Por Narciso Isa Conde
Aquí no hay democracia, sino partidocracia con plutocracia o poder del dinero. No hay democracia en las instituciones, ni en elecciones. Las elecciones son simples votaciones amarradas. El escenario electoral un mercado y los partidos Compañías CxA con practicas delincuenciales.
La gente vota, no elige. Eligen los partidos y en eso gravitan determinantemente el financiamiento de la oligarquía capitalista, fortunas robadas al Estado, la narco-corrupción, el miedo impuesto por jerarquías eclesiales conservadoras, apoyos imperialistas y poderosos medios de comunicación en manos de grupos empresariales y corporaciones transnacionales.
Fortunas robadas y fortunas hijas de la explotación y sobreexplotación, junto a las aberraciones patriarcales-machistas y la histeria racista anti-haitiana -con todos sus odios, opresiones y prejuicios desplegados- tienden a gravitar enormemente sobre una política electoral devenida en negocio. Igual el temor a represalias estadounidenses ante cualquier proyecto de autodeterminación.
La Constitución 2010, leyes electorales y reglas de juego imperantes, han facilitado procesos degradantes (como aconteció con la del 1966), que le permiten a los dominadores diseñar un cuadro electoral hacia el 2024 con protagonismo abrumador de un reeleccionismo (PRM-Oligarcas y Aliados) que reproduce y empeora prácticas viciadas, a la vez que privilegia una oposición sistémica, representada por las dos vertientes de la mafia política peledeista (PLD Y FP).
Ese diseño prospectivo, en el que la expansión de dictadura mediática local y transnacional, y asesores de imagen expertos en técnicas del engaño despliegan sus perversas habilidades, está en marcha con expresiones señeras en radio, TV, redes, prensa escrita y show mediáticos encadenados.
Con esto se procura afianzar la idea de que hacer política es solo sujetarse a una ficción electoral, impidiendo en su dinámica que las posibilidades se salgan de esas tres opciones (ABINADER-LEONEL-PLD); privilegiando la reelección, rehabilitando a Leonel como primer polo opositor y dándole al candidato que escoja el PLD la oportunidad de competir. También se persigue empujar a la ciudadanía a un escenario donde nada alternativo pueda amenazar el status quo. Y para adornar el teatro, eminentes mercadólogos han inventado una droga no narcótica llamada pasarela, que ha enloquecido a Abinader y a Leonel, junto a no pocos imitadores.
Es claro, pues, que para las fuerzas transformadoras la prioridad no debe ser hacerle el juego a esa trampa conocida, sino asumir la vía extra-institucional que obligue, desde las movilizaciones y paralizaciones multitudinarias, a cambiar las reglas de juego constitucionales y legales, y a subvertir el sistema de partidos y político-electoral establecido. Procede, pues, desplegar la democracia de calle desde movimientos político-sociales con sus demandas imperiosas inaplazables y una propuesta pro-constituyente y de nueva institucionalidad.
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