miércoles, 22 de diciembre de 2021

EL SIGNIFICATIVO TRIUNFO DE LA IZQUIERDA CHILENA

 Por César Pérez

Gabriel Boric, Presidente electo de Chile

Con su resonante triunfo, la izquierda chilena demuestra nuevamente su irreductible resiliencia, su histórica capacidad de llegar a acuerdos entre sectores sociales y organizaciones políticas en coyunturas cruciales. Es el resultado de un inédito grado de madurez política de un vastísimo movimiento de protestas en ese país, contra un Estado con políticas que acentúan la desigualdad social. El triunfo de esa izquierda es esperanzador para Chile por cómo surge, los sectores sociales movilizados para alcanzarlo y la convergencia política de las fuerzas que lo encabezan. Lo es también para diversos sectores progresistas que en esta región y en Europa, buscan con protestas en las calles encontrar el cause conducente a conquistas sustancialmente tangibles o hacia el poder.

Esta victoria es también estimulante, porque no solamente fue una campanada contra un Estado cada vez menos responsable en términos de los servicios de salud, educación y otros que son básicos para la población, sino contra un candidato/símbolo de las fuerzas políticas y sociales chilenas que además de ultraconservadoras, son parte del populismo, el ultranacionalismo xenofóbico y racista similar a los que sostiene Bolsonaro en Brasil y presentes en todo Occidente. El sector mayoritario de izquierda chilena supo enfrentar exitosamente esas fuerzas sin claudicar, con un programa, un discurso de campaña de clara opción de defensa a los sectores populares y con firme rechazo y condena a la voracidad y prepotencia de los poderosos.

Algunos dicen que esta es una nueva izquierda, porque sus principales protagonistas, incluyendo a Boric, son jóvenes que emergieron como dirigentes políticos al calor de las potentes protestas que en los últimos años pusieron a Chile a patas arriba. Pero, pienso es nueva porque asume los valores sustantivos de la izquierda: la inclusión social, el papel del Estado como ente determinante no sólo para que la economía crezca, sino para que la riqueza se distribuya con equidad y sin iniquidad, pero sin renunciar a los valores esenciales de la democracia: la defensa de las libertades políticas, de opinión, derecho a la participación, de representación, a la diversidad y contra la obsoleta idea de una clase y un partido “dirigentes”.

Constituye una manifestación de esto, el hecho de que Boric, con apoyo militante de sectores de la nueva y altamente representativa generación de dirigentes y parlamentarios del Partido Comunista, condenó la reciente falsa electoral de la satrapía de la familia Ortega en Nicaragua. Esa izquierda que asume el poder no es nueva por la edad de sus principales dirigentes sino, esencialmente, porque impulsa un proyecto de sociedad queriendo romper viejos mitos y prácticas de la vieja izquierda… y de algunos movimientos de protestas. Esto último obliga a otra línea de reflexión sobre la victoria de Gabriel Boric que, de líder básicamente estudiantil en poco tiempo, casi sin que le pensase por la cabeza, sea hoy presidente electo de Chile.

Es importante reflexionar que en la última década se ha escenificado diversas protestas sociales básicamente en Occidente, pero extendidas en algunos países árabes. Que, en general, tienen en común la horizontalidad de su forma de dirección, heterogeneidad de sus demandas, el rechazo a las fuerzas políticas tradicionales, su carácter fundamentalmente urbano, las calles como principal escenario de lucha, significativa presencia en número y activismo de jóvenes venidos de sectores de las capas medias, pero sin soslayar la presencia igualmente significativa de sectores signados con la memoria de viejas luchas políticas progresistas desde diversas matrices ideológicas y de lucha, e Igualmente, con un borroso o casi siempre inexiste proyecto de sociedad.

El movimiento que hoy asume el poder en Chile no está exento de algunas de estas características, pero este se desarrolló en un país con larga experiencia en lograr convergencias de organizaciones y sectores políticos con serias diferencias, pero igualmente con seria voluntad para forjar la unidad en coyunturas cruciales. También, con la existencia de un centenario y sólido partido comunista que, al igual que diversas franjas de las vertientes socialistas, tienen profundas raíces en los barrios de las ciudades, fundamentalmente del Gran Santiago, en el mundo académico y la intelectualidad. Junto a otros sectores fueron determinantes para que el movimiento adquiriera una perspectiva política y de unidad en la diversidad.

La conjugación de esos factores no se ha presentado en otros países, por eso no se pueden sacar conclusiones simplistas de que “la izquierda avanza en el continente y en el mundo”, sin ver que lo que allí sucedió no fue un milagro, sino una demostración de que los sedimentos de las luchas políticas a veces son determinantes para que se produzcan determinados fenómenos. En tal sentido, en nuestro caso, hay que reflexionar sobre el contexto en que se desarrollaron los movimientos de protestas de los últimos años, del pálido contenido clasista de sus demandas y de la debilidad de las fuerzas realmente progresistas que de este participaron y del estéril vanguardismo de algunas, a pesar de su extrema debilidad.

