miércoles, 16 de junio de 2021

PERÚ Y LA IZQUIERDA QUE TRIUNFA

 Por César Pérez

El destacado sociólogo Cándido Mercedes me sugirió que abordase el tema de la elección Pedro Castillo como presidente de Perú, a pesar de su discreto perfil, y que comparase el grado de conciencia de la sociedad peruana con la que tenemos nosotros. Le dije que no, por razones que le expliqué, pero su sugerencia fue como esos gusanillos que obligan a uno a intentar sacárselos de la cabeza. En ese tenor, aprovecho la sugerencia del dilecto amigo y colega para tocar algunas cuestiones sobre porqué y dónde se producen triunfos de la izquierda de esta región. Además, insistir en la crítica al carácter impolítico de cierta izquierda de nuestro país y las consecuencias de su sesgada lectura de los procesos políticos en América Latina.

El triunfo de Pedro Castillo alegra a todo aquel que cree e impulsa el derecho a la participación y representación que, en esencia, constituye la base de la opción personal y social del hoy presidente de Perú. Por sus condiciones étnica/sociales, y sus posiciones de izquierda en cuestiones importantes, fue frontalmente combatido por sectores clasistas y racistas dentro y fuera de su país. Sin embargo, triunfó y con él las posiciones contra toda expresión de intolerancia y exclusión. Esto, además de satisfacción, motiva una reflexión sobre las razones últimas que hicieron posible la victoria de Castillo y el acceso de otros candidatos de izquierda a diversas instancias del poder en otros países de la región. La clave de estas conquistas radica en sus historias de luchas sociales y políticas.

En Perú, esa historia se inicia con Tupac Amaruc que encabezó la rebelión indígena contra los colonizadores, de los movimientos indigenistas, la reforma agraria de Velazco Alvarado, los movimientos sociales y vivienditas que han  logrado alcaldías en varias ciudades, incluyendo Lima. Los éxitos de la izquierda brasileña, son frutos de sostenidas luchas de los trabajadores, de guerrillas contra dictaduras militares, de conquistas de espacios urbanos, como ese largo proceso concertación social que hizo de Curitiba una ciudad referencia mundial. Santiago de Chile tiene hoy una alcaldesa dirigente del Partido Comunista Chileno, uno de los pocos partidos comunistas a nivel mundial con profundas raíces en la cultura, en sentido lato, de sus sociedades.

Experiencias similares tiene la izquierda boliviana, la uruguaya y en menor medida la argentina, las cuales han contribuido que en estos países se haya creado no sólo una significativa conciencia política, sino un fortalecimiento de la identidad nacional, hacen política, y están insertas en las instituciones del sistema donde se toman las decisiones. Por diversas razones, esa no es la  experiencia de nuestra izquierda, ésta, a pesar de su importante aporte al clima de relativa libertad alcanzado por esta sociedad, se mantiene prácticamente ausente en las instancias decisorias del sistema. Debido, básicamente, a sus limitaciones para comprender cómo hacer política en el marco de la democracia.

Otro lastre de la generalidad de nuestra izquierda, es su inveterada propensión a dividirse, al desacuerdo en cuestiones de simple sentido común, al tremendismo verbal, el  agravio y la descalificación como recursos argumentales  de discusión casi únicos. Una lástima, pues pocas sociedades son tan socialmente desiguales, pocas tienen una clase dominante tan conservadora social y políticamente como esta. Ese conservadurismo social, de clases o clasistas es tan cultural y políticamente profundo que, paradójicamente,  son identificables en ciertas expresiones de determinados grupos o individualidades que se reclaman de izquierda al referirse a determinadas colectividades o personas  de izquierda percibidos como adversarios.

Aquí, la existencia de una izquierda social, además de política, es en extremo necesaria para poder llevar hasta su más mínima expresión las actitudes y posiciones conservadoras en la sociedad que corroe los cimientos  de la nación. En otros países de la región, sobre todo en los arriba citados, las diversas luchas sociales han ampliado los márgenes de maniobras para limitar el daño que ocasiona a sus sociedades el atraso de sus clases dominantes y por eso, por momentos, se dan casos como ese triunfo de Castillo, en que fue determinante la alianza entre Pedro Castillo y Verónika Menoza, una brillante y culta represente de una franja de la izquierda peruana.

Esa alianza/unidad no cayó del cielo, es fruto de un rico sedimento producido por  una historia conquistas sociales y políticas y por una sostenida demanda de inclusión social sin importar orígenes étnicos, sociales o religiosos. Es esta una de las lecciones que podemos extraer del acceso al poder de un maestro de escuela, de humilde origen rural y  que construyó su casa con sus propias manos. Eso es importante, pero lo más importante es saber sólo con una pluralidad de manos es como se pueden construir sociedades realmente inclusivas. Verdaderamente  democráticas.

Fuente: Perú y la izquierda que triunfa | Acento.



 

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