Por: Fidel Guzmán Soto.
INTRODUCCIÓN
Descarnado y trágico. Este relato de Fidel Guzmán Soto, expresa la experiencia vivida de un actor del intento de extensión de la Guerra Patria, en una acción desesperada por romper el férreo dominio que sobre la Zona Constitucionalista, ejercía el Ejército de los Estados Unidos y una parte reconstruida de las Fuerzas Armadas Dominicanas.
El recuento histórico espanta al leer la manera como fue asesinado Baldemiro Castro y un grupo de sus compañeros del Movimiento Popular Dominicano. A 56 años, este testimonio es un eslabón más de esa cadena de lucha y sacrificio que libra el pueblo dominicano en procura de alcanzar un verdadero estado de derecho y de respeto por las libertades públicas, la independencia, la soberanía y el bienestar general.
Con la presentación de este escrito rendimos homenaje a los caídos en esa gesta de San Francisco de Macorís, en esos gloriosos y fatídicos días de junio del año 1965.
Fidel Soto Castro
20-06-21.
RELATO DE MI PARTICIPACIÓN EN LAS ACCIONES DEL LEVANTAMIENTO.
NENITA PICHARDO, JORGE PICHARDO, ABEL GONZÁLEZ Y LAS MUCHACHAS DE S. F. M.
Cuando llegué a la casa de doña Nenita Pichardo, habían algunas jóvenes que eran parte del equipo de compañeras colaboradoras de los constitucionalistas. Estas jóvenes jugaron un papel significativo en todo lo que tuvo que ver con la logística pre-levantamiento militar de esa localidad, que iban desde el traslado de combatientes, armamentos y municiones a los lugares designados para ellos, hasta el trabajo de inteligencia militar sobre la situación en que se encontraban las tropas enemigas y sus movimientos.
Nenita Pichardo estuvo casada con Antonio Chabebe, pianista, compositor y poeta. Era una familia de clase media acomodada, muy querida y respetada en Macorís y con una posición política progresista. Luego de tomar café, Nenita me envió con dos de las jóvenes a la casa de Jorge Pichardo su hermano. ahí dormiría, hasta el día de las acciones militares. Una vez alojado en ese hogar, me presentaron a un joven macorisano que también estuvo alojado ahí. Su nombre, Abel Gonzales, quien era uno de los jóvenes que participó en el año 62 en ataque al cuartel de la policía en el poblado de Castillo. Casi de inmediato el pasó a informarme la situación en el pueblo. No pudimos concluir la conversación, porque en eso me mandó a buscar Homero Hernández, que encontraba alojado en la casa vecina a la de Jorge.
IVELISSE ACEVEDO, HOMERO HERNÁNDEZ, BIENVENIDO LEAL PRANDY ( LA CHUTA) Y MARCELO DE LA CRUZ.
En esa casa al momento se encontraban además de Homero, Ivelisse Acevedo, Bienvenido Leal Prandy, (la Chuta) y Marcelo de la Cruz. Esa vivienda Homero la tenía como casa de seguridad. De inmediato, Homero pasó a informarme de la situación de los preparativos en que nos encontrábamos, así como los inconvenientes para la movilización en el pueblo por el activo patrullaje que se producía en toda la ciudad.
Me informó que posiblemente en dos o tres días iniciaríamos las acciones. Me preguntó que si me hacia falta algo se lo comunicara. Que me mantuviera resguardado en la casa sin salir por la peligrosidad del momento. antes de irme me dijo: "Descansa lo más que puedas. Tú sabes que la tarea que tienes es de suma importancia para el levantamiento" (Mi papel militar era operar con la bazuca). Le contesté: "No habrá problema".
DOS COMBATIENTES DE MUCHO VALOR Y EXPERIENCIA: BALDEMIRO CASTRO Y MONCHIN PINEDO DEL MPD.
En la mañana del día 19, continué la conversación con Abelito, quien me documentó de todos los pormenores del pueblo y de los preparativos del MPD, partido al que él pertenecía.
Me contó que muchos de sus compañeros acantonados en Macorís contaban con un buen fogueo de combate en la capital, que incluso tenían dos comandantes entrenados fuera del país: Monchín Pinedo y Baldemiro Castro. Cuando concluyó, le dije que Baldemiro y yo éramos buenos amigos, porque durante un tiempo fue mi orientador mientras yo estuve militando en el MPD; solicitándole que cuando lo viera le dijera que yo estaba en Macorís y le mandaba mis saludos.
