sábado, 17 de octubre de 2020

EL PRESIDENTE ABINADER: PRM, SECTOR PRIVADO Y ALIADOS

Por Fortune Modeste Valerio

El presidente Luis Abinader Corona prefirió conformar su gobierno, en su línea central, con reconocidos cuadros técnicos del empresariado dominicano. Obviando, por supuesto, su ascenso al poder como resultado de una amplia Coalición de partidos políticos, sociedad civil y personalidades independientes.

Sin esa Coalición se hubiese producido una segunda vuelta. Y sabrá Dios lo que hubiera ocurrido. El tablero electoral tenía sus fichas en posiciones de ataque y casi todos se daban como ganadores. El cambio de escenario y la inyección de nuevas fuerzas políticas inclinó la balanza en favor del actual presidente Abinader. En consecuencia, es un error ignorarlo en función de ocupar funciones públicas de envergadura para aplicar el programa de gobierno y cumplir con las promesas electorales.

Entregarle el gobierno a algunos sectores privilegiados del PRM, sector privado y participación ciudadana, aleja todas las posibilidades de encausar el nuevo gobierno por senderos de una verdadera democracia que garanticen las libertades democráticas y el bienestar de la población. Mientras, el primero le interesa escalar social y económicamente; el segundo, anda detrás de los bienes del Estado, y, por último, están los que luchan contra la corrupción y la impunidad bajo la sombra del poder de los Estados Unidos de Norteamérica.

Conformar un gobierno depende de la voluntad del presidente de la República y de la visión que tenga del presente y futuro de la sociedad. Sin duda, necesitamos profundizar el proceso democrático que garanticen las reformas constitucionales pendientes y que detenga, régimen de consecuencia, la galopante corrupción que desde el poder manifiestan todo el que llega.

El régimen de consecuencia debe ser apegado a la Constitución de la República y otras leyes sustanciales que guían a los ciudadanos por el camino sujeto a la Ley. No es justo que al dominicano común y corriente se le aplique todo el peso de la Ley, por pendejadas; mientras los funcionarios gozan de impunidad al malversar cuantiosos recursos, y, violan lo que llaman conflicto de intereses.

La conducción con firmeza, del presidente Abinader, del aparato estatal debe de estar en consonancia con el programa de gobierno, es la garantía de evitar las distorsiones que se exhiben en la opinión pública, a manera de ensayo, para su ejecución. No hay vuelta atrás, fracasar de nuevo, en la modificación y profundización de las reformas, políticas, económicas y sociales, esperadas por décadas.

La malsana práctica, muy usada, de llegar al poder para enriquecerse utilizando recursos públicos, debe ser erradicada, si se quiere profundizar el proceso democrático. Es la mayor y delicada prueba de fuego que tiene el actual gobierno. Con la experiencia de los anteriores gobiernos, no le queda de otra que predicar con el ejemplo, y evitar sucumbir ante la corrupción y la impunidad.

Los hombres y mujeres calificados que en sus hojas de servicios se destaquen la honestidad, patriotismo y el don de servil, deben de ser considerado para ocupar cargos públicos, incluyendo a los revolucionarios y comunistas. Solo con la participación de todos los sectores nacionales se puede emprender el camino hacia la profundización de la democracia y cambiar el rumbo en la conducción de los asuntos estatales..

Los funcionarios deben administrar en forma correcta, sin politiquería ni corrupción, la institución pública que se le entrega; conducirla por los senderos de la eficiencia, productividad y conservar la misma. Los bienes del Estado están para servil, garantizando rentabilidad, sin caer en la presión brutal del mercado. Muchas veces sirven de equilibrio; por eso el sector privado quiere sacarla, adquiriéndola, del negocio.



 


EL BARRILITO Y LA NECESIDAD DE LAS REFORMAS

Por Rafael Chaljub Mejía

Una vez más el Congreso Nacional vuelve a ser centro de escándalo y foco de una ardorosa controversia. Los temas son los mismos de siempre, los privilegios que se otorgan a los legisladores a costa de los fondos públicos.

A veces resulta difícil de entender cómo es que hombres y mujeres de trayectoria limpia, en los cuales los votantes depositan su representación y su confianza, llegan al Congreso no pueden resistir la tentación, reniegan sin el menor pudor de sus antiguas promesas y a poco andar están haciendo lo mismo que condenaban en tiempos de campaña.

¿Cuál es el poder imperial del barrilito que solo dos de los treinta y dos senadores han tenido el valor de negarse a recibirlo? Pretextos para inclinarse y recibir lo que el barrilito y su colega, el cofrecito, nunca faltan. El más manoseado es aquel de que los fondos se dedican a servicios sociales.

Esos servicios no son otros que las dádivas clientelistas que cualquier legislador deja caer a los votantes que acuden angustiados por múltiples necesidades a los pies del repartidor de favores. Se ofrece un paliativo poco menos que insignificante, pero el daño es difícil de medir en sus verdaderos alcances.

Porque eso de andar regalando cosas no es función legítima de ningún legislador, mucho menos con dinero que no proviene de su salario, y porque ese tipo de práctica ha contribuido como pocas a envilecer la conciencia de los votantes y a la degradación de la política.

La opinión democrática del país manifiesta enérgicamente su rechazo y es bueno que esa opinión siga creciendo. Pero esas prácticas condenables están instaladas desde hace tiempo y hay una realidad que las alimenta. Los legisladores hablan de servicios y asistencias sociales porque las instituciones a las que les toca ofrecerlas no los prestan o los prestan de forma muy deficiente.

Por eso, hay que eliminar el barrilito y todos los privilegios como ese, pero tener en cuenta que dentro de las reformas que deben emprenderse para hacer más efectivas las instituciones estatales, deben contemplarse aquellas que fortalezcan y preparen las que prestan servicios sociales a la población, de forma tal que las dádivas y los regalos humillantes se vuelvan cada vez más innecesarios. Y los legisladores, que cobren sus sueldos y se concentren en las funciones para las que son electos.

Fuente: https://eldia.com.do/el-barrilito-y-la-necesidad-de-las-reformas/