martes, 11 de abril de 2023

La añoranza hacia el pasado

Por Julio César Disla

 

Una de las cosas más comunes que producen dolor y sufrimiento en los seres humanos es la voluntad de que la vida sea distinta a como realmente es. Cuando la sociedad se encuentra atravesando por una grave crisis, la población mira hacia atrás y quiere que todo fuera como antes, situación que en su momento no se valoraba de forma positiva, porque parecía muy aburrido o bien había otras perspectivas.


Lo mismo ocurre con las relaciones interpersonales. Quien tiene por pareja a alguien tranquilo buscaría uno ruidoso, y este último pondrá los nervios de punta a quien convive con él un día tras otro. ¿Por qué añoramos siempre lo que no tenemos?


Nuestra forma de vida esta tan apegada al cambio y el progreso, que a menudo valoramos negativamente la estabilidad sin tener claro cuál sería la alternativa. La insatisfacción es lo que permite el progreso de las ciencias, las artes y las culturas y todo lo que tiene que ver con la sociedad, pero cuando se vuelve crónica en nuestro día a día deja de ser un estímulo para teñir de negatividad nuestra vida.


Hay personas que, instalados en la queja y la amargura, molestan tanto a los demás como a sí mismos de forma totalmente estéril, porque de nada sirve señalar lo que no funciona sin ofrecer soluciones. Como el burro que persigue la parmista, podemos pasar toda la vida entera esperando algo mejor” para darnos cuenta de que al final que ya lo teníamos y que no habíamos sabido valorarlo en su justa dimensión.


Los psicólogos han puesto de moda el verbo procrastinar, que significa postergar aquello que deberíamos hacer hoy. Un aplazamiento que también se produce en un nivel existencial. Muchas personas postergan la felicidad hasta que cambie la situación que están viviendo. Se convencer de que cuando encuentren un trabajo mejor o la pareja ideal, por poner dos ejemplos, se darán permiso para disfrutar de la vida. Sin embargo, este planteamiento tiene un fallo de origen y es que nada resulta como esperábamos una vez que lo conseguimos o lo tenemos consigo.


Lo que ocurre es que muchas personas cuando llega el momento tan largamente esperado o deseado sufren una desilusión;entonces fijamos nuevos objetivos esperando que una vez alcanzados llegue, esta vez sí, el premio definitivo. Sin embargo, esto no acostumbra a suceder, ya que más que insatisfacciones existen las personas insatisfechas.


Del mismo modo que nos aferramos a las añoranzas del pasado, también nos cuesta aceptar a los demás, ya que su forma de pensar y reaccionar nunca coincidirá con nuestras expectativas.


Al hacer un favor a un vecino, nos duele sino obtenemos el mismo trato por su parte cuando lo necesitamos. En este tipo de pensamiento está el punto de partida de la mayoría de las dificultades y conflictos interpersonales. Al esperar que los demás se comporten de determinada manera les estamosnegando el derecho a su identidadAdemás, al enfadarnos o molestarnos por estas diferencias obviamos algo muy importante: ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.


“A veces debes conocer al otro realmente bien para darte cuenta de que sois dos extraños” (Mary Tyler Moore).


En el 2002, Melanie, mi hija menor me regalo un libro de la autora Byron Katie, cuyo argumento fundamental estaba orientado en acabar con la insatisfacción personal. Amar lo que es. Basado en aceptar y reconocer el valor de lo que configura nuestro entorno, no se trata de resignarse a lo que hay, sino de amar nuestra circunstancia para mejorar desde ese punto de partida.


Esta autora norteamericana sostiene que “la realidad es siempre más amable que las historias que contamos sobre ella” y que cualquier enfado que tengamos con los demás es, en el fondo, algo de nosotros mismos que nos molesta. Por eso mismo desearíamos cambiarlos, porque resulta más fácil exigir la transformación del otro que la de uno mismo.


En el movimiento revolucionario de izquierda se produce mucho la intolerancia, la añoranza hacia el pasado, hay muchos militantes que desearían la presencia de un régimen dictatorial intolerante, al estilo Trujillo-Balaguer; están aferrados al pasado glorioso, no se sienten cómodos al nuevo contexto y a la nueva forma de hacer política.


Viven con las ropas y las botas puestas para un escenario que no es el que sugiere la realidad dominicana, su pensamiento está para el asalto final al poder, sueñan con ser héroes de la batalla final, cuando de lo que se trata es de aprovechar el nuevo escenario, el nuevo contexto de militar y hacer política de izquierda; promoviendo las ideas y las bondades de la sociedad por la que se propugna en la realidad actual de acumulación de fuerzas y ganar espacio de poder o el poder total.


A veces escucho a algunos creyentes decir, como si estuvieranrezando: “Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que  puedo, sabiduría para reconocer la diferencia y paz para convivir en la diversidad”. Con esa concepción filosófica, los religiosos tienden a ser mas tolerantes de quienes se definen partidarios delmaterialismodialecticoPor eso,como decía María Teresa Cabrera, precandidata Presidencial del Congreso Cívico y el Frente Amplio, la verdadera democracia consiste en garantizar la equidad en la participación política de todos los sectores de la sociedad”.


Julio César Disla