Desde la formación ideológica y política de la izquierda dominicana, nunca ha tenido lineamientos y conductas prácticas, claras y definidas, sobre la unidad con otras fuerzas revolucionarias. Sí, han existido acercamientos motivados por un interés común y transitorio. Cumplido el cometido, se vuelve a la posición anterior; distanciamientos y resquemores.
Es un comportamiento recurrente en la gran mayoría de las organizaciones de izquierda. Cuando se cree que todo va en paños y manteles, se descubre que es una farsa muy bien montada. Solo el tiempo, que es inexorable, "desnuda en pelota" las verdaderas intenciones. Una manifestación hipócrita, que hace mucho daño, del sello de clase que predomina en las entidades revolucionarias, y la ausencia de una sólida formación ideológica y política revolucionaria.
La mentira, la hipocresía, el chantaje y la subestimación, son las características más sobresalientes de un movimiento integrado por una subclase social voluble e inestable. Comportamientos alejados de toda ética, moral y conciencia revolucionaria, y que sirven de obstáculos para construir y preservar relaciones sanas, de respeto mutuos, productivas y en beneficios de la revolución.
Ese tigueraje debe ser extirpado
de raíz del movimiento revolucionario para garantizar un entendimiento sincero,
transparente y confiable. Es la única manera de empezar con "buen pie", si
queremos unidad para alcanzar el poder.
La aprensión grupal y personal de los principales dirigentes
y militantes de la izquierda, es uno de los graves problemas que afecta el
desenvolvimiento de las relaciones inter partidarias. Ambas deben ser
analizadas y corregidas, para poder embarcarse en un proyecto unitario a gran
escala.
Sobre el progresismo, en proceso de formación, va por el mismo camino, Agregándole una prepotencia insoportable y un comportamiento excluyente cuando se trata de conversar y relacionarse con los revolucionarios. Una "corriente política progresista" extraña que desconoce su base de sustentación es el movimiento social y popular, bendecida por la izquierda.
El revolucionario dominicano es una expresión directa de nuestra realidad histórica, insoslayable. Lo diferencia el grado de formación en la teoría revolucionaria, conciencia política y su educación personal. Ingredientes que lo puede mantener alejado de corrientes malsanas y contrarrevolucionarias. Y a pesar de todo, debe mantenerse en alerta, porque la lucha ideológica no cesa, no se detiene en sus fieros enfrentamientos.
La política unitaria de largo alcance, a corto, mediano y largo plazo, es una necesidad imperiosa del movimiento revolucionario. Lo exige una realidad salpicada de profundas divisiones, crónicos aislamientos y una dispersión que mande madre. Con una tétrica descripción, como la expresada anteriormente, no se puede, sin unidad, enfrentar con éxitos los desafíos de una coyuntura en desarrollo, con potenciales protagonistas.
Descartar la malsana política de la quiniela y emplearse a fondo en las discusiones en los temas puntuales para darle conceptualización teórica, sustancia, y práctica de inmediato al proyecto unitario. La unidad no es solo para el 2024; no, es una carrera, que empieza ahora, de larga distancia que nos colocará en mejores posiciones, con una correcta interpretación de la realidad, para avanzar hacia el poder.
El movimiento revolucionario y progresista requiere de urgencia
la creación de una alternativa política que tenga como base de sustentación un Proyecto
de Nación que se corresponda con la etapa histórica que transitamos, dentro del
capitalismo. Para competir en todos los escenarios con los conservadores y una
perversa oligarquía criolla.
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