lunes, 21 de febrero de 2022

ASAMBLEA CONSTITUYENTE ELECTA POR EL VOTO POPULAR

Por Guillermo Moreno 

Parece consustancial a los presidentes dominicanos modificar o hacer una nueva Constitución. Es una historia, por recurrente, previsible. Cada nuevo gobernante busca y siempre encuentra la nueva excusa que le justifica impulsar una reforma, aunque la experiencia demuestra que en muchos casos ésta oculta otros motivos que tan solo luego se revelan. La reelección ha sido la causa dominante en las 39 ocasiones en que se ha reformado la Constitución Dominicana en 178 años de vida republicana.

El actual mandatario, como es sabido, impulsa una nueva reforma a la Constitución. Como es de esperarse, el solo planteamiento de la reforma ha desatado el avispero. Unos la rechazan. Otros la apoyan. Hay quienes no esconden sus sospechas sobre intenciones ocultas en la reforma. De nuevo nos encontramos en una torre de babel constitucional que, como es natural, concentra la atención y distrae de otros temas acuciantes.

Ya instalado el tema, llueven decenas y hasta centenares de propuestas.  Ya hicieron su entrada los “sumos pontífices” del constitucionalismo local que nos “revelan” los últimos dictados de la “sapiencia constitucional universal”, con rango atemporal y aplicable a todo el universo conocido.

Como siempre, la mayoría del debate se centra en qué modificar de la Constitución. Al centrar la discusión de la reforma en el qué, obvian la discusión esencial, esto es, el cómo, por qué vía es que debe hacerse. 

La frecuencia con la que hay que volver a modificar las constituciones ya modificadas y surgidas de asambleas revisoras tiene precisamente entre sus causas que estas reformas normalmente reflejan una mayoría política coyuntural obtenida en un momento electoral fugaz que le posibilitó a un determinado partido tener mayor número de senadores y diputados. Resulta pues válido preguntarse si realmente tiene legitimidad que una mayoría congresual coyuntural se adjudique la facultad para modificar e imponerle a la sociedad una nueva Carta Magna cuando incluso sea probable que esa mayoría congresual ya no se corresponda con la correlación de fuerzas existente en ese momento.

De estas reformas coyunturales por vía de la asamblea revisora es que de forma constante surgen constituciones inorgánicas, en el sentido de que no representan un pacto social real entre las clases y sectores y fuerzas que interactúan en la sociedad.

Lo interesante es que a muchos de los que propician la modificación por vía de la asamblea revisora, si les preguntáramos, serían los primeros en proclamar a todo pulmón que el pueblo es El Soberano, pero sin embargo, al propiciar la modificación o la elaboración de la Constitución por vía de la asamblea revisora le están negando la soberanía a la ciudadanía para  participar directamente, a través de representantes electos exclusivamente con ese fin, en la adopción de la ley sustantiva y del pacto político fundamental.  Esta inconsistencia lo que en realidad revela es que son demócratas de cartón.

Un caso para ser rememorado es la reforma constitucional de 2010. El presidente de turno, con bombos y platillos anunció un proceso de consulta nacional, incluyendo la forma de modificar la Constitución. La gente se entusiasmó. Se organizaron equipos de consulta por municipios, sectores, tanto en el país como en las comunidades residentes en el exterior. Fueron miles las propuestas hechas por la ciudadanía. Entre ellas hay que destacar que el 67% de todos los consultados en comunidades, academias y sectores sociales favoreció que la reforma se hiciera mediante una asamblea constituyente electa por voto popular. Ese temor a que el pueblo pueda ejercer su poder soberano sin el tutelaje político y corporativo hizo que el presidente de turno irrespetara el compromiso hecho de llevar a cabo la reforma por la vía que la ciudadanía eligiera y de nuevo se impuso la asamblea revisora que bastante bien le sirvió para sus intereses de terminar logrando que su partido se hiciera de las altas cortes.

Insisto: Volver otra vez a la asamblea revisora, para reformar lo que una mayoría congresual coyuntural constituida en asamblea revisora hizo, es reiterar el error que nos trajo donde hoy estamos. De hacerlo, es seguro que mañana estaremos de nuevo deshaciendo lo que haga hoy la actual mayoría congresual.