Y para que él supiera de quién de trataba le dije a Abelito mi nombre verdadero, que era por el que me conocía Baldemiro. Por el nombre que me conoció Abelito, era el que adopté para el viaje en condiciones de clandestinidad a esa ciudad. Creo que que a 56 años, después del hecho no habrá problema en revelarlo: Vianelo Guzmán González, natural de Baní y de profesión periodista. Abelito me dijo que esa noche ellos se reunirían para coordinar algunas de las futuras acciones.
ABELITO ME TRAE A DON ÑICO ( BALDEMIRO CASTRO).
El día 21, en la tardecita llegó Abelito a la casa y 5 minutos después apareció Baldemiro, prácticamente transformado. Estaba vestido con pantalón de fuerte azul y camisa de las que usaban los que cumplen promesas. Además tenía una imagen de la Virgen de la Altagracia en el bolsillo izquierdo de la camisa y alrededor de su cuello cuatro a cinco medallas de santos y en un folder estrujado una cantidad de láminas de santos y vírgenes, así como varias hojas impresas con oraciones. Nos saludamos efusivamente. No nos veíamos desde el año 63, pues él había salido un par de veces del país. Luego de saludarnos me preguntó por mi papá. Ellos se hicieron muy amigos y fueron ambos de la gente de la Juventud Democrática del año 46 . De inmediato me dijo: "Aquí me llaman don Ñico". Don Ñico, además de Abelito llegó con Cara de Ñao, no recuerdo su nombre, sé que era apellido Sosa si mal no recuerdo. La conversación con don Ñico fue extendida. Ambos nos contamos cosas de ese momento y de anteriores. Nos despedimos y no nos volvimos a ver hasta días después.
UNA LARGA ESPERA Y EL DESESPERADO INTENTO DE ESCAPE AL SER DESCUBIERTO.
Durante varios días la espera por el día de la acción se volvía angustiante para mi, que resguardado en una casa, solo de vez en cuando tenia contacto con Homero para siempre escuchar su llamado a que no me desespera que en cualquier momento entraríamos en acción.
Desde el día 22 en la noche Abelito salió de la casa y no nos volvimos a ver más hasta que fui llevado al palacio de la policía en la capital. El día 24 en la tardecita Homero me mandó a buscar a la casa de al lado y me dijo: "Acuéstate temprano para que descanse, pues temprano de la madrugada te mandaré a buscar para que vayas donde se harán los preparativos de tu equipo: La bazuca. Le dije: "Ya era hora. Estoy más que descansado. Nos vemos."
Me acosté tan pronto cené. Solo me quité los zapatos y la camisa y me puse a dormir de una vez. Desperté por un ruido de vehículos frente a la casa, me puse los zapatos y la camisa asumiendo que era el vehículo que Homero me había enviado. Antes de salir de la casa entreabrí un poco la persiana y lo que veo es un Jeep lleno de policía. Uno de ellos, alumbrando con una linterna por dentro de un carro Chevrolet, estacionado frente a la casa en que yo estaba. Un policía le dice al que estaba alumbrando y que al parecer era el jefe de la patrulla: "Vamos a hacer un allanamiento de una vez." Pero el que mandaba le contestó -"Nó, vamos a buscar refuerzos y regresamos"- se fueron de inmediato.
Tan pronto se fueron salí por el patio de la casa que era como yo me comunicaba con la de al lado, entré y en el comedor estaban Homero, Ivelisse, la Chuta y Marcelo con una cantidad de papelitos, parece que con los nombres de algunos de los combatiente y los lugares donde operarían en la mañana. Ninguno de los cuatro se enteraron de la presencia de la policía. Le conté lo sucedido e inmediatamente Homero dijo a los tres restantes: "Váyanse con el carro" y a mí me: "Más tarde te mando a Franklin".
