusia, que se ha constituido en una base al financiamiento a grupos y países europeos ultranacionalistas y xenófobos…también, a algunos pretendidamente socialistas con economías en bancarrota. Con esos criterios, apoyan la dictadura familiar en Nicaragua, asumiendo la “verdad” del régimen de que gentes verdaderamente revolucionarias, de repentes se convirtieron en “agentes pagados de la CIA”. El mayor daño que causa esta falacia no es a esos combatientes emblemáticos, sino a ese país y a la izquierda en esta y otras regiones.

En Chile, ya el candidato de la Alianza Apruebo y Dignidad y del Frente Amplio, del que forma parte el partido Comunista, Gabriel Boric, ha tenido que hacerle frente a una impertinente declaración de ese partido, en la cual apoyaba el proceso y los resultados de la falsa electoral de los Ortega. Dicho candidato fue enfático en rechazar esa declaración, al tiempo que la nueva generación de dirigentes de ese partido fue tajante en decir que esa iniciativa no se conoció oficialmente en el partido y que además la rechazaban resueltamente. Quienes publicaron la nota tuvieron que borrarla de los medios en que lo hicieron, pero ya el daño está hecho, pues obliga a Boric a tener que aclarar ese desliz y eso tiene su costo electoral. Ojalá que no tanto.

En Brasil, una parte del PT, de Lula, aprobó el despropósito de los Ortega y la reacción contraria de la otra parte no se hizo esperar. Las razones son elementales, es política y moralmente inaceptable que se participe en un torneo electoral, que se exija transparencia e igualdad de oportunidades para participar en el mismo, al tiempo de apoyar una circunstancia en otro país que es la negación de lo que exige en el tuyo. No puedes tener credibilidad si tus intenciones son opacas, nadie asumirá tus propuestas si eres capaz de defender en otro sitio lo que no eres capaz de ofrecer en el tuyo. Si en otro país defiendes un régimen negador de derechos elementales, que impone sus opciones y candidatos a sangre y fuego, se colige que ese modelo lo impondrás en el tuyo.

Esta cuestión constituye un dilema ético/político que la generalidad de la izquierda se niega a zanjar. Vencida por la realidad, la casi totalidad de esta corriente política, de hecho, es reformista, pero sueña con una ruptura violenta del orden social a sabiendas de que eso no solamente es inconducente en esta época de extrema complejidad social y tecnológica, sino que no tiene fuerza suficiente para hacerla. Su actitud ante la tragedia de Nicaragua evidencia la ambivalencia y la persistencia de la vieja cultura de cierta izquierda, de su desfase y de su incapacidad de romper con esas ataduras, chapoteando irresponsablemente en su irrelevancia.  Peor, imposible.

Fuente: Nicaragua, peor imposible | Acento

César Pérez