Por Narciso Isa Conde
Abinader convocó a los
integrantes del CES, ampliado con representantes de los partidos del sistema
electoral, excluyendo a los movimientos políticos sociales en lucha, a
consensuar unos 13 pactos y/o reformas (incluidas algunas de carácter
constitucional y legal) para ser sometidas a una cosa mugrienta que llaman
Congreso Nacional. Invitó a la unidad de propósitos a las cúpulas partidarias y
empresarial, casi todas sumergidas en el fango de la corrupción, junto a la
sociedad civil de los de arriba.
Compelido por los
déficits y elevados servicios del endeudamiento externo e interno, introdujo en
el paquete supuestamente reformador lo que denominó indistintamente “pacto” o
“reforma” fiscal, prometiendo que su propuesta estaría basada en la
determinación de cargar los nuevos impuestos sobre los que “más tienen y más
ganan”.
Eso lo reiteró
innumerables veces en pocos días, pero en realidad se trataba de una engañifa,
evidenciada tanto cuando se publicó el proyecto elaborado como en su discurso
retirando involuntariamente la real intención de imponerle más impuestos a los
de abajo y a los del medio; dejando a los de arriba disfrutar placenteramente
de un sistema impositivo complaciente y múltiples y costosas exoneraciones,
exenciones, evasiones y privilegios; mientras al pueblo empobrecido y a las
capas medias no le caben más cargas y penurias de las ya impuestas.
Aguantó el chucho
contra el pueblo al medir la inminencia de que la indignación acumulada se
transformara en rebeldía político-social creciente, en tanto entramos ya en una
fase en la que aparecen fuerte señales de pérdida de la popularidad inicial de
un cambio que no cambia la esencia antinacional y antipopular de un sistema que
muestra un gobierno de multimillonarios y un Estado infectado por una partidocracia
perversa y un empresariado inescrupuloso. Reculó en su real intensión de
sacrificar más aun a los eternamente sacrificados y lo hizo por por miedo al
pueblo empobrecido y a las capas medias, ambos en tren de insumisión.
No se atrevió a hacer
justicia fiscal, quitándole un poco de lo mucho que le sobra a las elites
sociales, políticas y militares, exhibiendo una mezcla de temor y amor. Luis
conoce la avaricia y voracidad de su clase, y su ferocidad cuando le afectan
sus rentas, ganancias y fortunas fabulosas; y, entonces, optó por afianzar su
dulce atadura con el poder que la impenitente oligarquía capitalista nacional y
transnacional detenta dentro y fuera de su régimen, temiendo afectar su amorosa
unión matrimonial. Amor y miedo a los suyos, y miedo a los de abajo, se unieron
para que la montaña pariera un ratón. (Domingo 31-10-21, Santo Domingo, RD).
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