Partimos de inmediato. Al frente de la casa quedaba otro carro que era en el que andaba Homero. La tarea era llevar el vehículo a un lugar donde se sacaría la bazuca y los proyectiles. Un lugar muy próximo al cuartel de la policía. Cuando llegamos al lugar Marcelo que conducía el vehículo se cuadró para entrar al garaje y la Chuta se bajó del mismo para abrir la puerta en eso un Jeep de la policía se aparece en la esquina. La Chuta que ya estaba fuera pudo escapar por la esquina contraria. Marcelo y yo hicimos galas de buenos trapecistas y comenzamos a escalar cuantas verjas y casas cobijadas de zinc encontráramos en el camino, pero era cerca de la policía y prontamente establecieron un cerco en la manzana, allanando casa por casa y nosotros ya no teníamos a donde ir. En esa huida caímos, sin darnos cuenta, en el patio de la casa de Nenita Pichardo que la allanaban en esos momentos. Fuimos encañonados en el patio de la casa y un sargento que me encañonó sobó la carabina Cristóbal para dispararme y Nenita que estaba en el patio con una valentía tenaz se puso entre el policía y yo, diciéndole: "SE EQUIVOCÓ EN MI PATIO NO VAN A MATAR ESE MUCHACHO". No tienen que maltratarlo ya están presos los dos. En eso salió toda la familia que estaba durmiendo para el patio. El que me iba a matar le dijo a los demás policías: ¡sáquenlos! Cuando nos subieron al vehículo el policía que me apuntó no le puso el seguro a la carabina y estando yo acostado en el piso del mismo, me dio un culatazo en la espalda y en eso se disparó su ametralladora y el disparo le pasó cerca al que comandaba, que estaba sentado en el asiento delantero. Le echó un boche al policía y lo desarmó.
NOS PASAN POR EL COLISEO DEL GARROTE.
Cuando llegamos al cuartel nos pasaron por una fila de policía golpeándonos con garrotes, nos dieron culatazos, patadas y trompadas hasta llegar donde se encontraba sentado el cruel asesino Soto Echavarría, coronel comandante de esa dotación. Ya a Ivelisse la tenían sentada frente a nosotros mientras Soto Echavarría nos interrogaba con todos los insultos acostumbrados contra los presos. Le dijo a Ivelisse Acevedo: "Usted para lo que está bueno es para tirársela a los policías para que lo violen, maldita comunista". Ivelisse se puso de pie y le contestó: "Haga lo que usted quiera que nosotros no somos cobardes ni asesinos". Efectivamente Ivelisse era una mujer valiente y desafiante que no se amilanó ante el peligro que sabía pendía de su cabeza.
Continuaron las palizas contra Marcelo y yo. Soto Echavarría ordenó que nos trancaran y un capitán, que al parecer era su asistente le dijo: "¿Tan pronto comandante?" y este le contestó: "Repiquenlos ante de entrarlo". Eso era para que antes de entrarnos en la ergástula continuaran con la paliza. Finalmente cuando nos arrojaron a la celda molido a palo, Marcelo y yo nos situamos, en un rincón hasta que uno de los presos con mucha cautela iba al baño y con un jarro sacaba agua del inodoro y nos la arrojaba por la cabeza y el cuerpo para que mitigáramos los golpes recibidos. La celda estaba abarrotada de presos. Al poco rato, cuando tuvimos lucidez, nos percatamos que era Billo Gómez Suardí, quien nos echó agua. Ahí mismo veo cerca de nosotros a Baldemiro y sus compañeros cuatro en total : Frank Sosa Duarte, Cara de Ñao, Abrahancito Vargas y dos compañeros de Macoris (Tati y Manolo en una nota en el chat de Línea Roja, dijeron que Abrahancito cayó del lado atrás de la fortaleza) por lo que no sé, entonces quien seria el que cayó con Baldemiro.
Cuando Baldemiro me vio y sabiendo cual era mi función en esa contienda solo movió la cabeza negativamente de lado a lado. Si Marcelo y yo estábamos golpeados, Baldemiro y sus compañeros estaban desechos, destrozados físicamente. Mucho rato después del encierro de Marcelo y yo, la policía descubrió el contenido del carro en que andábamos y de inmediato Soto Echavarría se presentó frente a la celda y le dijo a Baldemiro: "MIRE COMANDANTE, DISQUE COMANDANTE, COME MIERDA, LO QUE LE COJIMOS A SUS HOMBRES". Baldemiro, haciendo un esfuerzo extraordinario, agarrado de los barrotes de la celda se paró y le dijo: "MIRE COÑO, MÁS COMEMIERDA ES USTED, YO SOY MUY MACHO COÑO". Ahí mismo un policía que tenía un garrote en las manos le dio por la cabeza y Baldemiro cayó estrepitosamente al suelo y Soto Echavarría, le dijo no te apure que ahorita hablamos.
Yo no sé si Homero estaba enterado del apresamiento de Baldemiro, apresado en horas de la tarde, tampoco tengo idea de a qué hora se enteraría del apresamiento nuestro. A Baldemiro al igual que el grupo en el yo estaba nos tocaba el ataque al cuartel de la policía, es decir que esa operación automáticamente se cayó.
