Por Rafael Chaljub
Mejía
Se nota sin mucho esfuerzo que en medio del
ajetreo por sobrevivir y progresar materialmente, se va produciendo una franca
ruptura entre la experiencia histórica y el presente, entre la memoria
colectiva y el día a día.
Y lo más preocupante es que donde esa ruptura se torna más
profunda es en un sector cada vez más amplio de la juventud. Acaba de morir
doña Manuela Aristy, madre de mi inolvidable compañero y héroe nacional Amaury
Germán Aristy; mujer ejemplo de solidaridad y de valor, madre de todos los revolucionarios
de una generación.
La muerte de doña Manuela tocó principalmente el sentimiento de
los hombres y mujeres de esa vieja generación, pero para la mayor parte de la
juventud ha pasado desapercibida.
Las redes sociales, que a veces se congestionan cuando ocurren
determinados hechos, que solo despiertan morbo, superficialidad y violencia,
ahora recogieron apenas los testimonios de pesar de quienes tuvimos el
privilegio de conocerla y tratarla.
Cito este caso reciente para ilustrar lo que quiero decir.
Resulta que aquí se ha hecho una labor dirigida a separar al pueblo,
especialmente a la juventud, de su propia historia, de sus valores
tradicionales, de sus raíces, mientras se les inculca el amor a lo extranjero,
no a lo mejor, sino a lo peor de lo extranjero. Música, modas, lengua, hábitos
y antivalores, contrarios a los valores y la cultura que les han dado vida y
sustancia a la dominicanidad.
Eso es grave, porque cuando esa separación entre el pueblo y su
propia historia termine de producirse, tendremos un país sin referencias
históricas en que inspirarse, habitado por gente que perdió el apego a sus
raíces y que lo que quiere es irse, emigrar así sea en una yola, para vivir en
otras tierras, perder su identidad nacional, y vivir sin ser de aquí ni ser
allá.
Y un pueblo sin apego a sus esencias, su folclor, sus
tradiciones y su cultura, nunca será capaz de sostener su personalidad ni
realizar alguna obra de importancia.
Aquí hay una memoria colectiva, una memoria histórica acumulada,
y el peligro de que nos disolvamos como entidad nacional, sin que nadie nos
invada, se enfrenta con una lucha sostenida por recuperar esa memoria, por
fortalecer los atributos de la cultura y la identidad nacional, en armonía con
los valores de otras culturas y otros pueblos, pero siempre como dominicanos,
como nos mandan Duarte y sus continuadores.
Fuente: Hay que preservar esa memoria histórica | El Día Columnas (eldia.com.do)
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