No afirmo que para que un movimiento de protesta termine en gobierno, o que logre una incidencia determinante en un sistema político tenga que, necesariamente, reunir las condiciones que tuvo el que recientemente se produjo en Chile, me limito a reflexionar sobre el contexto en que esto se produjo. El proyecto de poder de la izquierda chilena está en proceso, con ajustes que le irían imponiendo la realidad, pero con clara opción de defensa a los sectores populares, y la conciencia de que la ultraderecha perdió una batalla, no una guerra y que sólo con un poder que tenga como norte los intereses de esos sectores masas populares se pueden enfrentar las desigualdades que condujeron a ese país a los sucesos de últimos años.

Ahí radica el significado de este triunfo y de las posibilidades de construir un proyecto de poder de izquierda que sirva de referencia útil para esta corriente política.

Fuente: El significativo triunfo de la izquierda chilena | Acento


César Pérez

EN OCASIÓN DEL ASESINATO DE MANOLO TAVÁREZ: CREACIÓN DE UNA COMISIÓN DE LA VERDAD Y LA JUSTICIA HISTÓRICA

Luis Mayobanex Rodríguez

Coordinador General Alianza País, NY.



New York. - Un día como hoy, en 1963, Manolo Tavárez Justo fue asesinado a mansalva junto a 14 alzados en la loma de Las Manaclas, después de disponer las armas y aceptar la promesa de Manuel Tavares Espaillat de respetar la vida los luchadores constitucionalistas revolucionarios, promesa hecha a nombre del gobierno de facto del Triunvirato.

Con la masacre de Las Manaclas terminó el levantamiento guerrillero iniciado el 28 de noviembre por el Movimiento Revolucionario “14 de Junio”, con el que se buscaba reponer el gobierno democrático de Juan Boch y la Constitución que le regia.

Con la excepción de Emilio Cordero Michel, los demás catorcístas fueron brutalmente asesinados sin importar que estuvieran desarmados y levantados telas blancas como símbolo de rendición.

Incluso después de ser fusilados, varios de los cuerpos recibieron tiros de gracia y profundas heridas con machetes y bayonetas. Fueron torturados y asesinados frente a un grupo de campesinos del aérea que fueron “arreados” como animales por militares para que vieran como se mataban “comunistas”.

Los militares responsables directos de este asesinato en masa recibieron orden del general retirado Ramiro Matos González, contra quien pesa una querella penal interpuesta por Minou y Manuel Enrique Tavárez de Manolo y Minerva Mirabal. Este personaje, Matos González, y sus defensores argumentan que dada su condición de militar él se limitó a cumplir una orden de sus superiores, lo cual, como ha indicado Minou, no lo “exime de su responsabilidad. El hecho de que alguien lo haya mandado a matar no lo hace menos asesino”.

Crímenes como los de Manolo y sus compañeros de ideales no prescriben y sus autores materiales e intelectuales no deben continuar cubierto por el manto de la impunidad generado por el poder político y el Estado nacional. Mas cuando arrastran la agravante de ser crímenes de lesa humanidad.

Lo ocurrido el 21 de diciembre del 1963 fueron “actos llevados a cabo por…autoridades del Estado…cometidos con la intención de destruir” a un grupo de ciudadanos por razones políticas. Así, causaron las autoridades del Estado actuantes muertes y lesiones a un grupo de personas que si bien se había insurreccionado estaba “fuera de combate” y estaban protegidos por los derechos y prerrogativas que les confería la condición de prisioneros de guerra. Todo esto esta penalizado por el derecho internacional y por instituciones de prestigios de las cuales el Estado dominicano es signatario.

Mas allá del caso particular de Matos González, participante directo en la MASACRE de diciembre del 21 de diciembre del ’63, el doloroso caso que nos ocupa hoy tiene que generar un nivel de conciencia y compromiso ciudadano que de curso a un vigoro movimiento por el establecimiento de un COMISION DE LA VERDAD que investigue y sancione todos los asesinatos y desapariciones forzosas por razones políticas ocurridas en nuestro país durante los últimos 90 años.

Hablamos de una Comisión de la Verdad y la Justicia Histórica que investigue, descubra y ponga al descubierto las acciones represivas que cegaron vidas y provocaron desapariciones durante la larga tiranía encabezada por Rafael Trujillo, durante la repatriación armada del 1959, el levantamiento de noviembre de 1963, la Guerra Constitucionalista de 1965 y los 12 años ininterrumpidos de gobierno que encabezó Joaquín Balaguer en el tramo histórico de 1966-1978.

No hay democracia real donde no impere la justicia al valorar el pasado y juzgar el presente.

Ni olvido ni perdón.
12/21/2021.