Para la Policía Nacional, Baldemiro Castro era el jefe superior de la operación de San Francisco de Macorís. Cuando fue apresado la policía no sabía quien era, pero una debilidad de uno de sus compañeros posibilitó que se enteraran de quién era él. Esa creencia, de que era el jefe de todo el movimiento, lo condenó a muerte junto a sus otros compañeros, pues fueron los que asaltaron el cuartel de la policía de Castillo y no era verdad que Soto Echavarría los iba a dejar vivos esta vez. Solo uno del grupo de Baldemiro salvó la vida, y fue Abelito, él no estaba junto con sus compañeros en la celda.
Una hora después de Soto ir a la celda para enseñarle a Baldemiro los proyectiles de la bazuca, como si fuera un trofeo, se apareció de nuevo con un contingente de policía y entraron a la celda nos pusieron en fila y comenzaron a separar del conjunto de presos al grupo de Baldemiro y cuando ordenó al capitán que lo sacaran, él le dijo: "¿comandante y esto dos, los de la bazuca?" Soto le dijo: "Esos dos déjamelo para ahorita". Vimos cuando entraron el grupo al cuarto de tortura. Cerraron la puerta y al poco momento entraron al mismo unos policías con facha de verdugos y carniceros con garrotes en las manos. En el poco tiempo que estuvo abierta la puerta alcancé a ver a uno de los muchachos acostado en una mesa grande del cuarto. Estaba amarrado y en seguida escuchábamos el ruido de los garrotes cuando caían en los cuerpos de nuestros compañeros. Era una orgia dantesca de terror. El tiempo del suplicio fue largo y mucho rato después escuchamos los ruidos de tanque de metal arrastrados por el pasillo hacia el cuarto de tortura. Luego sacaron los tanques para el patio, iban con los cuerpos de Baldemiro y su grupo, destrozados dentro de ellos. Después escuchamos una balacera por espacio de uno diez minutos. Eran ráfagas interminables. En un momento pensé que la policía estaba bajo ataque y tuve un pequeño momento de alegría, soñando que podía ser un ataque de nuestra gente. Esos disparos eran en el patio le disparaban a los tanques donde tenían los cadáveres de Baldemiro y su grupo. Con esto querían aparentar que murieron en combate.
NOS PREPARAMOS PARA LA MUERTE CON EL DOLOR DE VER Y SENTIR LO QUE HICIERON CON BALDEMIRO.
Mientras tanto, Marcelo y yo esperábamos angustiados la hora en que nos tocaría el turno a nosotros. Cada vez que se habría la puerta pensábamos que ya nos tocaba.
Pasó el tiempo y en horas temprano de la mañana sentimos helicópteros, aterrizando en el patio de la policía, y, aunque pusieron una mampara de madera en la puerta para que los visitantes que llegaban no nos vieran, la misma no la cubría del todo y vimos, subiendo a la segunda planta, donde se encontraban las oficinas, a unos hombres blancos con trajes y papeles en las manos. Nos enteramos luego que era una Comisión de los Derechos Humanos y de la OEA. Lo cierto del caso es que a partir de ese momento no hubo mas fusilamientos en el cuartel. Aunque sí nos enteramos que el CEFA, que ya se encontraba desde temprano en el pueblo; combatiente que capturaban lo fusilaban en el acto.
Entrada la mañana, Marcelo y yo nos llenamos de esperanzas porque los presos que iban llegando por las redadas y los allanamientos que se producían nos hablaban de que esas comisiones que habían llegados lograron la paralización de los fusilamientos en el cuartel policial y en la Fortaleza del Ejército. Con estas noticias conseguimos un nuevo aliento y esperanza de vida, aunque lleno de dudas sobre nuestra suerte.
Dentro de los presos que iban llegando estaba Fenes. Este era el personaje que el grupo de Baldemiro, colocó como sereno de la casa en construcción donde estaban acantonados. El debía estar alante en la construcción, aparentando ser el sereno (para avisar al grupo de cualquier movimiento que el observara), porque el grupo estaba en la parte trasera y no se enteraría si alguien llegaba.
El caso es que Fenes, no sé si le comunicó o no al grupo que iba salir en un momento. Según me contó él, cuando lo abordé, al enterarme cuál era su función. Me confesó que en ese momento fue al barrio de Rabo de Chivo a comerse un sancocho que le habían hecho y que cuando regresó ya tenían al grupo detenido junto a dos sacos llenos armas y municiones. Me dijo que lo detuvieron y que alegó que no sabía que esas gentes estaban ahí, pues a esa hora era que llegaba para hacer su trabajo de sereno. Me dijo que lo tuvieron un rato detenido y le creyeron la versión que él le dio. Yo no supe luego si él les había avisado al grupo que saldría por un momento o si no se lo comunicó; tampoco supe si era en verdad sereno de la construcción.
