Por Rafael Chaljub Mejía
No es difícil ser revolucionario cuando la revolución ya ha estallado y se encuentra en su apogeo, cuando todos se adhieren a la revolución simplemente por entusiasmo, por moda y, a veces, por interés personal de hacer carrera. Es muchísimo más difícil y muchísimo más meritorio saber ser revolucionario cuando todavía no se dan las condiciones para la lucha directa, franca y auténticamente de masas, auténticamente revolucionaria, saber defender los intereses de la revolución mediante la propaganda, la agitación y la organización en instituciones no revolucionarias, en unas instituciones no revolucionarias, en una situación no revolucionaria, entre unas masas incapaces de comprender en el acto la necesidad de un método revolucionario de acción.
“Hoy no existe una situación revolucionaria, no hay condiciones para la efervescencia de las masas, para el incremento de su actividad, hoy te ponen en las manos la papeleta electoral: Tómala, aprende a organizarte para batir con ella a tus enemigos y no para enviar al parlamento a unos prebendados que se aferran al escaño por temor a la cárcel. Mañana te quitan la papeleta electoral y te ponen en las manos un fusil y un excelente cañón de tiro rápido, última palabra de la técnica, toma estos instrumentos de muerte y destrucción… Si hay una situación revolucionaria, prepárate para crear unas nuevas organizaciones y para utilizar esos instrumentos tan útiles de muerte y destrucción, contra TU gobierno y TU burguesía”.
Las citas son tomadas de La Enfermedad Infantil…, y de La Bancarrota de la Segunda Internacional, ambas obras del maestro Lenin. En un comentario breve como este, es imposible estudiarlas y analizarlas en toda su riqueza, pero las dos citas dejan una misma enseñanza. La revolución tiene dos momentos, el de los cambios graduales y la acumulación de fuerzas, el uno; y el de los saltos bruscos y las rupturas violentas y revolucionarias, el otro. Son momentos diferentes de un mismo proceso, que demandan de la misma actitud revolucionaria, pero emplear formas de organización y métodos de lucha distintos.
Ocurre que algunos se entusiasman y cobran ímpetu y mayor valor cuando luchan bajo al estímulo de la posibilidad de un triunfo rápido. Por eso es mucho más difícil y por lo tanto, mucho más meritorio saber ser revolucionario y desplegar el trabajo revolucionario en situaciones no revolucionarias, cuando hay que mantener un trabajo paciente y a largo plazo, aún en medio de instituciones no revolucionarias y hasta reaccionarias, como fueron los parlamentos de la Rusia zarista en la cual los bolcheviques se vieron forzados a participar.
Todo esto viene un poco al caso ante la inclinación de determinados grupos y militantes, siempre audaces y combativos para luchas por demandas que están ahí a la vista y no requieren de mayor esfuerzo para identificarlas, mientras evaden la lucha política propiamente dicha, por reformas políticas democráticas, por conquistas dirigidas a ampliar la libertad y los derechos democráticos a favor de los oprimidos.
En estos momentos esa lucha está colocada en el orden del día y no pocos que se mostraban radicales y muy entusiasmados en la lucha por derrotar el peledeísmo que era un blanco fácilmente identificable, en unas elecciones que tenían un plazo establecido, no muestran interés alguno en aprovechar la nueva situación creada con el ascenso de un nuevo gobierno, situación en la cual es posible alcanzar nuevas conquistas democráticas.
Ocurre que para la lucha en este campo se requiere de esfuerzo para darle mayor calidad a la acción política y la propaganda y requiere de una firmeza indispensable para el trabajo paciente y organizado, aún en el seno de instituciones no revolucionarias, las del sistema mismo. Solo así es posible acumular fuerzas y crear las condiciones para crear en su momento, la situación revolucionaria que no existe ahora, pero que con perseverancia y voluntad revolucionaria, se puede crear y aprovechar consecuentemente.
Fuente: Periódico Lucha, órgano central de Partido Comunista del Trabajo (PCT).
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