sábado, 22 de abril de 2023

La vulnerabilidad de la izquierda en democracia

 Por Fortune Modeste Valerio 

La democracia capitalista no es juego, aquí se guaya el más bonito

La izquierda latinoamericana y caribeña está constituida por hombres y mujeres provenientes de la pequeña burguesía y sus diferentes capas sociales. La clase obrera en la mayoría de los casos brilla por su ausencia. La República Dominicana no es la excepción, aquí es que ese grupo trepador y guabinoso nada en sus aguas.

Para la pequeña burguesía alcanzar la categoría de revolucionario no basta con querer serlo de manera emocional, debe de revolucionar su concepción del mundo para despojarse del pensamiento burgués y asumir la del proletariado, sin poses hipócritas. Como ven, el asunto no es nada fácil, ya que estamos ideológicamente educados y programados bajo los códigos del capital, de la burguesía. 

En sociedades como la nuestra, convertirse en revolucionario es un desafío que tiene que ver con lo más íntimo de las convicciones personales, éticas y morales. Y el grado de transformación que experimente su pensamiento al toparse, estudiar, con la teoría revolucionaria, marxista-leninista. 

Esa pequeña burguesía tiene sus raíces umbilicales en la sociedad capitalista y por más que intente erradicar sus virus y bacterias de clase, en cualquier momento, afloran con la fuerza de un huracán categoría 5, borrando todo lo construido con trabajo y sacrificios. De ahí que hay que estar atento para no deslizarse por esa pendiente enjabonada de las bondades, buena vida, capitalistas.

La teoría marxista-leninista no es dogma, sino una guía para la acción revolucionaria. Se alimenta de manera creativa de la realidad objetiva que se mantiene en movimiento constante, para no convertirse en letra muerta. En estos nuevos tiempos tiene más vigencia que nunca. Solo avanzan los creativos, no los dogmáticos; los que viven el presente, no en el pasado, y los que andan de las manos con las coyunturas inesperadas, sin sobrepasarse de contentos. 

En la izquierda, en sentido general, hay de todo. Al incursionar en la democracia representativa, sistema político de gobierno del capitalismo, se activa al fuego vivo la lucha ideológica, donde los más vulnerables son los partidarios del cambio de sociedad. Los revolucionarios para conseguir los objetivos democráticos deseados tienen que marcar diferencia, con el conservadurismo y políticos corruptos, en el pensamiento, discurso, conducta, administrar recursos…, hasta en la forma de caminar. 

La ideología dominante es la de la clase dominante, donde la costumbre, los valores y las actitudes que se imponen en la sociedad corresponden a los dueños de los medios de producción de bienes y servicios. Una forma muy delicada de influir en el pensamiento de las personas para que las hagan suyas y confundirlas; y exhibir un estilo social que no le corresponde a su condición de clase, incentivando un consumismo desenfrenado y adormecer su espíritu de lucha.

La lucha ideológica es implacable, con una eficacia que depende de la comprensión de los fundamentos ideológicos y filosóficos en que se enfrentan la burguesía y el proletariado. La izquierda llega a la democracia con el pechito parado, mostrando sus músculos revolucionarios, y en poco tiempo los vemos sin su estilo característico, copiando al pie de la letra la moda y el discurso de su verdugo, porque pretenden ascender económica y socialmente, cayendo en el gancho. 

Los revolucionarios que exhiben con mucho orgullo los valores y actitudes de la burguesía, y sus vínculos con ella, acaban de empezar a perder su identidad política en la disputa ideológica: una herejía imperdonable. Podrán encubrir sus debilidades de clase, pero jamás ocultar que la democracia, haciendo su trabajo, se anota un punto más en un juego que apenas comienza.

Fortune Modeste V.