lunes, 7 de agosto de 2023

El cambio de nombre de MPD a PCT

Por Rafael Chaljub Mejía


(A propósito del 43 aniversario, un relato muy personal e incompleto, sobre un episodio de la fundación del partido. Como lectura de fin semana.)

 

Desde que se comprendió la necesidad de fundar un nuevo partido, se hizo indispensable abordar la tarea del cambio de nombre, de separarnos del nombre del Movimiento Popular Dominicano –MPD-y adoptar una denominación distinta, más acorde con la naturaleza del partido comunista que nos disponíamos a construir.


Un asunto de forma y no de principio, pero en el caso nuestro las cosas no resultaban tan sencillas. Por su trayectoria de lucha, el heroísmo y el martirio que siempre habían marcado su existencia, el MPD, su nombre, sus símbolos, su bandera, sus mártiresaquella valiente e indomable formación política generaba un fuerte sentimiento de adhesión en sus militantes y seguidores.


El enemigo anheló siempre destruir al MPDy los hombres y mujeres emepedeístas defendieron con una tenacidad heroica la existencia de su querida organización. Desde la desaparición del fundador histórico del partido, Pablo Antonio Martínez a manos de esbirros de la dictadura de Fulgencio Batista en Cuba en 1958; luego, las persecuciones y asesinatos de la dictadura trujillista, desde que, con Máximo López Molina a la cabeza, el MPD vino al país el 4 de junio de 1960. Más adelante, los caídos durante la guerra de abril de 1965 y, desde 1966, las embestidas sangrientas del régimen balaguerista de los doce años.


Los hombres y mujeres del partido asumieron el reto y defendieron el derecho a la existencia de su organización. Muchas veces al precio de la propia sangre, y se sabe que en las paredes inmundas de alguna celda solitaria, donde algún camarada esperaba la muerte, quedaron los testimonios escritos de que hasta el último instante los que iban al martirio llevaban con valor y con amor al MPD en la conciencia.


Nosotros, los del núcleo que en las filas del MPD se habían unido en torno a nuevas concepciones de partido, veníamos de esa historia de defensa militante del viejo partido. Contra la represión, contra los ataques de grupos políticos adversos, también en las luchas internas que más de una vez terminaron en divisiones. En una de esas divisiones el nombre del MPD había quedado en disputa, nosotros que reclamábamos la representación legítima y otra fracción que reclamaba lo mismo. 


Entonces, en medio de todas estas circunstancias, no era cosa tan simple, abordar la separación del nombre del MPD. Estábamos convencidos de la imperiosa necesidad del nuevo partido, en abril de 1979 se inauguró la Escuela José Stalin, por la cual pasó toda o casi toda la militancia de entonces, a estudiar un curso que se agotaba en dos fines semanas completos, con un tema único: El Partido Comunista. 


Tomó nuevo impulso el proceso de balance y revisión crítica y autocrítica y el esfuerzo por la definición del nuevo concepto de partido, pero el apego, en muchos casos casi romántico, al nombre, la bandera, los símbolos del MPD, seguía pesando mucho en numerosos camaradas.


La educación era el remedio y uno de los recursos más efectivos que utilizamos fue la reproducción del célebre artículo de Lenin Sobre el Cambio de nombre del Partido Obrero Social Demócrata Ruso a Partido Comunista (Bolchevique) de la Unión Soviética (PCUS).


Un año después de la apertura de la Escuela, estaban dadas las condiciones básicas para la fundación del nuevo partido, la separación definitiva y para siempre del nombre del MPD y la adopción de una denominación científicamente distinta.


Surgieron numerosas propuestas y, a las puertas de la Conferencia Nacional de Cuadros Otto Morales, dos de ellas lucían ser las que más respaldo tenían. Partido Comunista de los Trabajadores y Partido Comunista del Trabajo.


Éramos tan solo diecinueve cuadros, procedentes de las diversas regiones del país. Los documentos básicos estaban a tono con la concepción leninista staliniana de partido, a la cual estábamos conscientemente adheridos, la elección del Comité Central y del Secretario General no hicieron más que confirmar lo que el proceso mismo había venido demostrando y se resolvieron sin mayor discusión. El cambio de nombre del periódico tampoco fue tema de largos debates ni controversias. Lo del nuevo nombre del partido, en cambio, dio origen a muchos intercambios bilaterales entre los delegados, hasta que temprano en la tarde del 20 de junio de 1980, fue adoptado a unanimidad, el nombre que nos cobija desde entonces y bajo el cual, quien éstas líneas escribe, espera morir sin deshonrarlo.


Algo anecdótico. Ocurrió que el camarada Onelio Espaillat, símbolo histórico del emepedeísmotenía un cariño casi romántico al nombre del viejo partido. Fue persuadido y cuando se convenció de la pertinencia del cambio, la asumió con determinación y ldefendió públicamente. Él propuso un nuevo nombre: Partido Obrero Dominicano –POD-una bandera negra con una estrella roja en el centroLe expresé mi discrepancia, pero le aconsejé que mantuviera su propuesta y él la llevó hasta el final. 


En la Conferencia, dio un nuevo ejemplo de respeto a la voluntad de la mayoría y cuando terminó la votación, él, que estaba a mi lado en la mesa presidencial, tomó el pedazo de cartulina en que había dibujado la imagen de su propuesta, la rompió a la vista de todossumó su voto personal a los de sus compañeros y comentó con gesto muy solemne: Pues, que viva el Partido Comunista del Trabajo –PCT-.


Y una idea final. Aquella separación del nombre del MPD no fue un acto mecánico, una deserción, ni una negación arbitraria. Primó desde entonces la voluntad de respetar a aquellos compañeros que, desde su corazón y su conciencia, quisieran seguir reivindicando el nombre y los símbolos del viejo partido y seguir militando en ellos. Ese derecho siempre ha sido y será respetado.


Nosotros ejercimos el nuestro, rompimos con un pasado al que, según nuestro concepto, no debía dársele continuidad, pero mantuvimos y hemos procurado mantener la indeclinable lealtad a la mejor herencia y los mejores valores que el MPD, con su bandera rojinegra, cultivara al precio de sangre, sudor y lágrimas.


A mí me correspondió pronunciar las palabras centrales del acto público del 23 de noviembre de 1980, en el cual fue presentado el nuevo partido con su nuevo nombre. Quise resumir la esencia de aquel paso cuando dije, palabras más o menosDe la anterior bandera descartamos la franja negra de sus errores y nos quedamos con el rojo púrpura de sus glorias.



Rafael Chaljub Mejía