Fenes nos contó a Marcelo y a mí que al grupo de Baldemiro lo habían tirados junto a otros, fuera del cementerio, y a Baldemiro lo habían destrozado a palos que tenia todas las coyunturas destrozadas que las plantas de los pies estaban negras porque parece que le dieron muchos palos en esa zona del cuerpo, que igualmente sus. Compañeros estaban destrozados.
Jamás volví a saber de Abelito, ni de Fenes. Sólo ellos dos del grupo de Baldemiro salieron con vida, miembros todos del MPD.
Cuando al parecer los militares locales habían sofocado el intento de levantamiento de San Francisco, un grupo numeroso del mismo se dirigieron a la policía y el capitán de la institución los llevó a La celda donde estábamos Marcelo y yo. El capitán de la Policía nos llamó y pensamos que ya nos había llegado el momento. Nos acercamos a una distancia prudente de las rejas, Marcelo estaba delante de mí y los guardias que estaban ahí al parecer eran de la Aviación Militar. Le preguntaron su nombre. Marcelo lo dio, pero inmediatamente le dijo que era hermano de un oficial de esa institución. El oficial dijo: "Miren eso, un hermano de De de La Cruz, un hombre tan serio y meritorio, mira como este desacredita a ese oficial. El mismo es que debe darte una pela". Marcelo se retiró y me llamaron a mí. Yo avancé, pero me quedé a mas de un metro de las rejas. Entonces el oficial me gritó: "Venga acérquese, hijo de la granputa". Le contesté: "Dígame de ahí". "Que venga, le estoy hablando." Avancé un poco, pero fuera de su alcance, en eso me tiró un culatazo. Yo di un brinco hacia atrás y el fusil pegó en los barrotes con un gran estruendo. En eso, llegó hasta ellos un militar de mas alto rango y los llamó a que saliera. Se fueron y la calma volvió a la celda, pero seguían llegando más presos de las redadas y los allanamientos.
Al otro día por la mañana comenzaron a hacer las depuraciones para despejar la celda que no le cabía un preso más. Comenzaron a despachar a los que no tenían ningún indicio de que tuvieran implicados en el movimiento. Uno de ellos, fue Billo Gómez Suardí, quien había sido apresado días antes; pero al parecer sin descubrir ninguna su implicación.
Billo, fue quien llevó la noticia al comando del 14 de Junio e informó quienes habían muertos en la policía y quiénes no; pero que ya la radio constitucionalista había anunciado que yo era uno de los ejecutados, pues donde Nenita Pichardo, pensaron que cuando me sacaron de su casa el disparo que escucharon había sido dirigido a mi, pero la radio también agregó, que me habían quemado y lanzado junto con los demás fusilados al cementerio.
Billo llegó tarde a la capital por lo que no se supo ese día que Marcelo y yo estábamos vivos. Debido a eso mi papá (Fidel Guzmán Castro) y mi mamá (Laura Soto, "Mamatoña") se fueron en la mañana para Macorís a recuperar el cuerpo del hijo ejecutado.
Uno de los combatientes del Cucaracha 20, Motica (el negro), hermano de Domingo de la Mota, era sargento de la policía y había estado de puesto en el cuartel de Macorís. Por los frentes del cuartel vivía una señora muy relacionada con los policías, pues les cocinaba y ella les leías la baraja (augurándoles los traslados y ascensos) .Motica fue novio de un hija de la señora, de la que no recuerdo su nombre. El le mandó un papel a la señora recomendándole un buen trato.
Cuando mis padres llegaron donde ella, los introdujo a un cuarto con altares y comenzó la actividad. Luego de varios rituales les comunicó que no me habían fusilado porque yo poseía un espíritu muy fuerte que me protegía y que se fueran tranquilos que ya no me pasaría nada. Mis padres insistieron con ella para ver si los dejaban verme. Ella, al parecer, intentó emplear su influencia en el cuartel, pero fue infructuoso. Mis padres volvieron a la capital y al otro día recibieron la grata noticia de que yo aún vivía. Varios días después fuimos trasladado al Cuartel General de la Policía y ahí me encontré con Abelito, quien me contó parte del seceso de su grupo. Al poco tiempo su madre logró llevárselo para los Estados Unidos; así mismo Marcelo de la Cruz por vía de su hermano logró también salir para los estados Unidos; a mi me soltaron tiempos después con el intercambio con los militares de bando contrario.
20-06-21.
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