sábado, 8 de octubre de 2022

¿Por qué la ola progresista tarda en llegar?

Por Fortune Modeste Valerio  

Los últimos triunfos electorales de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, de Gustavo Petro Urrego en Colombia, de Gabriel Boric en Chile... Son ejemplos evidentes de que la ola progresista de gobiernos latinoamericanos y caribeños, siguen su agitado curso. Pero también, demuestra que la derecha y la ultraderecha, permanecen vivas y coleando, ya que el debate eleccionario ha sido cabeza con cabeza, antes de alcanzar el triunfo. 

Lula, acaba de ganar las elecciones, primera vuelta, en Brasil, con el 48.1% de los votos emitidos, contra el 43.5% de Jair Bolsonaro, actual mandatario. Se requiere alcanzar más del 50% para llegar a la presidencia de ese país inmenso. Petro, por igual, tuvo que acudir al balotaje, porque no sobrepasó el por ciento requerido por las leyes colombianas. Boric, de Chile, obtuvo el triunfo electoral con el 55.87% y el 44.13% de José Antonio Kast. Pero fue derrotado con el 62% en la consulta nacional para modificar la Constitución chilena. 

Como pueden observar, el debate electoral se produce entre la izquierda y la derecha y su versión ultraderecha, claramente definida. La gente está consciente de esa disputa y participa tomando partida. Los Estados Unidos de Norteamérica no se aíslan del proceso y ha ordenado al jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, iniciar una gira por la región para estrechar lazos de amistad con sus aliados, países, tradicionales que en estos momentos son dirigidos por gobiernos de izquierdas. 

Izquierda o derecha y su extremo, es el dilema en la región. Ambas han combatido en todos los terrenos y se mantienen vigentes, fruto a la rivalidad que continua sin detenerse. La población que vota por la izquierda lo hace, buscando soluciones a sus dificultades, ante la ineptitud de un conservadurismo que solo se sirve con la cuchara grande. Esa burbuja progresista debe ser redistribuida con gobiernos decentes, innovadores y con sensibilidad social. 

En nuestro país, el asunto es diferente. Se combatió a una ultraderecha radical, en la década del 60’, 70’ y algunos años del 80’. Al llegar al gobierno, el PRD y el presidente Antonio Guzmán Fernández en el periodo 1978-1982, la historia se comienza a escribir de otra manera, ya que una parte considerable de la izquierda, acostumbrada a la acción, no supo digerir correctamente el proceso democrático que iniciaba con el nuevo periodo gubernamental. 

En esta apertura democrática, la izquierda comienza a resbalar en lo seco. El proceso democrático le ha quedado grande. No supieron comprender la nueva etapa que apena comenzaba, desperdiciando el momento en divisiones e incorporándose a los partidos conservadores. La gravedad del caso sigue latente, solo resta aprender de sus lecciones y tenerla presente, para evitar tropezar de nuevo. 

Por el momento, se empieza a comprender lo beneficioso que resulta participar y aprovechar, con independencia, la democracia capitalista.  Pero persisten en la desunión y en andar cobijada de sectores conservadores y corruptos. Su presencia y vinculación en ese litoral hieren la sensibilidad de los revolucionarios, y sus elogios desmedidos envían una señal irritante y equivocada 

Todavía no han comprendido que la izquierda construye su propio camino, como lo han hecho en los demás países de la región. Aquí la pobreza en el conocimiento y pensamiento, y el quererlo todo fácil y rápido, la lleva ir detrás del PRM, antiguo PRD, del PLD en sus dos versiones, Danilo y Leonel. Una desgracia que sepulta cualquier intento poderoso de una ola progresista golpee con fuerza nuestras costas. 

La visión coyuntural se complica en la medida que hay sectores de izquierda consideran esos grupos corruptos, de derecha, progresistas. La realidad dominicana obliga el estudio riguroso para desollar al animal delante de todos y llamar al pan, pan, y al vino, vino: Hemos tenido gobiernos arrodillados de manera vergonzosa a los grupos oligárquicos y burgueses, corruptos hasta el tuétano, y serviles al poder extranjero. Y este, de Luis Abinader y el PRM, con algunas diferencias, sigue el mismo derrotero. ¡De progresistas, no tienen ni un carajo!

La ola progresista es el ascenso al poder de gobiernos honestos, productivos e inclusivos, integrados por sectores democráticos, sociales y populares, y de izquierda. Los mismos deben guiarse por un programa de avanzada que se inserte en el proceso democrático con el propósito de ensanchar la democracia. Sí, la democracia capitalista. Con el interés supremo de revertir esa regla del juego que beneficia, única y exclusivamente, a un sector insaciable, corrupto y antinacional.


Fortune Modeste V.

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