Por Rafael Chaljub Mejía
Noviembre
es un mes marcado por hechos muy importantes en nuestra historia. El mes del
múltiple asesinato de las hermanas Mirabal en 1960, el del inicio de la
insurrección guerrillera comandada por Manolo Tavárez Justo en 1963, y entre
esos dos acontecimientos memorables, el de la huida del país, en 1961, de los
parientes más cercanos y algunos colaboradores destacados del dictador Rafael
Trujillo. Honor y gloria a nuestros mártires y una breve reflexión adicional.
Se
ha dicho que con la huida de los Trujillo se inició la transición hacia un
orden democrático, de democracia representativa por supuesto, que superara el
viejo orden dictatorial de Trujillo, desarraigara la cultura trujillista del
quehacer político y del ejercicio estatal y se basara en instituciones fuertes
y funcionales.
Y
sesenta años después, cuando se analizan los resultados, cualquiera piensa
seriamente que este es un país que debe revisarse. No creo que en otro se haya
registrado una transición tan larga y tormentosa. De que hemos avanzado no
caben dudas, pero esos avances han costado demasiado caro y a tan baja
velocidad que a veces parece que todo sigue igual y que Trujillo reaparece
cuando uno menos lo espera.
Hasta
en la pelota. Hace un tiempo se armó el escándalo cuando se quiso designar el
campeonato invernal con el nombre del antiguo jefe de la Guardia Universitaria
Trujillista. Ahora parece que va a ocurrir lo mismo porque al campeonato de
pelota invernal lo quieren bautizar con el nombre de un miembro de la Cofradía
de Radhamés Trujillo.
Porque
lo que ocurrió fue que aunque la cabeza del dictador rodó por tierra el 30 de
mayo de 1961, la maquinaria de su tiranía se quedó en pie y se mantuvo viva la
cultura política que Trujillo dejó como herencia. Citemos un solo caso, la
Policía, que fue una criatura represiva del déspota, es ahora cuando se promete
hacerle la reforma que debió hacerse sesenta años atrás. Es el mismo caso de
muchas otras instituciones.
El
poder extranjero y el conservadurismo local han entorpecido la transición cuantas
veces ha sido posible adelantarla. Y a sesenta años de aquel noviembre
histórico, seguimos afanando por superar la vieja herencia trujillista,
refundar y democratizar el aparato estatal y sus instituciones.
Ese
es el compromiso progresista, bajo el concepto de avanzar sin detenernos hacia
la revolución democrática nacional que dé por resultado la República libre,
democrática y soberana que concibió el patricio Juan Pablo Duarte.
Fuente: El mes del múltiple asesinato de las hermanas Mirabal (eldia.com.do)
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