Si realmente hay interés de hacer una reforma constitucional integral que salde cuentas con las constituciones trujillista, balaguerista y peledeísta, para dar lugar a un Nuevo Orden Democrático, la única forma de alcanzarlo es mediante una Asamblea Constituyente electa por voto popular.  En ella se podrá expresar por sí misma la diversidad de sectores sociales, políticos, económicos, ambientales, culturales; los dominicanos de dentro y los de la diáspora.  Una constitución elaborada así luego debe ser refrendada por vía de referéndum para dejar establecida la conformidad o no de El Soberano respecto del texto elaborado por los que asumieron su representación en la asamblea constituyente.

Por lo dicho hasta aquí, la convocatoria de la asamblea nacional revisora debe limitarse exclusivamente a reformar la Constitución en su artículo 270, relativo a la forma de modificar la Constitución para introducir la Asamblea Nacional Constituyente electa por voto popular, para entonces poder organizar el proceso para su celebración.

La consagración de la Asamblea Constituyente electa por voto popular, por demás, es la forma más segura de blindar la Constitución pues le pondría fin para siempre a la práctica reiterada de que cada gobernante o partido que obtiene una mayoría congresual coyuntural impulse modificar a su capricho la Constitución.

 
                       Guillermo Moreno García 





¿INVASIONES HAITIANAS?

Por Narciso Isa Conde

En este país la partidocracia, la  clase dominante, sus medios de comunicación, sus intelectuales, sus funcionarios, su sistema educativo, sus jefes militares y policiales… se las pasan  hablando de de Haití como país “invasor”, identificando migrar  con  “invadir”; obviando de paso, que si esa fuera la vara para medir tal fenómeno  económico-social, los/as dominicanos/as estaríamos invadiendo New York, Boston, Puerto Rico, Madrid, con expectativa de conquistar Alaska.

Vale la ironía como réplica al hecho de que cada día desde el poder constituido nos predican que un Estado que ellos califican de “fallido”, sin ejército, intervenido, con una policía fabricada por EEUU y un pueblo dramáticamente empobrecido, nos sigue “invadiendo”; librando así de culpas a las potencias coloniales y al imperialismo moderno que han aplastado su soberanía y la nuestra. 

El Caribe y la isla al revés. La mentira presentada con traje de verdad. Y como no hay armas ni ejército de por medio, se las han ingeniado para inventar una “invasión pacífica” ficticia a cargo de un pueblo negro estigmatizado, que procura ahogar una soberanía inexistente; previamente diezmada por hordas coloniales y neocoloniales reales, encargadas de imponer la “supremacía blanca” a los compases de intervenciones, esclavitud y  semiesclavitud, incluida la esclavitud asalariada en sus más crueles modalidades, en ambas parte de la isla.

Tan espectacular y perversa mentira, que repetida millones de veces ha logrado engañar una parte de la sociedad dominicana, brota de otra invención calumniosa con estatus de canallada y poder contaminante: la llamada “invasión haitiana” de 1822 a una República Dominicana entonces inexistente. 

Una construcción ideológica, que brotó hace 182 años de  la colonialidad racista, cuando en 1804 los esclavos/as negros/as de la parte Occidental de esta isla maravillosa, con apoyo en armas del Libertador Simón Bolívar, proclamaron la primera independencia en  Nuestra América, fundaron la República de Haití, derrotaron el yugo francés, abolieron la esclavitud, cristalizaron una revolución social anticolonial y antiesclavista, y decidieron contribuir a liberar a los habitantes de la parte oriental de la isla del coloniaje y la esclavitud impuesta por el imperio español… hasta lograrlo en 1822.

A una  gesta liberadora, que proclamó en la parte Oriental de esta isla la abolición de la esclavitud un 9 de febrero de 1822, que derrotó la ocupación colonial española, se le llamó “Invasión” y el mote despectivo perdura hasta la fecha, tanto, tanto… que junto al neocolonialismo estadounidense y al neoliberalismo privatizador, nutre el régimen de Abinader y toda la gestión institucional del país y su sistema de partidos, despidiendo un bochornoso tufo neofascista. (20-02-2022, Santo Domingo, RD)

                                Narciso Isa Conde